DOLOR

El "Corazón de Villa Italia" y su reencuentro con Nilda

19/11/2020

Hace poco más de un año, Nilda, su madre, nos había dejado. Hoy se reencontró con Jorgito, su hijo.

Jorge Melfi, Jorgito, como era conocido no sólo en su Villa Italia sino en todo Tandil falleció a las 3.20 de la madrugada de este jueves 19 de noviembre en la Clínica Chacabuco.

Los restos de quien supo ganarse el aprecio de toda la comunidad serán velados en la empresa Alessi y Manna de 11 a 15, cuando serán llevados al Cementerio Municipal.

El Diario de Tandil, en su espacio "Personajes de la ciudad", le realizó una nota y la misma traducimos a continuación:

"En Villa Italia es Gardel. Así de simple. Todos los conocen. Lo ven a diario caminando por Quintana, haciendo los mandados o Visitando la Panificadora Tandil donde es uno más de la familia.

Su identificación con el barrio es total. Lo conoce todo Tandil, pero tras la avenida Del Valle es especial. Viene de tiempo. Los Melfi se criaron allí. Hicieron amigos y Jorgito encontró en el barrio las aventuras que soñaba.

Detrás hay una historia fuerte. Con muchos héroes anónimos y personajes secundarios que de a poco se fueron cruzando en su camino.

Nació hace 47 años en el conurbano bonaerense, en medio de un parto complicado. Desde el minuto uno su vida estuvo signada por el esfuerzo. Era muy chiquito, pesaba la mitad que los otros bebes que compartían la sala de maternidad. Pero salió adelante.

Sus verdaderos padres, los que lo quisieron desde el primer día, se habían casado hacía tiempo. Buscaban un hijo que no llegaba, pero nunca se desesperaron. Probaron métodos, hablaron con especialistas y no había caso. 

Nilda (ya fallecida) quería compartir el amor que había en esa casa, había mucho para dar. Un día tomaron la decisión y fueron a la Capital Federal para inscribirse en la Casa Cuna. Estaban decididos a adoptar. No veían la hora de aprender a ser padres.

Pero el tiempo fue pasando y no llegaban noticias. Nilda tomó la iniciativa, convenció a su esposo de viajar de nuevo a la Gran Ciudad y ver si había alguna novedad. Corría el año 1972 cuando se subieron de nuevo a la camioneta y muy despacito volvieron a tocar la puerta del centro de adopción.

Esa expectativa se incrementó por mil cuando del otro lado del escritorio le dijeron que había un chiquito esperándolos. En ese momento no soltaron una lágrima, pero el corazón se salía del cuerpo.

El embarazo de Nilda duró mucho tiempo. Sabía que venía en camino, pero no cuando llegaría. Se pueden esperar 8, 9 meses, pero también años. 

La historia cuenta que ahí nomás se subieron a un taxi con la gente de la Casa Cuna y fueron en su búsqueda. El amor surgió a primera vista. O quizás al primer pensamiento. Las cuadras que viajaron en el transporte se hicieron eternas.

"Cuando llegó a nosotros tenía tres meses, pero parecía un recién nacido. Estaba muy flaquito y era hermoso", contaba Nilda.

Ni bien llegaron a Tandil se pusieron en contacto con el Doctor Imperiale. Estaban al tanto de su problemita al nacer y querían saber a qué se enfrentaban. El medico lo revisó y les dijo que esperen, que lo alimenten como a cualquier lactante y esperen su evolución en los siguientes meses.

Esa casa de Villa Italia era pura alegría. Allí no importaron las crisis económicas, las enfermedades. Las pasaron a todas, pero juntos y en familia.

Con el tiempo Jorgito comenzó a mostrarse tal cual es. Un ser especial que superó todas las pruebas que le pusieron en su camino. Parece una metáfora de su relación con el atletismo. Cada carrera es un nuevo desafío, así se tomó su vida.

De muy chico le agarró el gustito a la calle. En la casa salían todos a trabajar y él prefería irse a Unión y Progreso. Jugaba al básquet, se divertía con los demás chicos del barrio. Siempre fue uno más. 

Hay muchas historias de Jorgito lanzando la pelota de básquet desde media cancha hasta el glorioso encordado del aro. Más de uno quedó con la boca abierta. Los chicos del club se reían. Lo veían practicar día y noche y sabían de lo que era capaz.

También de pibe probó con el boxeo. Lo tentaron las peleas en el Gigante de Villa Italia y fue al ex gimnasio del club Santamarina donde descubrió una pasión que lo acompañará por siempre.

Una y otra vez repite los latiguillos que escuchaba en el ring. "Higado, estomago, defensa, levantá las manos, boxeá". Esos años de darle a la bolsa quedaron en el recuerdo, pero lo tiene presente a cada momento. Lo mismo la historia de su recordado knock out a Latigo Coggi en su visita a las sierras.

Fue un tiempo a la escuela especial pero no se pudo adaptar. Todos los días se levantaba a las 8 en punto, desayuna y sale a entrenar. Su rutina es casi religiosa. Llueve o truene no se pierde el trote por la Estación.

Al mediodía volvía para el almuerzo y mirar El Zorro y descansar unos minutos. No mucho. Porque enseguida que termina el capítulo enfilaba para la puerta y volvía al ruedo.

Tenía pasión por el atletismo. Su primera carrera fue hace 25 años, en una prueba organizada por la Metalúrgica Tandil. Desde aquel día no paró más. La corrió a todas, incluso en otras ciudades. Cuando hablamos del tema empieza a mencionar algunas de las pasadas y otras que vendrán. Tiene la agenda bien presente.

Nos contó que su ídolo es Diego Simon, la sensación del atletismo local. Le sigue la carrera, sabe por dónde anda y como le va. Más de una vez largaron juntos desde la meta.

En sus caminatas por el centro le gustaba sentarse a conversar con los abuelos que esperan la jubilación. En verdad se llevó bien con todos. A las damas les da un beso en el dorso de la mano. Con los hombres ensaya algún golpe de box simulado. Se ríe y de inmediato te gana la confianza. 

Los autos de carrera también lo apasionaban. No importa si es de karting, TC del 40 o lo que fuera. Ama la velocidad y tuvo el privilegio de subirse a un bólido junto a pilotos como Fabián Acuña o Jorge Politano.

Su vida no fue fácil, pero vaya que la sacó adelante. Hoy, seguramente, se estará reencontrando con Nilda.

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