12 de febrero de 2018

NOTA DE TAPA

NOTA DE TAPA. "El lago se va a secar"

Dicho en las pocas líneas que permite un encabezado hasta puede parecer una idea trasnochada, una locura, algo imposible que solo anida en cabezas con frondosa imaginación. Sin embargo, en la raíz de la advertencia hay un hecho de lógica más que atendible, si el sedimento se está acumulando desde la puesta en funcionamiento de la obra y su crecida no se detiene, en algún momento el piso de barro llegará al techo de agua y el lago cumplirá su profecía de pantano.

Enrique Martínez, integrante de la comisión directiva del Centro Náutico del Fuerte y director de la escuela de pesca, no tiene prurito al advertir que aquello que parece irreversible si no se interviene, está cada vez más cerca: "Si esto sigue así nos vamos a quedar sin agua en el lago dentro de 15 o 20 años".

"Quique", como le dicen todos en el ambiente, pesca en el lago desde los once años y recuerda los días en que había cinco metros y medio de espesor de agua en el sector más profundo. Hoy, en el mismo punto del murallón "hay dos metros y medio de agua, lo demás es todo barro". Aunque el diagnóstico parezca agorero o desmesurado, desde su punto de vista tiene sentido pues indicaría que la distancia entre el pelo de agua y el fondo bajó un 54% en 50 años. "A este ritmo no vamos a aguantar dos décadas más", apunta.

Si hace 50 años alguien decía que el lago corría peligro de secarse quizá lo hubieran tomado por demente. Hoy los conocedores del tema refieren que si el nivel del agua bajara un metro comenzarían a emerger islotes de barro, porque en algunos puntos la cantidad de sedimento es tal que se encuentra muy cerca de la superficie.

Uno de los sectores más bajos es el primer tercio desde las entradas de los arroyos Blanco y Del Fuerte. Naturalmente en esa primera porción del lago se acumula buena parte del sedimento que arrastra el agua. Desde la isla donde se asienta el Club Náutico del Fuerte hasta la otra orilla se puede cruzar caminando. "Te enterrás hasta las rodillas en algunos sectores porque abajo hay lodo, pero el agua no te tapa", asegura Sergio "tigre" Brutti, uno de los responsables de la escuela de canotaje.

Él fue quien llevó a fines de 2017 a los técnicos de la Dirección de Hidráulica de la Provincia a recorrer el lago, para que estos pudieran hacer una batimetría (estudio para determinar la profundidad).

SACAR EL BARRO

La tarea fue encargada por el Municipio para conocer la capacidad de embalse del dique, en el marco de un proyecto para recuperar un metro de profundidad a través de la remoción de sedimentos.

El plan es parte de la actualización del Plan Hidráulico de Tandil que consiste en una serie de proyectos tendientes a disminuir el impacto que provocan las aguas de escorrentía, reconoció el secretario de Planeamiento y Obras Públicas, Roberto Guadagna. 

"Tenemos un plano inicial e hicimos observaciones que nos permitieron detectar dónde se producen los mayores vuelcos de agua", explicó el arquitecto, en referencia a los sectores que la jerga técnica denomina sectores aguas arriba, en referencia a los niveles en elevación desde donde bajan las aguas que luego rompen calles y dejan zonas anegadas.

Entre las distintas obras por realizar se destaca la intervención que es necesario realizar en el lago. "Ahí es necesario bajar el pelo de agua (nivel de agua habitual, en el idiolecto de hidrología) porque eso fue pensado originalmente como un dique seco para permitir regular el volumen que llegaba, pero como hoy está muy arriba por el sedimento acumulado tiene poco margen para la regulación, porque rápidamente alcanza el nivel mayor por las aguas que bajan de las sierras".

Todo lo relacionado con una intervención sobre el espejo de agua es susceptible de generar un impacto social y repercusiones políticas. "Es complejo y sensible el tratamiento, la presentación del tema y también lo es presupuestariamente", admite Guadagna, pero apunta que "es necesario porque si no lo hacemos no contamos con un escenario de regulación en esa zona de la ciudad". 

El secretario de Estado confirma que el primer obstáculo no es el agua en sí misma sino la parte que no se ve. "Hay que sacar lodo hasta tener agua limpia para luego poder drenar. La realidad es que va a seguir siendo un dique con agua, hay que mantenerlo como lago pero sería deseable que tenga menor nivel que el actual, alrededor de un metro menos de espesor de agua". 

Explica que al bajar el nivel habría más costa, mayor capacidad de acumulación de agua en el embalse durante las grandes lluvias y menor posibilidad de desborde, "algo que hoy no tiene porque está al límite".

