17 de marzo de 2025
En la calle Rodríguez 687 se encuentra este prestigioso café bar que resulta imperdible
por
Noelia, de Tandil A Gusto
Los días más
frescos se presentan con más frecuencia, al ver las amenazantes nubes , quise
refugiarme en soledad y tomar un rico café. Mientras me preparaba para salir,
escuché con volumen alto, un reportaje al dueño del lugar, llamado Luis.
Comencé a tararear una canción en particular: "mi Buenos Aires querido";
relacionaba sin quererlo, este lugar con la reconocida canción de Carlos
Gardel.
Al llegar, el
colectivo siguió su rumbo y me encontré de frente con Antique y su fachada.
Avisté con decepción sus cortinas moradas que permanecían cobijando el lugar,
cuando de pronto, una puerta entreabierta me devolvió la esperanza. Al
encontrarme allí, escuché el relato de una radio AM y un hombre que al
divisarme, se acercó a la puerta con una sonrisa y me dijo: "abrimos en
1 hora y media".
Los locales de
Tandil permanecían lóbregos y melancólicos. Algunos tandilenses cruzaban la
calle con helados en sus manos y con aire distendido. Entonces, el momento de
espera me permitió hacerme algunas preguntas. ¿Por qué muchas personas
permanecen horas interminables sentadas en los cafés? ¿Qué hace a una cafetería
tan especial? ¿Cuántas personas pronunciaron palabras importantes sentados
allí?¿Cuántas personas se enamoraron con un café de por medio?.
Tenemos
distintos tipos de cafeterías: cafeterías de especialidad, cafeterías modernas,
cafeterías temáticas y luego tenemos lo que algunos llaman "café
café" donde la especialidad es el lugar en sí mismo. Es innegable la
mística sempiterna alrededor de él.
Mientras iba
llegando puntual a Antique, el mismo hombre solitario que se encontraba sentado
de espaldas mirando televisión, me recibió con calidez. Cuando descubrí el
lugar por dentro, desfilaron por mi mente distintas personas a quienes les
impactaría tanto como a mí, pero principalmente recordé a mi abuelo quien, como
a muchos otros , los cafés de Buenos Aires lo vieron envejecer.
No dudé ni por
un instante en apropiarme de la mesa junto al gran ventanal. Entonces Luis
dijo: "dame unos minutos que la máquina se encuentra fría, procuré abrir y
olvidé encenderla". Mientras él pronunciaba inquieto esas palabras, yo
sólo pensaba "ojalá tarde más de lo esperado, porque de aquí no quisiera
salir". Esperando el café, mis ojos recorrían con fascinación cada rincón
nostálgico. Las paredes estaban plagadas de cuadros de distintas figuras
públicas, publicidades de bebidas y recortes de diarios.
Entraban
distintos hombres que pasaban casualmente, y Luis les decía animado "¡hola
querido!".
Frente a mí,
se encontraban distintos cuadros que contenían fotos amarillentas producto del
paso de los años, y un pequeño cartel que citaba el nombre de la canción que
antes de salir de casa resonaba en mí.
Luis, trajo el
café mientras de fondo se oía al relator de fútbol decir "tardecita de
domingo aquí en Avellaneda"; todo me recordaba al cafetín de Buenos
Aires. Luis me miró y dijo "probalo, y si no está bien,
rectificamos"; me pareció muy atento de su parte. Bebí mi
reconfortante café, mientras el hombre que permanecía sentado en otra mesa,
movía su silla haciéndola rechinar con enojo, ansioso por el partido.
Terminado el
café y totalmente sosegada por el ambiente, quise permanecer. Pedí la carta que
decía así:
La carta
hablaba claro e iba al grano, así que decidí pedir un licuado de duraznos como
excusa para permanecer un rato más.
Luis recorría
lentamente su bistró, iba y venía siempre atento a la puerta .Hablaba a sus
clientes, con deferencia y complicidad. Mientras las fotos del diario "La
Prensa" me observaban, yo contemplaba la grisácea tarde de domingo a
través del despejado ventanal de Antique. Comprendí que estos establecimientos son
un refugio, donde quizás por un rato, uno simplemente se detiene
y acompañado de un café, se sienta a ver pasar la vida.
Pronto volveré
a sentarme en Antique, donde sentí que el tiempo se detuvo por un
instante
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