21 de mayo de 2020
Esta mañana,
Tandil recibió la noticia del fallecimiento de uno de sus cantores populares,
Nito Franco.
Nito había nacido
en Mar del Plata el 7 de Junio en 1943 y se vino de muy chico a nuestra ciudad,
donde supo hacerse de un importante lugar en el ambiente cultural cantando
tangos y otros géneros.
En su memoria,
aquí recordamos una nota que El Diario de Tandil le realizó en mayo del 2018,
en la sección "Personajes de Tandil" para su edición impresa.
NITO FRANCO, VOZ Y FIGURA DE UN MÚSICO POPULAR
Con larga trayectoria en el tango y el folclore,
esta es la historia de un hombre que vino desde el Atlántico y con los años se
transformó en uno de los Personajes infaltables dentro de la música popular
serrana. Co - organizador de las veladas zitarroseanas, milonguero y gran
animador de las noches arrabaleras, Nito Franco cuenta su vida en primera
persona.
Ser un músico popular no es vender miles de discos o cantar
ante públicos multitudinarios. Esto es otra cosa. Se trata de conectar con el
pueblo. De generar instancias de participación con eje en lo cultural. Es
mantener la llama encendida de nuestras raíces. Nito cumple todos estos
requisitos. Pero no desde un pedestal o desde la fama. Sino de a pie. Reunido
con los locos de siempre en el club Paso del Portillo. Cantando un tango en un
bar venido a menos. Esa es su historia.
Pero, mejor, empecemos por el principio. Desde esta columna
buscamos conocer el recorrido y los sentimientos de estos héroes anonimos que
nos cruzamos a diario por el empedrado serrano.
"Nací en Mar del Plata, en el crudo invierno del 43.
Para ser exacto: el 7 de junio. El mismo día que Ramirez lo echa a Rawson,
quien tuvo el récord de "poca permanencia" en el cargo de Presidente
Argentino con tres meses. Ví la luz en una casa de Av. Jara entre Moreno y
Belrano, pero al poco tiempo nos mudamos a la esquina de Tres de febrero y
Francia, pleno Barrio de la Estación Norte. Tenía casi todos mis parientes de
vecinos. En esos años las mujeres alumbraban en sus casas, atendidas por
una partera. Vengo de familia bien proletaria. Mi viejo plomero de día y
"tachero" de noche, mi madre ama de casa criando cuatro hijos de los
cuales yo soy el tercero. Tenía dos hermanas mayores, Élida y Kuki y una que
nació cinco años mas tarde que yo, María Rosa", le contó a
ElDiarioDeTandil.
Desde aquellos primeros días marplatenses, el tango está
presente: "Mis primeros recuerdos de chico son jugando en el
patio de la casa de Tres de febrero y escuchando por el ventiluz abierto de la
cocina a mi vieja lavando los platos y sintonizando el programa "El bolero
y el amor". Las voces de Eduardo Farrel, Gregorio Barrios o Leo Marini se
me pegaron en la piel. Me gusta el bolero desde esa época. Y la parte tanguera
la adquirí escuchando durante años el "Glostora Tango Club" ¡la cita
de la juventud triunfadora! con Alfredo De Angelis y sus cantores Carlos Dante
y Julio Martel. Aprendí de memoria muchos tangos de su repertorio solo de
escucharlos entonces en la radio. El programa venía entre
"¡Que pareja!" con Blanquita Santos y Hector Masselli y el
éxitoso"Los Perez García". Muchos otros tangos "raros" los
aprendí escuchando a mi viejo que se sentaba a los pies de mi cama antes de
dormirme con su vieja viola y me entonaba temas hoy perdidos de don Agustín
Magaldi", recordó emotivamente. La musica es parte de nuestra vida. En
primer plano o simplemente de fondo y a lo lejos. Pero siempre estuvo. Mas,
incluso, en el pasado. Cuando no había tantos aparatos que capten nuestra
atención.
La infancia fue igual a la de cualquier pibe. Fútbol, amigos
y el barrio. ¡¿Que más?!. "Frente a nuestra casa, la calle era de
tierra. Armábamos furiosos picados con pelotas de trapo que solo interrumpíamos
cuando pasaban los carros tirados por caballos. Eran los del panadero, el
hielero o el lechero con su dueño voceando en plena siesta veraniega:
Hielerooooo. El lechero esperaba que saliera mi vieja con un jarro o una olla y
tenía los tarros con la tapa que era la medida del medio litro o el litro.
