PERSONAJES DE LA CIUDAD - EDICIÓN PAPEL
07/04/2019
A Damián Javier Vivas muchos lo conocen como "el boli", pero más conocen la fabulosa pizza que prepara hace más de 25 años en la tradicional Pizza Pink. De origen humilde, como el tradicional plato italiano, nuestro Personaje tiene una historia repleta de ingredientes para conocer.
por
Mauro Carlucho
Esta historia empieza hace miles de años con
el descubrimiento del trigo. Los cereales constituyen la fuente de nutrientes
más importante de la humanidad. Históricamente están asociados al origen de la
civilización de todos los pueblos. El hombre pudo pasar de nómada a sedentario
cuando aprendió a cultivar los cereales y obtener de ellos una parte importante
de su sustento.
El intercambio comercial en el Mar Mediterráneo
expandió el pan de pita hacia Europa. Luego, en Italia, los lombardos eran
expertos criadores de búfalos. De la leche de estos animales fabricaban una
mozzarella única por lo cremosa. La historia se completa con un regalo llegado
desde América: el tomate.
Para hacer más cosmopolita el plato, podemos
mencionar a la India y los hornos de tandoor, que bien pudieron ser la
inspiración para el instrumento en el que se cocina la pizza.
Sobre el origen del plato denominado pizza podemos
hablar por días sin llegar a una conclusión. Pero tenemos certeza de que los
romanos la comían. Era como una especie de pan, que se devoraba rápido en la
calle. Un pan sin levadura. Esto es algo que pertenece a la tradición judía y
entrará más tarde en acción.
Con el advenimiento de las grandes ciudades,
la pizza ganó las calles. En Nápoles se prepara con harina doble cero (tiene
como características su mayor cantidad de gluten y su gran fuerza), lleva más
agua (un litro, por cada 1,7 kilos de harina) y no tiene nada de materia grasa.
Además, debe dejarse levar por dos días (con levadura de cerveza o masa madre),
para que las bacterias anaeróbicas de la masa produzcan cantidad suficiente de
dióxido de carbono y la vuelvan tierna.
Toda esta introducción para ver de dónde viene
este plato y este oficio. Porque el Boli es un maestro pizzero. Un alquimista
que a partir de varios ingredientes obtiene un plato único y singular.
Más de la mitad de su vida estuvo amasando. Es
su oficio y el día a día. Quizás por eso repite que no hay secretos. Que
cualquiera puede lograr un buen producto con los ingredientes y las
instalaciones adecuadas. Pero también hay una pizca de vanidad. El boli la
tiene muy clara. La forma de amasar, la preparación del horno, el toque
personal no puede dejarse de lado.
Esto nos lleva a conocer un poco más de la
vida de Damián Javier Vivas. El mismo cuenta que nació "En Morón, Gran Buenos Aires. Pero a los cuatro años murió mi viejo y
me trajeron a Tandil para vivir en el Instituto Aleluya, que funcionaba donde
hoy está la Casa del Deporte. Yo vengo de una familia muy humilde. No había un
mango en casa y peor cuando faltó mi viejo. Primero vino un hermano mayor y
luego vinimos dos más. Por suerte nos enviaron juntos", cuenta de un
momento crucial en su vida.
Pese a esta separación de su familia, el boli
se muestra agradecido al hogar Aleluya: "Pasé
toda mi infancia y adolescencia allí y para nada fue algo traumático. Teníamos
una vida muy tranquila. Como una familia grande (hasta 200 internos en algunos
momentos). Nunca me falto nada. Tenías un horario estricto, había que respetar
las reglas. Pero se vivía bien. Ya de grande, un día volví a Morón para ver a
la familia. Con mi vieja tuve una charla muy sincera. Ella me preguntó cómo
había pasado ese tiempo y que pensaba yo de lo que había pasado. Pero yo no
tuve más que palabras de agradecimiento. En Aleluya tuve una linda infancia.
Iba a la escuela, jugaba al futbol en el club Independiente y la ciudad me
trató muy bien desde siempre. Si me hubiera quedado en aquel contexto quizás ni
la contaba. Por eso no había nada que perdonar ni lamentarse. Porque uno piensa
en estos Institutos como los que se ven en las películas, pero nada que ver.