En cuanto a este tema avanza con pies de plomo e insiste en que no hay que convertirlo en un dique seco, porque sería una agresión ambiental y también atentaría contra las actividades recreativas, turísticas y económicas que se han ido formando alrededor de la existencia del espejo de agua. "Será un dique con lago, con un espesor de agua menor pero también menos barro. Es un tema muy sensible pero tarde o temprano hay que abordarlo porque impacta fuertemente".

MONTAÑAS DE LODO

El trabajo que se impone consta de una primera etapa en la que se extrae el sedimento; en la segunda hay que esperar que ese material, depositado en las costas, escurra el agua. Ese secado demora meses. Mientras tanto existe un impacto visual por las montañas de barro a plena vista y otro que se extiende más allá de los alrededores del dique, en la forma de olores desagradables.

Para muestra de lo que será basta recurrir a una experiencia similar pero de envergadura mucho menor que se llevó a cabo hace pocos años, cuando limpiaron el canal que separa la isla del lago de la avenida que lo circunda. Ese curso de agua, que pasa por debajo del puente de acceso al Centro Náutico del Fuerte, estaba totalmente obstruido por plantas acuáticas. Sergio Brutti recuerda que las plantas que extrajeron eran unas especies de colas de zorro en la superficie, pero, como un témpano, la mayor parte estaba sumergida y esas raíces venían con mucho barro. "Hubo que dejar todo lo que sacamos durante varios meses hasta que estuvo seco, eran como montañas y despedía un olor muy feo", rememora el deportista.

Por este motivo se cree que en determinadas condiciones climáticas y de viento el olor después del dragado podría sentirse a kilómetros del dique. Así que uno de los puntos a consensuar antes de encarar la obra es el momento del año en el que se lo debe hacer. Otras consideraciones apuntan al probable impacto negativo para el turismo. Lo cierto es que, mientras debaten los pro y los contra, el dique tiene cada vez más barro y menor capacidad de embalse. Un problema funcional y estético al mismo tiempo.

AÑOS DE IDAS Y VUELTAS

La directora de Hidráulica de la Región V, ingeniera Susana Laborde, viene advirtiendo del problema desde hace años. A fines del año 2009 advirtió que el dique funcionaba a un tercio de su capacidad operativa y lo atribuyó a "una acumulación constante de sedimentos que complica la dinámica regular de la presa". 

Pero incluso antes de eso ya había un plan para dragar el lago y por eso el Gobierno de la Provincia dispuso en el año 2005 una partida de fondos para llevar adelante la limpieza del fondo. En aquel entonces la Provincia y el Municipio no arribaron a un acuerdo sobre el momento y la forma de poner en marcha las tareas y finalmente el dragado nunca se concretó. El principal escollo parece haber sido el impacto que iba a generar la tarea porque "prácticamente hay que vaciar el lago para hacerlo", comentó Laborde.

Una de las dificultades de la obra -según Laborde y otros especialistas- es la necesidad de bajar casi a cero los niveles del espejo de agua, dejando a la vista un lodazal en uno de los principales activos turísticos y ambientales de la ciudad. 

Laborde explicó que se debe establecer el momento más adecuado para las tareas y opinó que debería ser en la temporada fría para minimizar el impacto de los olores: "No hay que pensar que se saca el sedimento y se retira de inmediato, hay que decantarlo y eso se lleva a cabo in situ y no se puede hacer en verano". 

Pero retirar los sedimentos del fondo es apenas una parte de un programa de efectos duraderos, pues si no se realizan obras de decantación de sedimentos aguas arriba del lago, este volverá a llenarse de barro con el tiempo. Laborde apunta en esa dirección al decir que una obra de decantación de sedimentos para que no se repita su acumulación "resultaría muy importante". 

Hidráulica no solo tiene en cuenta los aspectos técnicos sino también los políticos y sociales: "sabemos que es un municipio turístico y que esto traerá una gran incomodidad, pero en algún momento hay que tomar la decisión entre el Municipio y la Provincia". El diagnóstico, claro, tiene más de 12 años.

"NO TIENE SOLUCIÓN"

Si esto se sabe desde hace tanto tiempo y aún no se tomó la decisión es por una multiplicidad de factores. El costo, la dificultad técnica y el impacto social parecen los principales. El tema es urticante y algunos le escapan, otros lo minimizan. Pero incluso aquellos que piden no ser alarmistas reconocen que la amenaza de que el lago termine secándose por la subida de sedimentos es real. Por caso, el veterano referente de la pesca, Alberto Tripodi, por un lado reclama cautela a la hora de informar y pide que no se le trasladen a la población preocupaciones sin fundamento. "Si hablan del tema háganlo con mucha precaución y sin alarmar", recomienda. Pero agrega que en un futuro quizá no muy distante y si no se interviene la superficie del lago sea "un potrero para sembrar alfalfa o un coqueto campo de golf".

