26 de noviembre de 2021
por
Ana de Pietro - Facilitadora de Memoria Celular
A diario escuchamos discusiones de toda
índole, donde los interlocutores no logran ponerse de acuerdo, y en su mayoría
ni siquiera se escuchan. Gritos, quejas, críticas y hasta violencia van
separándonos sin que logremos encontrar puntos en común. Muchas veces son las personas que deciden
sobre nuestro futuro (jefes, funcionarios,
directivos etcétera) son quienes se aferran a sus posturas sin dejar
lugar a la mínima duda, sugerencia, reflexión y consenso, y es ahí donde nos
hallamos frente a las famosas Grietas...
Y si en lo que ponemos énfasis, es en las
diferencias, en lo irreconciliable, en los opuestos y en lo que nos distingue o
separa, nos sometemos al agrio sabor del enojo, sin darnos cuenta que no sólo
No estamos sumando nada bueno a nuestra vida, sino que además en la mayoría de
los casos, estamos envenenando nuestra energía, quitándonos calidad de vida en
pos de ideales o argumentos que ni siquiera son propios.
¿Cómo se cierran las Grietas? A mi humilde
entender, creando Puentes. Vale aclarar, que mi atención no está puesta en
discusiones de origen político, sino, por el contrario, me gustaría profundizar
en nuestras propias "grietas personales", ya que resultaría imposible acercar
ideas u opiniones con otros, si en principio no hemos hallado nuestra propia
Unidad Interna.
Antes de tratar de subsanar las grietas
ideológicas, sosteniendo discusiones que no resuelven nada, deberíamos
preguntarnos cuál es el motivo que me lleva (como individuo) a caer en la vil
trampa de creer que hay que estar de un lado o del otro, cuando en realidad
podríamos usar esa distancia que nos separa para obtener una perspectiva
distinta, pudiendo de esta forma observar si puedo enriquecerme con algo de lo
que el otro propone, o simplemente reafirmar mi propio sentir, sin denostar al
que Es, Piensa o Actúa distinto a mí.
Para esto podríamos preguntarnos por ejemplo:
- ¿Dónde se origina esa imperiosa necesidad de
tener razón?
- ¿Por qué no puedo ser flexible ante las
ideas, formas o actos ajenos?
- ¿Por qué me cuesta aceptar que el otro sea
diferente?
- ¿Por qué necesito todo el tiempo agradar al
otro?
- ¿Por qué necesito cambiar al otro?
- ¿De dónde viene este enojo cuando el otro
piensa o siente distinto a mí?
Generalmente todas esas respuestas vienen de
un solo lugar: nuestras heridas internas. Nuestro temor originado en la
desvalorización, nuestro enojo originado en la opresión o en la indiferencia,
nuestra necesidad de aferrarnos originada en el desamor o el abandono.
Cuando uno desea construir un puente, deberá
tener en cuenta: qué puntos desea unir, y qué dejará correr por debajo.
Cuando de puentes vinculares se trata, ya sea
entre una pareja, familiares, compañeros de trabajo o humanidad en general, lo
que debemos atender primero es mi vínculo conmigo mismo. Ser consciente de mis
emociones, dejar aflorar mis heridas, traerlas a la superficie y "amigarme" con
mi dolor. De nada sirve tapar u ocultar lo que siento, porque aunque mi mente
lo olvide, saldrá en algún momento a través de mis actos o de mis síntomas.
Crear un puente que une mis emociones con mis pensamientos, me permite ser
coherente con mis actos. Y cuando
comienzo ese proceso de "DESPERTAR" a la conciencia de quién soy
realmente, puedo poner en perspectiva
los actos de los que me rodean. Puedo comprender que cada uno vive su propio
camino y va haciendo su propio proceso interno, y definitivamente NADIE puede
cambiarme, ni yo puedo cambiar al otro.
Para poder crear puentes sólidos, primero
debemos estar seguros de reconocer quiénes somos, y desear realmente alcanzar
los puntos de unión que tenemos con los demás. Todas aquellas cosas que no
resuenan con nuestra vida (distintas formas de ser, de pensar, de vivir) será
aquello que dejaremos correr en el río del Respeto por el proceso ajeno. ¿Cómo
comienzo? Respetándome a mi mism@. Siendo consciente que puedo cambiar mi
realidad si comienzo por cambiarme a mí mismo. Siendo compasivo con quien he
sido y alentador con quien Soy. Tomando el mando de mis pensamientos y
seleccionando cuántos me pertenecen y cuantos heredé.
Un buen puente también debe ser flexible. No
puedo pretender que los demás sean como yo quiero o como yo soy, porque los
otros no son mejores o peores que yo: son Otros. Para ser flexible con los
demás, primero debo ser flexible conmigo.
No castigarme o culparme si "falle", sino aprovechar el aprendizaje.
Crear mis propias metas y explotar mis propias capacidades. Darme la
oportunidad de explorar el conocimiento, las experiencias, los diferentes
caminos, cambiar de opinión o de lugar, permitirme Ser quien quiero Ser.
Las grietas generalmente nos mantienes
distantes y a salvo de lo que creemos diferente o de los que nos asusta... Yo
particularmente prefiero los Puentes. Pretendo arriesgarme y cruzar, deseo cruzar y conocer, espero conocer y
poder volver. Y ansío que Usted, querido lector, construya sus propios puentes que lo acerquen
a su felicidad. Ida y vuelta.
Así en infinidad de direcciones.
Ana De Pietro - Facilitadora de Memoria Celular
Contacto:
WhatsApp: 249 4557618
Email: anadepietro@hotmail.com
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