"Deme un litro" pedía mi vieja y el tipo inclinaba el tarro llenando
el tarro hasta la medida correspondiente y volcándolo en la olla. El hielero y
el panadero pisaban en un estribo en el medio de la altura del carro y de allí
saltaban, entrando corriendo en casa. Al vendedor de hielo lo recuerdo siempre
de camiseta con una bolsa de arpillera sobre el hombro sobre la que llevaba
la barra o la media barra que se compraba. Yo alucinaba viendo al panadero que
iba hacia al carro frenado a la puerta de mi casa, sacaba el pan de la puerta
trasera y entraba corriendo a entregar en casa, después salía siempre
corriendo, cruzaba la calle a lo de la vecina de enfrente sin subir al carro ¡y
el caballo lo seguía como un perro, frenando donde él entraba!. Así hacía la
cuadra entera sin subirse al carro. Y el caballo, al que el llamaba al pasar al
lado con un chic-chic de sus labios, lo seguía toda la cuadra. En esa vida de
purrete de barrio un suceso me alteraba la rutina: cuando mi viejo tenía algún
viaje contratado a Buenos Aires con el taxi , un Chevrolet 38 joya color negro,
lustroso, y me llevaba de acompañante. Salíamos de noche y él me iba nombrando
las localidades que pasábamos en la vieja ruta 2 , Camet, Viboratá, Vidal?,
mientras los pasajeros dormían en el asiento trasero. Ibamos hasta la Capital y
volvíamos en el dia", agregó.
"Entré a primer grado inferior de la Escuela Nº 165
en el 50. No había jardín de infantes en esos años. Estaba ubicada a una cuadra
y media de mi casa, sobre 9 de julio casi Av.Jara. Era una casa vieja, de
novela de García Márquez, con un patio central cuadrado y todas las aulas dando
a una galería con columnas de caños de hierro y piso tipo damero en blanco y
negro que circundaba tres caras del patio. Recuerdo muy poco de esa época y de
mis compañeros. Fui hasta cuarto grado, cuando nos mudamos a Tandil. Solo me
queda la memoria del enorme frío que chupábamos y las manos y orejas con
sabañones pues no existía calefacción de ningún tipo. También me acuerdo que
formábamos en el patio en fila doble un poco separadas y después
de izarse la bandera la maestra nos ordenaba ¡Revisión de higiene,
uno! y nosotros girábamos poniéndonos de frente a la otra fila mostrando la
palma de las manos. Ella pasaba por el medio y al llegar al final daba la
vuelta y nos ordenaba ¡Revisión de higiene 2!, dábamos vueltas las manos
mostrando las uñas y de paso nos revisaba las cabezas por si teníamos piojos.
Frente a la escuela vivía el Escribano Vallarino que también se mudó a Tandil
con su familia. Tuve trato profesional con él años mas tarde y con su hijo
Roberto fui amigo. Se me cruza en la memoria aquella mañana en que Pascualito Pérez
ganó el Titulo Mundial de peso mosca contra Yoshio Shirai. Yo me escapé de la
escuela para averiguar como había salido la pelea pues todo el mundo la estaba
escuchando por radio", indicó.
Las idas y vueltas de la economía, siempre estuvieron
presentes. Una de esas crisis lo trajo a Tandil: "Aunque en el año
1955 era chico, me daba cuenta que las cosas no venían bien en casa. De un
Cadillac 42 que teníamos de taxi, pasamos a un Rastrojerito. Y un dia mi viejo
decidió el gran cambio de rumbo. Don José Vilanova le ofreció hacer todas las
instalaciones sanitarias de unas 70 casas económicas que tenía en construcción
en esta ciudad. Así que no hubo retorno: ¡a Tandil! Y partimos un 16 de junio
de 1955. Y no es que tenga una memoria fotográfica, todo lo contrario, pero
recuerdo la fecha porque en la radio del Rastrojero veníamos escuchando
noticias sobre el bombardeo y la masacre de la Marina contra Perón en Bs. As.
El cambio de ciudad fue doloroso para mí, pero mas para mis hermanas que eran
mas grandes. En la parte de mi instrucción me pasaron al 4º grado de la Escuela
Nº 2, que hacía muy poco que estaba construida. Era flamante ¡y tenía
calefacción central por radiadores! No lo podía creer. Allí hice 4º y 5º grado.
