NOTA DE TAPA

Las Pircas y la colectora: historia de un absurdo

14/09/2019

Durante más de 25 años fue emblema de las estaciones de servicio ruteras de la Provincia de Buenos Aires. Pero una mezcla de desprolijidades administrativas, decisiones absurdas, venganzas políticas e injusticia le bajaron la persiana. Veinte años después del cierre, una curva inexplicable en la colectora sin terminar es testimonio vivo de un país atado con alambre.

CAPÍTULO UNO. EL ORIGEN

Las Pircas fue una estación de servicio emblemática. Abierta en mayo de 1964 a la vera de la Ruta Nacional 226, era la parada más lógica en el camino que conectaba el principal balneario argentino con las provincias del sur y el centro del país. Si Atalaya fue sinónimo de una época para quienes transitaban la ruta Buenos Aires-Mar del Plata, Las Pircas hizo lo propio en esta parte de la provincia.

Mar del Plata fue en esos años y durante varias décadas un destino aspiracional de la clase media argentina. En temporada estival las rutas que conectaban con la ciudad balnearia explotaban de tránsito. En esa época los vehículos entregaban menor autonomía por kilómetro y había muchas menos estaciones de servicio que en la actualidad. Por esa combinación de factores, sumada a un fuerte turismo interno, algunas de esas estaciones alcanzaron estatus de íconos, mojones en la ruta, refugio y descanso obligatorio.

Las Pircas nació apurada. Prueba de ese alumbramiento prematuro es la nota manuscrita enviada el 30 de junio de 1969 al coronel Victorio Mazzarol, intendente de la dictadura, solicitando la habilitación un lustro después de la apertura.

El texto de la nota enviada al comisionado Mazzarol:

"Tenemos el agrado de dirigirnos a Ud., rogándole quiere tener a bien ordenar a quien corresponda se nos inscriba y habilite con retroactividad al día 2 de mayo de 1964 la estación de servicio denominada 'Las Pircas' ubicada en la Ruta 226 Km. 166. Rogándole también disimular el hecho de no haberlo comunicado en el momento oportuno, ello fue debido a un olvido involuntario. En consecuencia deseamos se practique la correspondiente liquidación de impuestos hasta el día en que hemos cesado en nuestras actividades comerciales, lo cual comunicamos por separado".

La solicitud de habilitación se repetiría unos años más tarde con otros actores y con resultado afirmativo, cuando la estación fue comprada por los hermanos Urraco. Cecilio y Diego llevarían Las Pircas a su máximo potencial y escribirían las páginas de la época dorada.

Si esto fuera una serie de Netflix aquí entrarían un par de saltos temporales y un spoiler. 

Primera carambola del destino: los nuevos dueños pidieron la habilitación a otro intendente llegado tras un Golpe de Estado, Julio José Zanatelli. Segunda paradoja: el teniente coronel que la habilitó siendo comisionado de facto la hizo cerrar en su mandato democrático, desconociendo la habilitación que había firmado 20 años antes, enfundado en su traje verde oliva.

Pero para llegar a eso, todavía faltan un par de capítulos.

CAPÍTULO DOS. HERMANOS  AUDACES.

Cecilio Urraco tenía 24 años y manejaba un colectivo. Su hermano Diego trabajaba en la Buxton del Tandil industrial de los años '70. 

Un día se enteraron de que estaba en alquiler la estación de servicio de Avenida Colón y Garibaldi. No tenían el dinero pero sí el empuje, la osadía y algunos contactos que confiaban en ellos y estaban dispuestos a invertir. 

Cecilio lleva 50 años en la actividad y guarda en su memoria imágenes vívidas de aquel comienzo; con el financiamiento de "gente de campo y algunos amigos" rentaron la esquina que tenía, además de los surtidores, una cochera cubierta para agregar un extra a los ingresos por venta de combustible.

"Bueno, decirle cochera es demasiado -se sincera- porque era básicamente un tinglado al que le faltaba alguna que otra chapa y estaba un poco deteriorado, así que más que una cochera era arrimar autos en el playón, pero a nosotros todo nos sumaba".

El inicio fue a pura garra y ni les alcanzaba para pagar la carga de un camión cisterna completo así que "le comprábamos a Petrotandil de a dos mil litros para ir revendiendo y armarnos de a poco, porque un camión tanque completo costaba un millón de pesos de esa época que era un dineral".