Es entendible que Tripodi se muestre reacio; por su actividad en la pesca es uno de los tandilenses que más se ha involucrado en los asuntos relativos al dique y su lago y no quiere que sus palabras sean malinterpretadas, ni que otros actores enciendan una alarma con respecto al lago. "Hemos ido a Hidráulica de la Provincia y hablado con gente que sabe mucho de esto, pero no tiene solución, el sedimento va a seguir entrando porque lo hace desde que se inauguró". Recuerda que "a los seis meses el barro ya había cubierto la superficie que va desde la playa donde están los piletones hasta el Centro Náutico del Fuerte".

Otros referentes opinan como Tripodi en el sentido de que no hay nada por hacer. Uno de ellos es Indalecio Oroquieta, ingeniero civil  con especialización en hidráulica, director de Hidráulica de la Provincia de Buenos Aires desde el 1 de marzo de 1974 hasta el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. El ex intendente de Tandil (completó el mandato hasta 2003 del fallecido Julio Zanatelli), asegura que "hay que dejar el dique como está y no tocar nada".

El ingeniero, quien también se desempeñó como titular provincial de la Autoridad del Agua, acota que "aunque el Municipio quiera meter mano en el lago Hidráulica no lo va a permitir".

Oroquieta sabe mucho sobre el Dique del Lago del Fuerte desde los inicios de la megaobra. Es que fue alumno, luego colega y finalmente compañero de equipo del ingeniero Pedro Picandet Dubost, quien entre 1950 y 1970 ideó el proyecto y dirigió la obra del dique de Tandil. De hecho, el verdadero nombre de la represa es "Dique Ingeniero Pedro Picandet Dubost" a partir del decreto provincial 3914 fechado el 9 de octubre de 1996 que le reconoció al profesional su compromiso y la eficacia de su diseño para evitar inundaciones como el aluvión fatal que motivó la creación del embalse.

Indica el ingeniero que "tiene una especie de gran tubo en el cauce original del arroyo, que se debía utilizar para mantener siempre el nivel y contener en el embalse el exceso, que se iría liberando despacio". No recuerda quién ni exactamente por qué, pero "alguien cometió el error de ponerle arriba una compuerta, que se controlaba desde esa plataforma que está del lado del agua". Tras ese error sucedieron otros, en cadena: "Cerraron la compuerta y se empezó a llenar el lago con las crecidas del arroyo, a pesar del informe que envió la Provincia de que no debían hacerlo. Empezaron a manejar la compuerta y un día se rompió el tornillo sinfín y quedó abajo. Ahí ya empezaron con actividades náuticas, pesca y hasta hicieron un balneario. Para completar el desaguisado, del lado de la ciudad al tubo lo rellenaron con hormigón, por lo tanto, si se quisiera recuperar la capacidad del embalse habría que usar una carga explosiva para abrir ese paso de agua". 

Oroquieta traduce: "Es un dique regulador, y la capacidad de regular se la da el embalse, pero hoy está lleno, es muy poco lo que puede regular, en seguida el agua alcanza los vertederos de arriba".

Para empeorar el cuadro todo lo que arrastra el agua cuando baja de las sierras es material aluvional. Entonces, es básicamente piedra, no hay casi arcilla, que podría sacarse aunque sería un proceso muy costoso. "Pero sacar el material aluvional es imposible", dice taxativo y se resigna: "La macana ya está hecha. La situación es así y, si pasa algo más grande, el agua irá por arriba".

No le parece viable el plan del gobierno local de disminuir un metro el nivel de agua para ganar capacidad de embalse. "Habría que restablecer la compuerta y controlarla con mano férrea, pero quedaría un pantano porque es prácticamente nula la factibilidad de dragar. ¿Dónde lo ponés?". 

Es claro que no le gusta el proyecto, por eso insiste: "No hay nadie que sepa nada en el Municipio, Guadagna es arquitecto, no sabe de hidrología. ¿Para qué lo van a bajar? Que no toquen nada porque con un metro menos de agua aparecen las islas de barro. Van a hacer un despelote bárbaro. ¿Qué van a hacer con el material del fondo? Además, Hidráulica no se los va a permitir. Que lo dejen como está".

Mientras los especialistas debaten y evalúan las dificultades inherentes a una obra de este calibre, el pescador "quique" Martínez es tajante: "Entiendo que un dragado debe ser muy costoso y que hay que esperar que el barro se seque antes de retirarlo de la costa, eso generaría olores nauseabundos durante un tiempo, es mucho el impacto. Pero más grande va a ser el impacto de no hacer nada".


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