El 6º lo hice en la Escuela Nº 1. Y comenzó un tiempo de peregrinar por casas
alquiladas. Que yo recuerde vivimos unos días en Villa Italia, supongo que era
en la bajada frente al ex Policlínico pues se veía la ciudad con la Estación en
primer plano. Después pasamos un corto tiempo en Paz entre Garibaldi y Las
Heras frente a la palmera que ya, hace mas de sesenta años, me parecía
altísima. De allí pasamos a San Martin y Paz y posteriormente a Alsina casi Las
Heras donde, creo que ya mas adaptado a Tandil, hice amigos. Entre ellos
recuerdo a Daniel Pérez y su hermano, Cacho Erezuma, "Camichito"
Suarez, Rosetto, el "Cucuso" Manera y otros. Allí los picados ya eran
en el patio del Club Excursionistas con pelota de goma y con los arquitos
chicos de hockey. El Bocha, un muchacho enano que vivía enfrente del club, iba
siempre de arquero. Un dia el Cacho, que pateaba como una mula, le metió un
pelotazo con la Pulpo en la frente y lo levantó en el aire. Cayó sentado ¡se
levantó y lo corrió hasta la noche! Y nosotros detrás tratando de calmarlo al
Bocha porque tenía una fuerza que impresionaba. Si lo agarraba al
"Colo" lo mataba".
Nito es de esos tipos que emociona escuchar hablar de su
infancia, de sus padres, de sus amigos, de la pelota de trapo. El tipo se
detiene en esas cosas que pocos ven. Las importantes. Es un tipo que siente.
Que se emociona. Y así canta, como desde las entrañas, sacando el corazón
afuera. Pero sigamos con su historia.
"Y así, con esas mudanzas por fin llegamos al barrio
que aún hoy sigue siendo MI BARRIO. El de Rodriguez y 25 de Mayo. Mirá que vivo
hace mas de cincuenta años en el Barrio de las Ranas, al cual adoro, pero aquel
es el de mi adolescencia. Allí fue donde terminé la primaria en la Escuela 1 y
entré a la vieja y amada Escuela Industrial de la Nación de Tandil (EINT) de 9
de julio y Las Heras. Ahí, en el barrio y en la secundaria, hice los amigos que
me han durado toda mi vida: Jorge "Negro" Gener, José Luis "El
loco" Lanza, Alberto Palazzo y Oscarcito Ferrari. Amo entrañablemente esa
época de mi vida y al barrio. De tal manera que le compuse un tango, la letra y
la música, que algún día cantaré en público. Es la geografía que me vió nacer
al amor, a la música y a todas las reglas y principios que han regido mi
vida. De la Industrial tengo mil anécdotas. Por poner solo una: teníamos
un profesor de Hidráulica y termodinámica que era muy exigente, sobrador y poco
querido. Pero tenía la virtud de ser muy culto. Entonces cuando venía con pocas
ganas de "pelear" contra nuestra ignorancia se tomaba un tiempito de
descanso en la clase y le decía a Víctor, que era el "mono" de la
clase: che Laplace, pasá y hacé algo de poesía. El loco pasaba al
frente y nos deleitaba con cosas de García Lorca que a mí me
encantaban". Nito era un artista nato.
Nos recibimos en el 63 de Técnico Mecánico Nacional.
Justo ese año se fusionaron las escuelas Fábricas y las Industriales pasando a
llamarse Técnicas como se las denomina hoy. Y por esa fusión a mediados de año
nos pasaron de 9 de Julio y Las Heras al viejo edificio de Alem y Maipú,
demolido años después para hacer la construcción actual.
Allí, a los 15 o 16 años empezaba a incursionar de lleno en
el arte. "Hice algo con Luis Cicopiedi, teatro leído, alguna
obrita dirigida por don Enrique Ferrarese y formé parte de la primera, o una de
las primeras, Estampas de Semana Santa. Se hacía en el playón del frente de la
Municipalidad y nosotros con el Loco y el Negro hacíamos de soldados. También
comencé a ir a la vieja Peña El Cielito a bailar folklore. Funcionaba en la
planta alta del Club Boca y ahí conocí chicas amigas de toda la vida. Fuí
durante años. Nos hicieron un homenaje hace unos años como los primeros
bailarines de la Peña", dijo emocionado.