Una nueva digresión de la trama principal nos ubica un poco más adelante en el tiempo. Los hermanos Urraco ya dejaron atrás su primera experiencia en el rubro en busca de un sueño más grande. Entonces, YPF se hace cargo de la estación de Colón y Garibaldi y la renueva por completo. Así funcionará durante años hasta que la petrolera la abandone y selle la suerte de esa esquina, que hasta nuestros días sigue convertida en una cáscara vacía. ¿El motivo? Cuando YPF la cierra también da de baja la habilitación y la nueva reglamentación impide aprobar la operación de nuevas estaciones de servicio dentro de las cuatro avenidas. A esto se suma la gran dificultad para reconvertirlas en desarrollos inmobiliarios por lo extremadamente costoso que resulta retirar los tanques subterráneos y la consiguiente remediación del pasivo ambiental. 

Por este motivo -que fue nota de tapa de este medio en noviembre de 2018- las estaciones de servicio cerradas permanecen ancladas al pasado como barcos fantasma.

CAPÍTULO TRES. VAMOS A LA RUTA

Mientras Diego y Cecilio hacían experiencia como expendedores de combustible en la avenida de los tilos, Las Pircas había cambiado de dueño. 

La escribana Belén Urraco, hija de Cecilio, recibe a este diario en su estudio de la calle Fuerte Independencia con una voluminosa carpeta que cuenta la historia de Las Pircas.

"Los Pessino le vendieron a García y luego este le vendió a mi familia. Como la operación entre Pessino y García había sido por boleto de compraventa -sin escritura- mi papá y mi tío dieron intervención a la justicia y el juez López Santoro, tras el juicio de escrituración, ordenó que Pessino escriturase directamente a nombre de mi papá". Así, en los papeles al menos, la estación pasó de Pessino a Urraco, aunque García llegó a explotarla en un breve período intermedio.

"El lindero que cita el juzgado en la escritura era la ruta. Es decir que la parcela iba desde la parte de atrás de Las Pircas hasta la Ruta 226", apunta la escribana.

Este será un detalle central a la hora de explicar más tarde lo que la familia Urraco entiende como una desposesión gratuita; lisa y llanamente un robo con apariencia de legalidad ejecutado por el Estado; una injusticia que lleva tres décadas y parece destinada a extinguirse en el olvido.

"Nosotros compramos con mi hermano a mediados de la década del 70. La estación tenía seis surtidores y en esa época no había la cantidad que hay ahora así que había mucha demanda, pero nosotros vimos la oportunidad de mejorar el servicio y hacernos más fuertes", relata Cecilio.

Siguiendo esa premisa construyeron el salón comedor y para eventos sociales en 1978. "Construimos un restaurante completo y lo equipamos con todo. Lo hicimos pensando que ese año íbamos a tener dos temporadas en vez de una. Por un lado el verano y por otro el mundial de fútbol que tenía a Mar del Plata como una de las sedes. Pero resulta que Argentina nunca jugó en Mar del Plata".

El error de cálculo no impidió que aprovecharan al menos el movimiento fuerte correspondiente al partido inaugural disputado en el estadio José María Minella. La ceremonia inaugural era un atractivo aunque no jugara Argentina. Aquel viernes 2 de junio Italia le ganó a Francia por 2-1 con goles de Rossi y Zaccarelli; Lacombe había puesto en ventaja a los galos al minuto de juego. Y los Urraco, que no paraban de llenar tanques y atender clientes hambrientos, festejaron como si hubiera ganado Argentina.

Con el tiempo quedaría demostrado que la inversión que demandó la construcción del quincho se recuperaría con creces, a pesar de que el mundial no hubiera generado los dividendos esperados.

La ubicación estratégica de la estación y el esmero para brindar servicios de calidad empezaron a dar frutos rápidamente.

"Teníamos un conflicto con la Terminal de Ómnibus. Nos paraban 50 colectivos por día porque nosotros les dábamos mejor servicio que en la terminal. El colectivo llegaba y mientras los choferes desayunaban les cargábamos combustible y hacíamos la limpieza interior del coche. Lo principal eran los baños de los colectivos, que se los dejábamos impecables. Todo ese servicio no se lo hacían en la terminal y por eso los colectivos paraban en nuestra estación", recita Cecilio.

A los colectivos que hacían el trayecto Tandil-Necochea-Mar del Plata había que sumar los que pasaban de Mendoza, San Juan y otras provincias del centro con rumbo al balneario principal de la Costa Atlántica.

