PERSONAJES DE LA CIUDAD - EDICIÓN PAPEL
27/12/2019
Gustavo Ariel "Chino" Leonardi es nuestro #Personaje de la Semana. Empezó de bien abajo, en una familia humilde que no llegaba a fin de mes. Tuvo que salir a pedir y trabajó de changarin desde niño. La música es su pasión y lo ayudó a cumplir sus sueños. "No me arrepiento de nada en mi vida, sufrí mucho, pero ya vendrá la recompensa", le dijo a El Diario De Tandil.
por
Mauro Carlucho
Era el año 1987 cuando mi vieja abrió una frutería en calle
Lisandro de la Torre. La vida en Villa Galicia era el paraíso para nuestra
generación. Jugábamos a la pelota en la calle, a la escondida, las carreras de
autos en los patios. La manzana de Chienno, de la Torre, Jujuy y Cabral era
nuestro lugar en el mundo.
Todos los pibes del barrio pasaron alguna vez por nuestra
cuadra, pero había uno que marcaba una distancia. Nos miraba de lejos y no se
animaba a participar.
Yo lo conocí para esa época y éramos casi de la misma edad.
La primera vez lo vi entró a la frutería, la miró a mi vieja y apenas dijo:
- ¿Tiene algo para
darme?
Eran los últimos años del gobierno de Raúl Alfonsín,
asediado por la hiperinflación.
Luego de ese encuentro lo empezamos a ver más seguido. El
"chino" vivía en Figueroa a una cuadra de los cuarteles. Calle que divide Villa
Galicia y Villa Italia.
Con el tiempo nos empezamos a saludar y hubo una relación
más cercana. Más todavía cuando nos encontramos en las clases de karate que se
daban en el club Kramer.
Durante toda la infancia y parte de la adolescencia fue un
pibe distante. Era tan bueno como retraído. Siempre un saludo cercano, pero no
te dejaba entrar en su historia.
Luego lo perdí de vista. Lo supe ver alguna vez en los canto
bar, a principios del 2000. Y supe que andaba en el tema de la música. Había un
montón de corajudos que agarraban el micrófono para divertirse o llamar la
atención, pero él se lo tomaba en serio. Se ponía sus mejores pilchas y cantaba
como si lo estuviera haciendo en un teatro de Buenos Aires.
El último encuentro lo tuve hace pocos días, en la
reapertura del Bar Firpo. Se acercó a mi mesa y me invitó a que me quede a
escucharlo.
Cuando de repente empezó el tango me acerqué a ver el
espectáculo. El Chino peló una voz imponente y la gente lo aplaudía de pie.
Volví a recordar las tardes de frio en el barrio y verlo
pasar con la bolsita para la casa. Se me ocurrió invitarlo a tomar un café para
que me cuente su historia. La vida de Gustavo Ariel "Chino" Leonardi tenía que
ser uno de los #Personajes de Tandil.
Una infancia difícil
Nació en el año 1979, en una familia muy humilde. Sus padres
se separaron cuando apenas era un niño. A su padre biológico lo volvió a
encontrar cuando tenía 27 años.
La mamá era ama de casa y limpiaba por hora cuando se podía.
Era una familia numerosa y había mucho trabajo en la casa. Su marido, el
padrastro de Gustavo, trabajó un tiempo en Metalúrgica, pero luego quedó sin
empleo fijo y se dedicó a hacer changas en el campo.
"Hubo épocas que la
plata no alcanzaba. Mi padrastro y mis hermanos mayores trabajaban de
changarín. Se paraban en una esquina de la avenida Del Valle y siempre los
levantaba algún chacarero. Antes de cumplir los 10 años fui con ellos a tirar
la maleta. Me tuve que hacer hombre de golpe", nos dijo.
El Chino y su hermana más chica colaboraban como podían. Por
eso no dudaban en salir a visitar los negocios de la zona para pedir alguna
ayuda.
"Fui a la escuela 36
y con mucho orgullo. Tengo hermosos
recuerdos y muchos amigos. En el acto de fin de año, en séptimo grado, debuté
como cantante. Las maestras sabían que a mí me gustaba y me invitaron a cantar
un tango. Fue mi gran debut en la música", indicó.
Era el año 1993 y
Ariel tenía dos pasiones. La música y el ejército. Lo segundo estuvo
influenciado por el barrio. Vivía a una cuadra de los cuarteles y lo fascinaba
la vida militar. La música lo acompañó siempre, su padrastro cantaba tangos y
su madre también despuntaba el vicio. Luego de reencontrar a su familia
paterna, se enteró que la abuela también tenía un pasado en la música. Llevaba
este arte en las venas.
"Cuando caminaba todo
el día por la calle soñaba con ser cantante. Quería conseguir todo lo que no
tuve de chico. Hoy a la distancia siento que elegí bien. No porque tenga mucho
dinero, ni mucho menos. Pero hago lo que me gusta y la gente lo disfruta. Es un
don que me dio la vida", agregó.
Buscando un camino
Su primer trabajo en continuidad fue como caddy en el Golf.
Allí pudo conseguir sus primeros pesos y conoció otro tipo de vida. Hizo
grandes amistades y recuerda al Dr. Gandolfi, a quien acompañó por mucho
tiempo.
Se anotó en la Técnica N°3 de calle Yrigoyen para hacer el
secundario. Allí conoció a su primer gran maestro en la música: Bernardo
Moroder.
