SALUDOS DEL MUNICIPIO

En el Día de la Mujer Emprendedora, algunas historias que inspiran

19/11/2024

Se celebra hoy y contamos la realidad de tres emprendimientos de la ciudad, a manera de reconocimiento para todas aquellas que "decidieron confiar en su propio proyecto".

El 19 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Emprendedora, una fecha que se instauró para visibilizar la larga lucha por la reivindicación de iguales derechos, oportunidades y salarios con respecto a los hombres, además de las muchas maneras en que las mujeres han ido conquistando espacios de un heterogéneo mundo del trabajo que hasta hace poco era poco más que una ilusión.

Desde el Municipio se han implementado y fomentado políticas públicas transversales, destinadas a impulsar, sostener y fortalecer el emprendimiento de algunas mujeres de nuestra ciudad que un día decidieron confiar en un proyecto propio y llevarlo a cabo.

Así nació "Buenas Semillas", la producción alimenticia de medallones veganos con la que la Lic. en Alimentos Laura Olivera dejó de ser empleada para otros y se transformó en su propia proveedora.

"Comencé este proyecto en plena postpandemia, 2021, buscando algo propio que tuviera que ver también con mis inquietudes en torno a la alimentación saludable. Me acerqué a la Secretaría de Desarrollo Productivo y me comentaron de la existencia de la sala elaboradora. Presenté un proyecto y me concedieron este espacio para poder elaborar", recuerda quien hasta entonces siempre había trabajado en el rubro alimenticio.

El emprendimiento propio contiene el cuerpo y el alma de quien lo crea: desde la elaboración hasta la comercialización. No hay un fin de jornada: hay un germen que cuidar durante todo el día, un producto en el cual creer y convencer a un mercado difuso que, con el correr de los días, los meses y los años, va adquiriendo fisonomía propia.

Cuando Mora Pérez Diez se integró al proyecto apícola de Ignacio, su pareja, ya sabía cuál era el próximo paso: mejorar y desarrollar el campo comercial de "Sierras Pampas", la miel que comercializan en Tandil, Buenos Aires y otros puntos del país. "Después de gestionar todas las habilitaciones sanitarias empezamos a pensar también en cambiar el packaging, descartar el tacho de plástico por el frasco de vidrio, cuidar el producto, su calidad y salir confiados a venderlo sabiendo lo que estábamos ofreciendo", dice. "De la colmena a la mesa" es más que un slogan para ganar más presencia en el mercado apícola: es la forma en que conciben su emprendimiento que tuvo un salto cualitativo también en pandemia, cuando decidieron acondicionar la sala de fraccionado y volverse más competitivos. "Somos productores y, a excepción de la extracción (que tercerizamos) estamos presentes en toda la cadena de producción y comercialización", destaca Mora.

En la Feria de Mujeres Emprendedoras está María del Carmen Funaro, con su paño y su gazebo, también adquirido en plena pandemia. "Cuando ni siquiera se podía salir a comprar, yo encargué on line un gazebo que armé por primera vez en el patio de casa", recuerda esta docente, nieta de italianas de las que aprendió todos los secretos del tejido, revelados bajo la parra donde se juntaban a tomar mate, tejer y contarse historias, en las sobremesas de los domingos. "Hoy toca crochet, vainilla o agujas -decían- y yo las miraba y aprendía mientras las escuchaba". 

Siempre tejió, pero la joyería textil apareció como una solución para la coquetería de una de sus hijas, alérgica a los metales. "Yo le hacía collarcitos, aritos, pulseras y de a poco, también lo hice para sus amigas, pero de pronto se fue extendiendo el uso en otros y otras. Un día me encontré con la mesa cubierta de esas joyas y con el deseo de seguir creando por mí, para mí y para los demás", relata.

La trama familiar fue su escuela y, casi de manera imperceptible, toda su casa se convirtió en el taller de sus creaciones. "Cada joya es un hijo: contiene un proceso único, mis vivencias de esos momentos. En todas estoy yo, aunque luego sean de otros: no se llevan algo mío, se llevan algo de mí", subraya.

La jornada de Laura arranca temprano, a las 7:30 cuando llega a la sala elaboradora. "El Municipio me proveyó de este espacio habilitado con el RNE (Registro Nacional de Establecimientos para la industria alimentaria) fundamental para quienes emprendemos porque nos permite elaborar, inscribir el producto y salir a venderlo. Es una ayuda enorme para dar el primer paso, sobre todo si necesitás un espacio y no podés afrontar los costos de un alquiler: estoy muy agradecida por eso", destaca.