En Las Pircas se servían mil desayunos diarios. En momentos de mayor tránsito el restaurante ocupaba quince personas y la estación de servicio otras diez.

"Se hacía mucho turismo en colectivos. Una ruta era Mar del Plata - Mendoza con primera parada en Tandil. Vos venías por la ruta y prácticamente te caías adentro de la estación de servicio, que estaba directo al costado de la ruta. En verano arrancábamos a las cinco de la mañana y no parábamos de servir desayunos. Cagnoli nos vendía directo del frigorífico para abastecer a la gente que venía de otras provincias donde los salames de Tandil son muy famosos. El Amanecer nos traía la leche de la fábrica a las 4 de la mañana y había días en que teníamos que volver a llamarlos porque se nos terminaban los insumos".

Otro punto indeleble marcado en la memoria de Urraco refiere a lo ocurrido durante el conflicto limítrofe con Chile que nos puso al borde de la guerra. "Tuvimos días de desborde porque cerraron los pasos de frontera y la gente que iba a pasar el verano en el Pacífico chileno se encontró con esa limitación y enfiló para el Atlántico, directo a Mar del Plata. Pasaban todos por acá, ese verano fue una locura".

Y se convirtieron en un clásico las fiestas en el quincho, que se alquilaba como salón con todos los servicios. En lo que era una novedad para la época, los Urraco ofrecían el servicio de disc jockey y la filmación para fiestas de casamiento que superaran los cien invitados. 

"Le poníamos la música y cuando terminaba la fiesta les entregábamos la filmación. Era un servicio importante en esa época, me acuerdo que comprábamos las cintas VHS en Supermercado Norte a cuatro dólares, o sea a cuatro pesos de esa época". 

En los más de veinte años de Las Pircas bajo el control de Urraco hubo tres cambios de marca. Primero la estación era de la cadena ESSO, marca local de la petrolera estadounidense Standard Oil. "Después Isabel (Martínez de Perón) la cambió a YPF, luego volvimos a ser ESSO. Pero tuvimos que cambiar una vez más después de abrir la primera estación de GNC de Tandil. Resulta que a ESSO no le interesaba el negocio pero nos dijo que lo hiciéramos por nuestra cuenta. Pero sucede que después nos levantaron la bandera de la marca porque no querían estar pegados a una estación de GNC. Al final terminamos como YPF".

CAPÍTULO CUATRO. UNA HISTORIA DE PROGRESO Y ATROPELLO.

Los hermanos Urraco llevaban dos décadas al frente de Las Pircas cuando recibieron la carta documento que marcaría el principio del fin. El Municipio les informaba que la Dirección de Vialidad Nacional había decidido la ejecución de las calles colectoras vehiculares y la correspondiente remodelación de la Ruta Nacional 226 en el tramo comprendido entre las calles Arroyo Seco y Dinamarca.  También los intimaba a liberar la traza de la futura colectora Pugliese. 

La respuesta del abogado Javier Cifuentes, representante de los Urraco, hacía constar que el proyecto involucraba "parte de la propiedad en que se encuentran construidas las instalaciones principales que resultan ser su negocio y medio de vida, me refiero a los surtidores de combustible de la estación de servicio". Y también destacaba "que no existió a la fecha la expropiación del mencionado terreno y mucho menos aún se ha procedido al pago de la indemnización que la Constitución Nacional promulga como previo a cualquier acto de desposesión".

Ese punto es central en esta historia. No es infrecuente que el Estado se apropie de tierras privadas para obras de infraestructura apuntadas al bien colectivo sobre el interés particular. Lo que no es común es que lo haga ostentando la fuerza antes que la razón para evitar pagar lo que corresponde por un acto de desposesión unilateral. 

La escribana Urraco cuenta que el gobierno municipal -en ese entonces en manos de Julio José Zanatelli con Indalecio Oroquieta al frente de la Secretaría de Planeamiento y Obras Públicas- "les ordena desalojar para hacer la colectora y como la traza pasaba por el medio de la estación de servicio tapaba los tanques de acopio, o sea, se caía el fondo de comercio".

Tras una pelea judicial muy larga, con varias actas notariales de por medio para constatar el avance del Estado sobre la propiedad, el concesionario del corredor vial, la hoy desaparecida Camino del Abra, "inicia un juicio por desalojo para que mi familia liberara la traza de la colectora, alegando que eran tierras estatales".