Luego vino el tiempo del laburo y el amor. "Al
terminar el secundario entre a trabajar a Gas del estado que funcionaba en 25
de Mayo al 300. La Sucursal tenía el TE 332 (así, de tres números) y llamábamos
por medio de operadoras. Te ponías el tubo en la oreja y las chicas te
preguntaban ¿Numero? Fui Técnico de la Sucursal y delegado sindical del 63 al
73, cuando renuncié. Fuimos unos de los primeros clientes de Basso Café-Café,
me lo dijo él mismo, pues la empresa nos proveía un refrigerio a media mañana
que él traía en bicicleta y con un chaleco lleno de termos y vasos. Al poco
tiempo de entrar a Gas, en medio de un trámite que estaba haciendo en los
bancos, en la esquina del Comercial encontré el amor. Dobló la esquina ella, la
ví y me enamoré para toda la vida. Ella es María del Carmen Echarri
Sesma. "Para mí la 'Gaita', dado su origen en Navarra" nos
dice Nito con la cara de enamorado que seguramente la mira desde el primer día.
Ella lo acompaña a todos lados. Es hermoso verla sonreír cuando él canta, o
posiblemente retarlo cuando en El Paso del Portillo se come una porción más de
carne. "Nos casamos en el 69 y todavía la remamos juntos. En el
73, cuando renuncié a Gas, comencé con mi oficio de proyectista y dibujante de
construcciones. Trabajé un tiempo haciéndole los proyectos y planos a don
Ignacio Diez, inolvidable amigo, hijo del hombre que subió el monumento de
Martín Rodríguez al Parque en su carro tirado por caballos, según me
narraba. Y allí se vinieron los años a borbotones, como quien se desangra diría
Don Güiraldes. Nacieron mis dos hijas en plena dictadura, trabajé mucho, menos
en el período menemista, jugué a la pelota en el viejo Pasatiempo de Rodríguez
al 900, en el Ferro y en el Hípico y durante treinta y pico años jugué al golf.
Y así llegué hasta hoy que estoy esperando cumplir dentro de un mes pasadito
los tres cuartos de siglo", resumió su vida.
Hablando de música, fue justamente en los años del
secundario que formó su primer grupo. Junto a dos amigos le dieron vida a
"Los Cimarrones" con los que recorrieron muchos escenarios haciendo
de teloneros de próceres de la música. Por nombrar algunos, estuvieron con don
Eduardo Falú en el Parroquial, con Los Olimareños en la peña El Cielito (Club
Boca), con Los Chalchaleros en el Excursionistas y tantos más. "Cantamos
juntos por cinco años con Tite y Gastón Sicilia. Los tres rascábamos la
guitarra por lo que siempre teníamos un buen guitarrista que nos hiciera los
punteos. Recuerdo a un hombre de apellido Córdoba al que remplazamos por
Carlitos Polpadre y por último teníamos a Néstor Ausqui, un capo total hoy
concertista internacional. Cuando dejé de cantar folklore, todo nuestro
repertorio era el de Los Quilla Huasi, ¡no canté nunca más por cuarenta años!
Ni en los asados. Pero cuando me llegó la época de la jubilación, evalué
alternativas: escribir, pintar, pero me decidí por retomar el canto. Solo que
ahora con el tango como género. Recuerdo que en el 2006 en un Canta
A.Zitarrosa, homenaje al gran cantautor Uruguayo del que soy organizador junto
a otros amigos, me presenté a cantar Milonga del Alma III con una pista del
gran guitarrista y amigo Osvaldo Lagos. Al terminar se acercó debajo del
escenario un hombre que yo veía por la calle y saludaba pero no sabía quien
era. Se trata de don Omar Subelza, uno de los mejores bandoneonistas locales.
Me dijo que le había gustado mi "voz microfónica" y si no quería
cantar tangos. Me volví loco! Esa misma semana ensayamos una o dos veces y
debuté en una confitería y restaurant que tenía la hija del Turco Pedro en Alem
al 800, frente a donde estaba el cine Super. Junto con el Piojito Hernandez y
creo que Guito Zampatti, nada menos. Y ya no paré mas. Estuvimos con el trio de
Omar (bandoneón, guitarra y voz) actuando durante siete u ocho años y después
canté solo. En un intermedio hicimos un dúo con Carlos Mansilla y hacíamos
folklore. Un cantor bárbaro Carlos. Tuve el honor de que me acompañaran siempre
lo mejor de lo mejor en músicos pues jamas canté con pistas grabadas y no creo
que lo haga nunca. Le tengo enorme respeto a los músicos y siempre he pagado lo
que me pedían o se podía".
Es una voz infaltable en nuestro tango contemporáneo, se dió
el gusto y el honor de poder cantar en el Café Tortoni, en la Academia Nacional
del Tango, doce ediciones de Tango por los Bares y en tantos escenarios locales
como diversos. Gustitos que se dio de grande y atesora con mucha emoción.
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