HELENA BERESTAIN - ESPECIAL PARA EL DIARIO DE TANDIL
03/04/2020
Hoy, tendrán que bancar mi bronca. El centro y el "no centro" de este pueblo era una romería (*) Si leyeron mi Nota de Opinión, saben de mi ira. Maldita sea, mucho #QuedateEnCasa, #al virus lo vencemos entre todos... y aplausos a los cuidadores de salud, y videos sobre lo unidos que estamos. ¡MIERDA! no inventemos más. ¿Somos tan estúpidos como para no darnos cuenta que este virus TE MATA?
Además de las decenas de opiniones sobre la ECONOMÍA post
pandemia, se suma un tira y afloje sobre quien va primero en la procesión...del
santo entierro: si la salud o la economía.
Elijo pensar como Charles Chaplin: "Existe algo tan
inevitable como la muerte: la vida".
VIERNES DIA #15
Me resulta imposible abstraerme del enojo profundo que me
produce la improvisación, la rebeldía ante las normas y la liviandad que emerge
de la ignorancia. Enojada fuerte y mal, llamé a Grace para coincidir con su
concepto de ayer, copio textual: "¿Sabés cuándo se van a quedar adentro?
cuando en este pueblo se mueran los primeros, del sorete no van a asomar la
nariz ni a la ventana, acordate". Obvio que había leído mi columna y me
dijo cortito y al pie: -"Helen, todavía estuviste muy light yo hubiera sido
más dura, quieren que se mueran los viejos, te lo digoooooo! No quiero decir
que lo hicieron a propósito, pero por ahí andan, menos viejos, menos problemas"
Grace, además de las colas hoy había autos dando vueltas por todos lados, nena.
No fueron solo las colas de jubilados y por la AUH, acá por casa -que no hay
bancos- había un movimiento infernal, autos y más autos, y con varias personas
dentro. No se que pensar, mirá -"¡Que pensar ...no hay mucho! Sin ser
chusma, eh? te digo que acá ...hay gente que sale todos los días y va a la
carnicería de la avenida y a la panadería de la esquina, vuelve al
departamento. A la tarde fuaaa! de nuevo a la panadería a comprar facturas y ya
que está, al kiosco de la otra cuadra y adentro. Con barbijos y hasta guantes,
mirá lo que te digo! Eso lo veo yo, más los autos de la cochera que entran y
salen todo el tiempo, no se donde catajo van... uno por familia vaya y pase, pero
por ejemplo...sale él en su auto, al rato ella también en auto, por eso se ve
tanto tránsito. Anoche justo discutí con el gordo, el se "entretiene°...por
decirlo de alguna forma, desde el balcón y quería salir hoy para ir no se
donde... además le pidió a Juanchi que le sacara el permiso ese de cadena
alimentaria
Llamó Marina, otra vez con el lamento de la manicura... le
pase el teléfono de Olga, que se arreglen y se contagien entre
ellas.
No se si tomamos dimensión de la muerte y que es la
única certeza que el humano tiene, lo demás es todo discutible. Y por
estos tiempos justamente para no dejar correr porque sí la vida, vale pensar
que debemos cuidarla. Porque se escurre con la irresponsabilidad.
Tengo varias colecciones de libros de CUENTOS CORTOS, una
muy especial recopila anónimos europeos antiguos. Vale para hoy, es cortito y
lo comparto.
Cuídense, asistan a los mayores reacios a la tecnología,
insistan que la tarjeta de débito es dinero, y que ir a la cola
del banco no es un punto de encuentro social.
Hasta mañana si Dios quiere.
(*)ROMERÍA: Fiesta popular que se celebra en un lugar
cercano a una ermita en el día de la festividad religiosa del santo o la virgen
a la que está consagrada.
Los mensajeros (cuento anónimo
europeo)
Una vez -hace de ello muchísimo tiempo-, pasaba un
gigante por la carretera real,
Cuando de repente, se le presentó un hombre desconocido y
le gritó:
-¡Alto! ¡Ni un paso más!
-¡Cómo! - exclamó el gigante- ¿Un renacuajo como tú, al
que puedo aplastar con
dos dedos, pretende cerrarme el paso? ¿Quién eres, pues,
que osas hablarme con tanto atrevimiento?
-Soy la Muerte -replicó el otro-. A mí nadie se me resiste
y también tú has de
obedecer mis órdenes.
Sin embargo, el gigante se resistió y se entabló una
lucha a brazo partido entre él y la Muerte. Fue una pelea larga y enconada pero
al fin venció el gigante que, de un puñetazo, derribó a su adversario, que se
desplomó junto a una roca.
Prosiguió el gigante su camino, dejando a la Muerte
vencida y tan extenuada que no pudo levantarse.
« ¿Qué va a ocurrir -se dijo la muerte-, he de quedarme
tendida en este rincón? Ya nadie morirá en el mundo y va a llenarse tanto de
gente que no habrá lugar para todos».
En esto acertó a pasar un joven fresco y sano, cantando
alegremente y al ver aquel hombre tumbado, casi sin sentido, se le acercó
compasivo, lo incorporó, le dio a beber de su bota un trago reconfortante y
aguardó a que se repusiera.
-¿Sabes quién soy y a quién has ayudado? -preguntó el
desconocido, levantándose.
-No -respondió el joven-, no te conozco.
-Pues soy la Muerte -dijo el otro-. No perdono a nadie, y
tampoco contigo podré hacer una excepción. Mas para que veas que soy
agradecida, te prometo que no te llevaré de manera imprevista, sino que te
enviaré antes a mis emisarios para que te avisen.
-Bien -respondió el joven-. Siempre es una ventaja saber
cuándo has de venir; al menos viviré seguro hasta entonces.
Y se marchó, contento y satisfecho, viviendo en adelante
con despreocupación. Sin embargo, la juventud y la salud no le duraron mucho
tiempo; pronto acudieron las enfermedades y los dolores, amargándole los días y
robándole el sueño por las noches.
«No voy a morir -se decía- pues la Muerte me debe enviar
a sus emisarios; sólo quisiera que pasasen estos malos días de enfermedad».
En cuanto se sintió restablecido volvió a su existencia
ligera, hasta que, cierto día, alguien le dio un golpecito en el hombro y, al
volverse él, vio a la Muerte a su espalda que le decía:
-Sígueme, ha llegado la hora en que debes despedirte del
mundo.
- ¿Cómo? -protestó el hombre-. ¿Vas a faltar a tu
palabra? ¿No me prometiste que me enviarías a tus emisarios, antes de venir tú
a buscarme? No he visto a ninguno.
- ¿Qué dices? -replicó la Muerte-. ¿No te los he estado
enviando, uno tras otro? ¿No vino la fiebre, que te atacó y te postró en una
cama? ¿No te turbaron la cabeza los vahídos? ¿No te atormentó la gota en todos
tus miembros? ¿No te zumbaron los oídos? ¿No sentiste las punzadas del dolor de
muelas? ¿No se te oscureció la vista? Y, además, y por encima de todo esto,
¿acaso mi hermano el Sueño no te ha hecho pensar en mí noche tras noche? Cuando
dormías, ¿no era como si estuvieses muerto?
El hombre no supo qué replicar, y, resignándose a su
destino, se fue con la Muerte.
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