Pero nunca Vialidad Nacional presentó la documentación que acreditara la titularidad de la tierra, que según constaba en la escritura llegaba hasta la ruta. Por lo tanto, el camino legal era la expropiación. Pero como la expropiación de esa tierra originaba el cese de la actividad comercial también había que indemnizar. "Ellos alegaban que el terreno era del Estado pero no tenían ninguna documentación respaldatoria. Mientras tanto el negocio se caía porque pusieron el guard rail que dejó la estación de servicio virtualmente encerrada y que se puede ver hoy día en el mismo lugar", explica Belén.

En el año 1998 intentaron una expropiación inversa para que el Estado pagara por las tierras que se apropió. Pero pelear contra el Estado es una tarea digna de titanes y casi imposible de sostener. "Quedó enterrado en el tiempo, te ganan por cansancio, no podés aguantar treinta años y encima en contra del Estado, que te termina aplastando. Era frustrante porque mi papá y mi tío veían caerse el esfuerzo de toda una vida. Fue lisa y llanamente una injusticia y la pregunta central nunca fue respondida: ¿Cómo se hizo el Estado de esas tierras? A mi familia nunca le pagaron una expropiación que, por otra parte, también los obligaba a cerrar el negocio".

Cecilio está convencido de que su participación en política también fue un factor decisivo para el modo en que se desarrollaron los acontecimientos. Había antecedido a Oroquieta en Obras Públicas durante el gobierno de Nicolás "Gino" Pizzorno y cree que por ese motivo "me tenían marcado políticamente".

Quizá por eso cuenta con algo de bronca, aunque matizada por el paso del tiempo, que "en una comida Oroquieta dibujó graciosamente en una servilleta de papel la curva con la que iban a dejar encerrada la estación de servicio y eso fue lo que efectivamente hicieron".

El empresario recuerda que "como nosotros teníamos toda la documentación llegó un momento en que el Estado no pudo demostrar que era de ellos la tierra y entonces nos cerraron de prepo haciéndonos ese guard rail que era como clausurarnos la estación de servicio. Yo estoy convencido de que por haber sido del gobierno anterior me apuntaron a la cabeza".

Belén resume: "Camino del Abra ya no existe. El expediente no está en Mar del Plata ni en Azul. Nadie sabe en que quedó. Hasta nuestro abogado le perdió el rastro". Cecilio agrega: "Igualmente hoy esa tierra perdió valor porque se toma un promedio de lo que valen las parcelas de la zona. En nuestro tiempo la tierra valía muchísimo más por el fondo de comercio que ellos nos hicieron cerrar con toda la maquinaria del Estado para ejecutar un despojo".

EPÍLOGO. UNA HISTORIA SIN FINAL FELIZ.

Los Urraco no olvidan todo lo que debieron enfrentar y la forma en que los pasaron por arriba con apariencia de legalidad estatal. Pero no se quedaron anclados al pasado ni al rencor. Cecilio y Diego tuvieron otra oportunidad y les fue bien. Pudo ser un golpe de suerte o quizá cosechan lo que sembraron. Hicieron dos estaciones de servicio en Las Flores y dos en Necochea y les va bien. Cecilio apunta: "Yo no quería Necochea, en esa época insistía con Las Flores pero con el tiempo me di cuenta de que estaba equivocado y es mucho mejor punto Necochea y Quequén, debido a que a la Ruta 3 la saturaron de camiones y mucha gente en auto empezó a evitarla yendo a Buenos Aires por la 205".

El quincho siguió funcionando y se alquila para fiestas, claro que con mucho menos movimiento. El terreno de la estación de servicio se vendió a la Cámara de Transporte. Su presidente, Daniel Albanese, le cuenta a El Diario de Tandil: "En ese terreno instalamos el depósito de combustible para las seis líneas de colectivo de Tandil. Compramos desde la línea municipal hacia adentro, según figura en el nuevo plano. El juicio entre la familia Urraco y Camino del Abra tengo entendido que nunca se resolvió. Deberían haberle expropiado y pagarle lo que corresponde pero nunca se hizo. Supongo que en algún momento van a tener que terminar la colectora como corresponde".

La barandilla con que se concretó el despojo sigue en su lugar, justo donde la traza está siempre en pésimo estado y la colectora describe una curva inexplicable y absurda. Tan difícil de entender como un litigio que atraviesa varias décadas y abona la teoría de que en Argentina, cuando emerge un desperfecto, nos inclinamos por atarlo con alambre.






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