PERSONAJE DE LA CIUDAD

El "Mono" Ijurco, ganador en el fútbol y en la vida

10/07/2020

Es uno de los mejores y más reconocidos arqueros que dio nuestra ciudad. Lo quieren los de Ferro y los de Santamarina. Superó una grave enfermedad y volvió a las canchas. Humilde y trabajador: Juan Manuel Ijurco.

por
Alejo Traiani

Juan Manuel Ijurco, "Mono" como lo conocen todos, nació en febrero del 78 en Villa Aguirre. Allí creció su pasión por el fútbol y particularmente con el arco, posición que lo llevó a ser uno de los mejores y más conocidos arqueros de la ciudad. En diálogo a corazón abierto con El Diario de Tandil, nos contó su historia.

LA INFANCIA EN VILLA AGUIRRE

"De chico viví con mis viejos, Juan Carlos y Beatríz; y mis hermanos, Juan Ignacio, Juan Cruz y Juan Pablo. Solíamos andar por el barrio, jugando en los potreros y pateando todo el día. Ahí fue donde creció la pasión por el arco", comenzó recordando su infancia.

En ese momento, "Villa Aguirre recién estaba poblándose, había mucho terreno baldío, por eso se armaban las canchitas ahí. Nos juntábamos con la gente del barrio, jugábamos. Hoy por hoy, lamentablemente, es lo que no está pasando tanto", contó.

LOS PRIMEROS PASOS EN FERRO E INDEPENDIENTE

Su pasión por el fútbol nació en los potreros, pero el Tricolor de La Estación comenzó a formar a ese arquero que hoy todos conocemos. "Yo jugaba en Ferro, de delantero, me gustaba jugar. Pero mi viejo tuvo un paso por el arco de joven, me empezó a enseñar y me quedó. Después me gustó cada vez más y le metí para adelante", relató.

Después, "me fui a Independiente en infantiles, y terminé volviendo a Ferro. Estuve mucho tiempo ahí, pasé muchas cosas lindas, muchos campeonatos en primera. Debuté a los 16 años con el 'diente', no me olvido más que la primera pelota que me tiraron pegó en el palo, ja. Imagínate cómo estaría", agregó.

EL LLAMADO QUE LO UNIÓ CON SANTAMARINA

Ese arquero que de adolescente ya atajaba en Primera, estaba destinado a cosas más grandes. "Invitaron a Santamarina al Argentino B, Rubén Conti y Luis Quintela armaron el equipo, me llamaron y fui. Yo estaba contento por el torneo que iba a jugar, obviamente uno tiene sentimientos por la camiseta, pero también va buscando su camino profesional. Recuerdo los lindos partidos entre Ferro y Santamarina, con mucha gente, canchas llenas, era hermosa. Pero más adelante, uno ya lo toma como un trabajo, más allá de que era todo bastante amateur"

La vida ligada al fútbol no fue un objetivo, si no algo "que se fue dando. Cuando estuve en Ferro me llevaron a Gimnasia de La Plata, estuve seis meses y no pude jugar por problemas de documentación. Luego me quedé en Tandil, surgieron algunos clubes en Capital pero nunca se llegó a un acuerdo"

El Mono continuó ligado al Aurinegro, donde no le fue para nada mal: "Por suerte, atajando o siendo parte del plantel estuve en todos los ascensos, al Argentino A y al Nacional B. Fueron momentos inolvidables, cada torneo tiene sus cosas. Pasaron muchos jugadores, muchos técnicos y muchas cosas entre medio. Recuerdo que con Lo Tártaro entrenábamos en el Ejército y veinte minutos antes tirábamos un balde de agua de veinte litros para que esté más blando. Y así miles de cosas", rememoró.

EL PARTIDO GANADO A LA VIDA

Como dice el título, el Mono Ijurco es un ganador en el fútbol, pero también en la vida. Habrán pasado canchas difíciles, rivales duros, pero ninguno como una batalla contra la leucemia, de la que Juan Manuel también salió victorioso.

De esos momentos, recuerda: "No me lo olvido más, son cosas que te marcan la vida. Estábamos yendo a Rafaela, me tocaba atajar. En el viaje sentí que se me hinchaba la lengua, no le di bola, pensé que me había mordido. Luego, en la entrada en calor, me sentía cansado y ahogado". Y sigue: "Para la vuelta, mi señora vio que tenía un hematoma en la espalda. Fui al médico del club, que fue el Dr. Gallo, me hice estudios y saltó todo lo que tenía. Me derivaron a Buenos Aires, donde por suerte el médico fue muy sincero conmigo, algo que es muy complicado. Me dijo que tenía cuatro posibilidades: aplasia medular, leucemia, un virus en la sangre o algo en la médula. Me derivaron al italiano y me detectaron la leucemia".