"Mis compañeros de
clase no le daban mucha pelota y a mí me encantaba su clase. Cada vez que
entraba al aula se afinaba el oído. Yo no sabía ni lo que era una nota. Un día
nos pusimos a hablar y le dije que quería cantar, entonces me invitó a una
prueba. Se sentó al piano y le pedí que empiece a tocar, yo lo seguí con la
voz. Con 15 años era tenor segundo y me invito a cantar con el coro mayor y el
juvenil. Fue mi primer gran maestro. Me enseño a respirar, a leer música.
Siempre le voy a estar agradecido", explicó.
Para el año 1996 decidió empezar a cantar solo. Se anotó en
un certamen de canto en el Club Excursionista y resultó el vencedor. Fue su
gran debut ante el público mayor y el comienzo de una carrera que no sabemos
hasta dónde puede llegar.
"En casa había un
tocadisco y solo se escuchaba tango. Así practicaba. Para esa época tuve la
suerte de conocer a otro maestro: Don Miguel Ferragine. Con él empecé a cantar
con músicos, que era muy distinto a seguir una pista. Ferragine me ayudó
muchísimo en ese tiempo. Con él ganamos otro concurso en La Diosa, en el club
Unión y Progreso".
A los 18 años decidió probar surte con su otra pasión. Se
anotó como soldado voluntario en el Ejército, al tiempo que seguía su carrera
en la música.
"Estuve desde el año
1999 al 2003. Por cuestiones ajenas nuestra camada fue quedando de lado, pero
defiendo a muerte la carrera militar. Cada vez que alguien me pregunta se las
recomiendo. Yo aprendí muchas cosas, pero evidentemente no estaba marcada en mi
destino. Me dieron la baja y volví a la vida civil", recuerda.
En esa época fue padre y descubrió una nueva faceta. Al
salir de las FFAA cayó en un pozo. El país estaba en otra crisis y no conseguía
un trabajo digno que le alcance para vivir. El tango no daba mucho y apenas
conseguía changas de albañil que no alcanzaban para nada. "La pasé muy mal, no podía ganarme el mango que necesitaban en mi casa
y encima falleció mi mamá para esa época. No me salía nada".
Cuando peor la estaba pasado decidió salir a buscar a su
familia paterna, sus hermanos mayores le hablaban de la abuela y sentía que
debía conocerla. De a poco fue averiguando y un día le tocó timbre. El
reencuentro fue mejor de lo esperado. Pudieron congeniar y descubrió que tenía
mucho de ella. No solo un parecido físico, sino también la pasión por la
música. Ese fue un empujón para retomar su carrera y cumplir sus sueños.
Mil escenarios
Estaba trabajando como seguridad en el boliche Macoco cuando
se encontró con un amigo que lo invitó a cantar en Antique. No solo era volver
a los escenarios, sino que también significa reencontrarse con el maestro
Ferragine. Este lo apodó "El Benjamín de la música".
"Cuando me llegó esa
propuesta apenas tenía ropa como la gente. Estaba muy tirado. Fui a un garaje
de ropa usada y me compré algo para salir del paso. En Antique pasé muy buenos momentos.
Ahí conocí a cantores de Buenos Aires
que me decían que tenía condiciones para otros ritmos. Me decía que mantenga mi
repertorio de tango, pero que también pruebe con lo romántico. Me decían que
tenía voz de boleros".
Se le fueron dando las oportunidades y agregó la música
romántica a sus presentaciones. Le empezaron a llegar invitaciones de bares,
clubes y hasta de otras ciudades. Su voz empezó a sonar fuerte en el ambiente de los bailes, fue así que le llegó
otra propuesta diferente. "Me empezaron
a llamar de grupos de cumbia. Eran grupos reconocidos no solo en Tandil, sino
también en la zona. Primero canté con La Clave Tropical y luego me vinieron a
buscar de Los Reyes del Cuarteto. Viajamos mucho y nos presentábamos en todos
lados, pero la plata se la llevaba siempre el manager. Era pura fama y no me
quedaba nada", se lamenta.
Un día se renegó y decidió empezar su camino, otra vez, en
solitario. Ahora tenía de representante a su amor, quien lo ayudó a encaminar
su vida.
"Ella fue y es muy
importante, supo ponerme los pies sobre la tierra y me acompaña a todos lados.
En la noche hay muchas tentaciones y es bueno estar acompañado. Juntos
empezamos un camino que sigue para adelante. Ella me consigue shows en todos
lados, canto en clubes de acá, de toda la provincia y hasta en provincias
lejanas como Corrientes. Allá me presenté junto al Grupo Safari y fui
conociendo mucha gente. A mí me gusta divertir al público, que bailen y canten.
Me hace bien estar en contacto con la gente", expresó.
En su Facebook "Ariel
el cantante de Tandil", el chino Leonardi sube fotos y videos de sus shows. Lo
pueden contactar para cumpleaños o festejos familiares. Sueña con llegar a la televisión y vivir de
la música. Se siente querido por la gente de Tandil, pero pide más apoyo para
"nuestros artistas".
"Yo sufrí mucho por
la música. La luché bien de abajo. Dormí muchas noches en un banco de la
terminal y pasé frío. Todavía sueño con triunfar y poder tener una vida mejor.
Yo creo que puedo. Tengo las condiciones y la fuerza para hacerlo. Mis maestros
me enseñaron mucho y me dieron su confianza. A mí me tocó sufrir al principio,
pero sé que al final voy a cumplir mis sueños".
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