Tengo recuerdos hermosos de los directores: Guido Ceide y antes Olga Cotarello",
se explayó sobre sus primeros años en la ciudad.
De sus hermanos, uno volvió a vivir en Buenos
Aires y el otro, Luis, es un histórico diariero que trabajó durante décadas en
el puesto de Tato Medina y hace unos años se encuentra en la esquina de
Pellegrini y avenida Perón.
Luego del internado no sabía para donde salir.
Probó suerte en Buenos Aires, pero no se adaptó. En Tandil ya era "el boli".
"Como
no quería seguir estudiando salí a trabajar. Al principio hice de todo. Donde
me decían que faltaba alguien, me presentaba. Siempre buscando el mango.
Primero repartiendo diarios, después en los talleres mecánicos. Pase por muchos
lados hasta que empecé en la gastronomía. Primero en La Barra, un café bar que
estaba en Pinto y 9 de Julio. Ahí aprendí a tirar (sic) café con las maquinas
viejas. Los mejores cafés del mundo. Era todo manual. Le dabas la presión a
gusto. Nada que ver con las máquinas de ahora. Es otra cosa", repite.
Más tarde, cuando apenas pasaba los veinte
años, consiguió trabajo en Pink. La tradicional pizzería era propiedad del
"chicato" Caviglia y se ubicaba todavía en la esquina de San Martin y Paz. Allí
conoció a Roberto Estévez quien le enseñó este noble oficio.
"La verdad
que la masa no tiene secretos. Lleva harina 0000, levadura, sal, aceite y una
buena amasada. El horno suma un montón. La temperatura bien alta. Pero poco
más. Es simple pero hay que respetar cada paso", dice
con suficiencia. En esta declaración hay mucho de humildad. Su pizza tiene un
sello. Una seña que se mantiene a través de los años.
"Creo
que hasta viví un tiempo en una habitación que había en la pizzería. De a poco
le fui tomando el gustito al trabajo. Al tiempo se fue Roberto y entraron dos
maestros pizzeros. Pero ninguno le agarraba la mano a la expectativa que había.
Así, un día, el chicato me dijo que me tocaba a mí. Que haga la pizza que hacía
Roberto pero a mi manera. Por lo visto hubo muy buena recepción de la gente
porque todavía sigo acá", expresó apenas sonriendo.
Con los años, Pink se mudó a la esquina de
Chacabuco y Sarmiento. También hubo cambio de firmas y "el boli" siguió a cargo
del horno y la masa. Sandra Maqueira, una de las propietarias, siempre lo
menciona como una parte fundamental en esta nueva etapa de Pink. La gente hace
años elige a este restaurante y en parte es gracias a nuestro Personaje.
"Yo soy
de los que piensa que nunca hay dos pizzas iguales. Pero ese también es el
secreto de su éxito. A la gente le gusta sorprenderse. Si fuera siempre igual
se aburriría y cambiaría. Nosotros siempre tenemos las mismas 32 o 34
variedades, pero igual se van haciendo cambios. Hoy sale mucho la famosa pizza
Pink, que lleva jamón crudo y rúcula. Pero también las clásicas de mozzarella,
la especial o la de tomate", cuenta.
Como para no aburrirse, pero sobre todo porque
el mango nunca alcanza, Vivas ha sabido compartir su trabajo de pizzero como
cafetero en el Scoth de Juan Basso, o más acá, en la cocina de Antares. Hoy
trabaja full time para la familia Pink. Primero en la Cantina de Yrigoyen y San
Martín, para luego ir a meterse en el horno de la tradicional pizzería.
Así pasa sus días. Entre la soledad del hogar,
la cocina abarrotada y los bares de copa. Con las palabras justas y la
sabiduría de un maestro napolitano. El Boli encontró su lugar con las manos
blancas y la salsa de tomate decorando el delantal. Enciende el mechero para
darle fuego al horno y comienza el ritual.
Envia tu comentario
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales. Aquel usuario que incluya en sus mensajes algun comentario violatorio del reglamento sera eliminado e inhabilitado para volver a comentar. Enviar un comentario implica la aceptacion del Reglamento
MANCOMUNADAMENTE
6, 7 Y 8 DE DICIEMBRE
2008 - 2024 © www.eldiariodetandil.com | Todos los derechos reservados