No fue uno más. Porque a sus dotes de futbolista o comandando un grupo desde fuera del campo de juego, le imponía su hombría de bien. Fue amigo de sus amigos y prestó su oreja y dio los mejores consejos a quienes les hizo de psicólogo en el Bar Manriano's, que fundó junto a otro grande que también nos dejó: Daniel González.

Su pasión fue el fútbol. Identificado con los colores de Santamarina, pero confeso hincha de Gimnasia, supo ganarse el reconocimiento de todo el ambiente y por eso llegó a convertirse en un sello, una marca en el fútbol lugareño.

Su época gloriosa la pasó en el Aurinegro. Aquella clasificación al Nacional de 1985 lo tuvo como baluarte de la alineación y, en esa competencia con los mejores equipos del país, se ganó merecidamente un lugar entre titulares en base a su excelente juego y entrega.

Otros clubes lo disfrutaron. El que no pudo tenerlo como jugador, lo hizo desde la fase de entrenador, fase donde dejó mojones en cada institución que pasó. En Santamarina, estuvo en distintas etapas y en instancias superiores; en Independiente fue quien marcó el camino para una seguidilla de títulos del rojinegro y en Grupo Universitario comandó una de las primeras ediciones del Argentino A.

No hay que olvidarse que, en esos años, la rivalidad Santamarina-Ferro era muy grande. Pero por su carisma y capacidad, él trascendió a todas las barreras que podrían presentarse y se sentó en el banco Tricolor. Con su profesionalidad fue ganándose a los simpatizantes. En ese año, 1994, realizó una buena campaña llegando a jugar la final ante Grupo Universitario, que fue el campeón. 

Hoy, martes 18 de junio, tras distintas enfermedades que debió afrontar y muchos días internado en la Nueva Cínica Chacabuco, su vida se apagó. 

Los restos de Rubén Conti serán velados de 16 a 21 en Crespo, Iacarusso y Santillán y, posteriormente, serán cremados.