Fue en el estadio Dámaso Latasa del Club Ferro, pero es una historia que puede repetirse en cualquier escenario de nuestro fútbol. Gritos, gestos obscenos, piñas y una batalla campal que terminó con el lanzamiento de gas pimienta por parte de la Policía.

Nada puede llevar a semejantes reacciones. De ninguna manera los involucrados pueden buscar explicaciones. Deben sentir vergüenza y pedir perdón por lo que realizaron: actos de barbarie.

¿Qué sucedió? Una serie de dichos de la tribuna a la cancha y un gesto desde la cancha a la tribuna fue lo que prendió el fuego de un incendio que pudo dejar muchos heridos y varios maltrechos. No importa los nombres porque para mencionar a uno hay que nombrar a todos y sería imposible.

No importa quien empezó, sino a lo que llegaron. Es irracional. No hay explicación. Porque hubo de todo en la cancha. En la zona de vestuarios fue incontrolable para los que intentaron separar y se repartieron piñas sin ton ni son y después los daños. Inentendible.

Después la calle. Un joven con una pequeña en brazos, brutalmente agredido y quien quiso intervenir para ayudarlo, también fue golpeado. "Lo desfiguraron", dijo un amigo de los lesionados. No tuvieron lesiones de mayor consideración de casualidad. Después la policía arrojó gas pimienta y nuevamente los desbordes. Resulta increíble e inentendible, pero sucedió en una cancha.