Mora e Ignacio trabajan en la sala de fraccionamiento, llenan frascos, pegan etiquetas, arman envíos y salen a distribuir. "Para nosotros, el aporte del Municipio hizo una enorme diferencia a favor: nos permitió mostrar nuestra marca, invitándonos a todas las ferias y eventos que se llevan a cabo. En la última edición de la Kermesse Rural vendimos todo lo que habíamos llevado y se nos acercó mucha gente que no nos conocía y que a partir de ahora nos busca en distintos locales de la ciudad. Para nuestro emprendimiento es clave ese estímulo: nos mantiene dentro del circuito y nos abre nuevas puertas", destaca.

María del Carmen es María Funaro Joyas en la Feria y en las redes sociales, es María entre sus compañeras de Feria, ese clan simbólico que nace, duerme y renace cada vez que vuelven a crecer las hileras de stands en los eventos masivos de los que participan. "Tengo muchas anécdotas y no todos los días son buenos. Hay malos también, pero al lado siempre hay una compañera que coopera, escucha, cuida el puesto si hay que ausentarse un ratito. A las nuevas se las acompaña más, cada Feria es distinta a la anterior, cada joya empieza a tejer su propia historia cuando se va con su nuevo dueño. Algunos vuelven, como unos turistas brasileros que la otra vez volvieron a comprarme. La Feria es un mundo único de vivencias, un espacio que el Municipio pensó para muchas mujeres como yo que están buscando un lugar para mostrar y vender lo que producen", cuenta.

Laura cuenta con la ayuda de José y Rocío: el proceso de elaboración es minucioso y comienza todos los lunes con la planificación de la producción semanal. Hay que pesar ingredientes, organizar la cocción, armar la pasta, luego las hamburguesas, envasar y distribuir.

"Hemos crecido mucho en este tiempo: he podido comprarme dos freezers y una hamburguesera que nos permite agilizar el armado que antes hacíamos artesanalmente. Después, hay que repartir los pedidos. Ésa también fue una conquista del emprendimiento: primero me tuve que presentar, dejar que probaran el producto y luego, con la aprobación, crecieron los pedidos en dietéticas, avícolas y otros comercios. Me encontré con muy buena gente en el camino y creo que este viraje en los patrones alimenticios hacia formas más saludables nos vino bien. Cuándo se descansa? Cuando se puede, a veces mi hija Clara de 10 años me acompaña en algunas de esas vueltas. Pero la satisfacción de ser un proyecto propio que crece y es aceptado no tiene precio. En este tiempo descubrí que ser emprendedora es una forma de vivir, una manera de buscarme la vida haciendo lo que quiero y apostando a un producto en el que creo", concluye.

Mora e Ignacio tienen "reuniones de directorio" los domingos por la mañana, con el mate en la cama siempre que el pequeño Hilario, de 10 meses, lo permita. "No hay un día en que "Sierras Pampas" no sea parte de alguna de nuestras conversaciones: a toda hora estamos respondiendo mensajes de pedidos o reponiendo en almacenes. Pero trabajamos felices: algunos de los objetivos que teníamos planificados a largo plazo ya se están alcanzando, como la posibilidad de exportar que nos parecía tan lejana y ahora se vuelve un horizonte posible. Una fortaleza de este proyecto? Creemos en lo que vendemos y en la nobleza del producto que hacemos", dice Mora.

"El riesgo de producir en casa es quedarte atrapado adentro y no salir. Pero la Feria es una ventana increíble", cuenta María, rodeada de cuentas, botones, metales, semillas y todo lo que pueda convertirse en joya cuando lo toca con sus manos de orfebre de lo cotidiano: todo, absolutamente todo, puede volverse collar, colgante, anillo, pulsera. La casa la habita y no al revés: ella está impregnada en cada plato, adorno, detalle. "La familia me acompaña en esta locura, no sería posible de no ser así. No recuerdo cuando empecé, creo que fui creadora toda la vida y que es una energía que se renueva y me moviliza todo el tiempo. No se agota y me mantiene viva", concluye.

La historia de estas 3 mujeres es singular y colectiva, al mismo tiempo. Un sueño, una posibilidad y un camino para emprender, crecer y hacer crecer a la ciudad.


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