Explicó que "tuve un tratamiento durante un mes en donde no podía recibir a nadie, estuve encerrado acompañado por mi señora. A mis hijos no los pude ver por tres semanas, que fue lo más duro. Pero también es a lo que uno se aferra: el más chico estaba empezando a caminar y era de lo que me agarraba para salir más fuerte".

Tras el primer tratamiento, fue dado de alta y se volvió para la ciudad. Lo primero, ir a la cancha: "Santamarina jugaba con la CAI acá. Yo la noche anterior había estado con fiebre pero el médico me dejó ir a ver el partido. Fui y la verdad que fue una emoción muy grande, que la gente coree mi nombre fue emocionante, se me puso la piel de gallina. Pero, en el entretiempo me fui al Hospital y volví a quedar internado. Se me habían bajado las defensas por una infección"

Contó que "después de eso tuve dos años de tratamiento, yendo a Buenos Aires cada quince días. Entre medio me llamó Cristian Daguerre que había agarrado Santamarina para que le dé una mano con los arqueros". Tiempo después, "luego de un par de punciones, me dieron el alta definitiva". Batalla ganada.

Párrafo aparte para el 'aguante' que tuvo en su momento más difícil. Acá no hubo amigos del campeón. "Nunca me imaginé la repercusión que tuvo. Me hacían llegar cartas, banderas, saludos por todos lados. Cuando mi señora venía a ver a mis hijos, iban a preguntarle a ver cómo estaba. La Universidad se portó diez puntos, puso combis para que vayan a donar sangre. La gente me dio un cariño enorme. Uno andando no lo nota, pero cuando pasan estas cosas ve el apoyo que tiene alrededor"

LA VUELTA, EL ASCENSO Y EL FINAL

Una vez dado de alta, las ganas de volver a competir florecieron nuevamente. "Me dieron ganas de volver a revolcarme y entrenar. En esa época peleamos el ascenso al Nacional B, más no podía pedir. Pasar de no poder jugar nunca más por una enfermedad y volver y ascender, pensé que jamás lo iba a vivir, sobre todo la vuelta a la ciudad"

"Llegamos al Nacional B y decidí ya no formar parte. Primero porque era un trabajo profesional que no iba a poder hacer y también para estar más con mi familia. Hoy estoy como entrenador de arqueros pero no viajo, tengo más tiempo y disfruto más con mis hijos y mi señora", admitió.

"Después de todo, cansado de los viajes y de lo que me pasó, no pedía más. Gracias a Dios siempre pude seguir laburando en el club", confesó.

LA VIDA DESPUÉS DEL FÚTBOL

Pese a retirarse, siguió ligado al Aurinegro y formó su escuelita de arqueros junto a otra gloria del club, Tony Bertoya. "Es algo que tenía en mente, pero por distintas cosas no se pudo dar. Con Tony Bertoya charlamos, yo sabía que él estaba pensando en dejar, así que nos decidimos y ahí nació la escuelita"

Sobre esa actividad, dijo que "es algo que uno ya lo tiene adentro, toda la vida con el deporte, entrenando. Hoy lo disfruto y el doble, sobre todo porque mis hijos colaboran conmigo. Verlos a ellos disfrutar es una emoción muy grande".

Hoy, el Mono vive con su mujer, Patricia, con quien sale desde hace más de veinte años. Los acompañan Mateo y Pedrito, otros dos apasionados por el fútbol. "Uno intenta siempre trabajar de lo que le gusta y equilibrarlo con el tiempo para la familia. A lo mejor perdí tiempo con ellos, que uno hoy puede reprochárselo, pero también viví cosas hermosas con el fútbol", confesó.

 "Volvería a vivir mi vida. Con las cosas que van pasando se le cambia la cabeza a uno, piensa más en la familia, y trato de no dejar nada para adelante. Es algo de lo que nos pasa con la pandemia hoy, intentamos aprovechar el momento"

Afortunadamente, puede decir que "no tengo nada pendiente, hice todo lo que quise. Tengo mi familia, mi casa, viví muchas cosas con el deporte y tengo salud al igual que todos los que me rodean. El resto viene solo".

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