12 de septiembre de 2020
por
Brando Bruni
Con más de 30
años trabajando como seguridad, en boliches como en eventos de todo tipo,
Roberto Bonanna se transformó en una de las caras más vistas por los
tandilenses. Además, con el tiempo y a fuerza de trabajo, logró un lugar
referencial en su rubro, siendo reconocido tanto por empresarios, colegas y
vecinos. Por eso, hoy es nuestro "Personaje
de la Ciudad".
Repasando su historia
desde el principio, podemos decir que nació el 22 de diciembre de 1964, acá en
Tandil. Vivió un corto tiempo en calle Alberdi pero de muy chico se mudó al
Barrio Atempam. "Mi viejo era
metalúrgico y este barrio lo hicieron ellos. Es el barrio de mi infancia y
donde pasé momentos increíbles de mi vida", recuerda. Y vale decir que al
día de hoy, sigue viviendo en la zona.
Pasó por la Escuela
1, la Técnica y Normal y hace dos años terminó en la Universidad, donde trabaja
como no docente, culminando la tecnicatura en gestión universitaria.
A los 19 fue que
arrancó con esto de la seguridad. Ya conocido en el ambiente de las artes
marciales, un amigo, Alejandro Marino, le comentó que estaban buscando gente
para trabajar en los bailes del salón de invierno de la universidad.
"El trabajo de la noche siempre me apasionó. Una
de las cosas que me dicen es que cambié un poco la óptica del seguridad, lo que
la gente pensaba. También cambié un poco la forma de trabajo, antes los dueños
de boliche contrataban al que tenía fama de pegador, el que se la aguantaba era
el que iba a trabajar. Había gente que le decían dos palabras y tiraba una
trompada. Me hice conocido porque en los lugares donde era pelea tras pelea,
iba a trabajar, el lugar se calmaba y no me peleaba con nadie. Impuse siempre
que el buen trabajo era terminar la noche sin ninguna pelea. Que las
situaciones no las provocara el que trabajaba, que sea personal de prevención", cuenta Roberto.
Vuelve a decir
que "la noche me apasiona. A veces suena
contradictorio, siendo una persona que viví entrenando, haciendo deporte y
compitiendo. Pero la noche es una cosa que me puede. También empecé a salir de
muy chico, mi primer baile fue un 22 de diciembre cuando cumplí 14 años., en
las viejas matinés que se hacían en Unión y Progreso".
"Cuando empecé a trabajar, había chicos que eran
más grandes que yo. Pero no tuve inconvenientes con eso, siempre fui muy calmo.
Las artes marciales me calmaron, antes me gustaba pelear, pero lo canalicé con
lo deportivo", reconoce
Bonanna y agrega que "trato de que todo
lo que hago, hacerlo con mucha seriedad y profesionalismo, es la única manera
de que las cosas salgan bien".
Sobre su relación
con sus colegas, comenta que "es como
todos los ambientes, uno empieza a tener relación con todos. Al principio yo
los conocía a todos, pero a ellos a mí no me conocían por seguridad sino por
las artes marciales. Después nos empezamos a vincular como colegas. En el
ambiente de la seguridad siempre hubo compañerismo. Quienes trabajan en la
noche se hacen muy compañeros. Vienen seguridad de otros lados, a saludar, y si
hay un problema ves que están todos ayudando. Es un trabajo que crea una
camaradería muy importante".
Su laburo lo
llevó por todos lados, dice que "he
trabajado en la mayoría de los boliches y en todos los ambientes. Sea cumbia,
rocanrol, los más modernos, los chetos, los del centro, con gente grande o más
chica. El año pasado me pasó en un egreso, que estaba en la puerta, una mujer
me vino a saludar. Yo la conocía pero no me acordaba de dónde. Me dijo que no
podía creer que todavía esté trabajando, que su hija me conocía de los
boliches, y a ella le había pasado lo mismo. Pasaron tres generaciones y sigo
trabajando".
"Uno tiene que tratar bien a la gente porque es la
esencia de nuestro trabajo. Además, a veces uno saca a un borracho que no se
puede mantener parado, que capaz alguna vez fueron golpeados innecesariamente.
Yo trato de hablarles, calmarlos, a veces se enojan en el momento, pero me pasó
muchas veces que me vinieron a pedirme disculpas y a agradecerme", cuenta orgulloso y reconoce que "pelear es lo más fácil que hay. Y con una
persona enojada, más fácil. Lo difícil es agarrar a una persona que está muy
alterada, que se enoja con todos, bajarle la agresividad con palabras y que se
vaya. Cuando logramos eso, es que conseguimos hacer un buen trabajo".
Con su
disciplina, buen trato y profesionalismo, logró convertirse en el referente del
rubro que es hoy y desde hace mucho tiempo. Explica que notó ese reconocimiento
porque "me venían a buscar de todos
lados, ya era el que armaba el grupo. Desde hace como 15 años atrás, abre un
bar nuevo y enseguida me vienen a buscar, para que esté en la puerta o le
organice la seguridad. También muchos chicos venían porque querían trabajar o
me preguntaban cómo hacer el trabajo. A mí la docencia me gusta, me pasa
también con las artes marciales".
"Se impuso la manera de trabajo, que el seguridad
sea también un poco relaciones públicas. Que contenga a la persona que está
enojada, que tiene problemas, trae problemas de afuera y capaz que se cruzó con
un vecino que se enojó. Uno tiene que comprender. Tampoco estamos para que nos
insulten o nos tiren botellas, que nos ha pasado también", afirma.
Sobre las diferentes
épocas y cuando vio más violencia en la noche, describe que "cuando empecé, las peleas generalmente
eran uno contra uno, y se terminaba ahí. O los sacabas y afuera se arreglaban.
Yo vi mucha agresividad hace unos 15 años atrás, cuando se empezaron a usar las
patotas, a mí me sorprendía muchísimo. Era ver que cinco o seis agarraban a
uno. La mezcla de sustancias, mucho alcohol en las previas, hizo en un momento
a la juventud más agresiva. En el último tiempo, si bien hubo casos, están más
tranquilos los lugares".
"También pasa que ahora con 50 mil habitantes más,
hay menos lugares para salir. Antes estaba Unión, Moreno, Excursionistas, El
Italiano, Bracco, Circulares, Casablanca, Yamó, Scandal, cantidad de lugares.
Ahora tenes tres o cuatro, sabes que si te echan de un lugar, tenes la puerta
cerrada en todas", añade
a su explicación.
Cuando se le
pregunta por el mejor boliche donde trabajó, dice que no puede elegir uno solo,
pero remarca que "tuve tres donde me
apasionó trabajar. María Morena, Malú y La Taba. Tuve una excelente relación
con todos los empresarios de la noche, estuve muchos años en Museo, también
estuve con Pablo Fernández tanto en Casa de Piedra como en Sol, en El Ángel.
Pero en esos tres lugares, me encantaba trabajar".
Además de su paso
por infinidad de locales nocturnos, vale destacar su labor en recitales
masivos: "Cuando los Peuscovich
empezaron a hacer recitales chicos en el Cervantes, yo les manejaba la
seguridad. Ellos crecieron muchísimo, a base de un trabajo fantástico, y para
seguridad demandaban un tiempo que yo no tenía. Pero trabajé años, hice
recitales como el Indio en Junín y acá, o La Renga. Conocí gente como Pappo o
Leo Mattioli, hice cantidad de recitales. Tuve muchas propuestas de viajar,
pagándome muy bien, pero jamás fui. Yo siempre digo que fui un seguridad de
Tandil. No podía ir, mi actividad de taekwondo jamás la dejé ni la dejaré.
Además, tenía otro trabajo, en la parte metalúrgica con mi papá y ahora hace 18
años que estoy en la Universidad".
Otra característica
de su laburo, estando en la puerta de bares y boliches, es que por el buen
trato mucha gente se ha tomado la confianza de pedirle pasar. "Al ser tan conocido, siempre hay uno que
te dice que no trajo plata o algo así. Pero hablando bien, me hacía entender
que no era el dueño. Me gustó siempre poner las reglas claras, me sentaba con
los dueños de los lugares y en la charla le buscábamos el perfil determinado, y
le pedía la libertad de poder hacer pasar a 15 o 20 personas. Dejaba pasar a
mis amigos más cercanos o a quien sabes que va a consumir. Pero siempre
hablando, cuando uno es profesional uno no puede hacer las cosas a escondidas".
Viendo al futuro
cercano, sabe que en su rubro la tienen complicada para volver a trabajar, es
uno de los sectores más afectados por la pandemia y el aislamiento: "Nuestra actividad no creo que ni a fin de
año se pueda realizar, no creo que se hagan las fiestas grandes ni los egresos.
Boliches, creo que uno tiene que darlos por olvidados hasta pasado el verano.
Recitales masivos, menos. Nuestro trabajo está detonado. Uno se ha reinventado
y nuestro grupo de trabajo, del que soy un compañero más, no tenemos nada.
Tuvimos la suerte que me llamaron desde el Municipio y nos reinventamos con la
guardia urbana, un lugar donde somos 19 que vamos teniendo trabajo, algo que es
nada que ver a lo que hacíamos pero con eso pudimos ir zafando".
"Me dicen que en Buenos Aires y La
Plata tampoco tiene perspectivas, no hay una forma de protocolo. ¿Cómo vas a
respetar el distanciamiento social? Un boliche no funciona con 20 personas. Ya
la capacidad ocupacional que se dictó después de Cromañón complicó a los
bolicheros. También a la gente, porque muchos van y si ven que hay poca gente,
no entra, el boliche que está lindo es el que está explotado", dice Bonanna y cierra diciendo que "hasta que no salga una vacuna, que no creo
que sea en lo inmediato, las reuniones con un mucha gente van a hacer muy
difíciles. Los empresarios que traen eventos artísticos, como los Peuscovich o
Mauricio Cervone, no pueden traer nada porque tienen que meter mucha cantidad
de gente".
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