NOTA DE TAPA

Nave insignia de la Unicen se hunde por los recortes

23/03/2019

Se trata del Ictiobot 1000, un robot submarino único en su tipo en el país. Se encontraba en desarrollo avanzado sobre la base de un prototipo que fue probado con éxito. La petrolera estatal YPF y el Conicet encargaron el submarino autónomo para la exploración de la plataforma continental, pero por recortes de presupuesto los trabajos se paralizaron.

por
Marcelo Bettini

La iniciativa fue plasmada en un convenio suscrito en el año 2015 por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y la empresa Y-TEC, integrada por YPF y el Conicet.

El sumergible iba a destinarse para uso exclusivo de la petrolera de bandera y la Facultad de Ingeniería conservaría la patente. El convenio fue planteado como una compra directa, no una transferencia de tecnología, pero al ser los proveedores integrantes de un equipo de investigación conectado a una universidad nacional, se  pactó dar soporte para implementar las mejoras que surgieran con el avance de la tecnología.

El aparato diseñado y construido en la Facultad de Ingeniería de la UNCPBA, con asiento en Olavarría, es un vehículo autónomo submarino que contempla la posibilidad de adosarle instrumentos como videocámaras, sonares y detectores magnéticos.

Así lo explicó el ingeniero Gerardo Acosta, director del grupo de investigación aplicada Intelymec (Investigación Tecnológica en Electricidad y Mecatrónica).

Acosta, nacido en la ciudad rionegrina de General Roca y formado en la Universidad de La Plata, además se doctoró en Informática en Valladolid (España) y al regresar al país en 1995 se instaló en Olavarría, donde en 2002, con otros docentes e investigadores, fundó el Intelymec.

Ese instituto tiene entre sus antecedentes la creación de robots terrestres como el carpincho y el Ictiobot, un robot acuático autónomo que puede inspeccionar y recolectar datos de tuberías que conectan con tierra firme las plataformas petrolíferas instaladas costa afuera, aunque su profundidad de trabajo no puede superar los 50 metros. Precisamente por ese submarino Acosta y su equipo obtuvieron en el año 2012 el primer puesto en la categoría Robótica del concurso nacional Innovar.

En virtud de tal antecedente, YPF y el Conicet solicitaron el desarrollo del Ictiobot 1000, una versión más robusta. La construcción demandaría un plazo no menor a un año. El equipo de la universidad planteó una serie de mejoras al desarrollo original. Así, además de la capacidad de inmersión a la impresionante profundidad de un kilómetro y la facultad original de navegación autónoma, le sumaron la posibilidad de control a distancia para casos que así lo requiriesen, con provisión de energía desde la superficie y aptitud para montar dispositivos y herramientas.

El Ictiobot 1000 fue diseñado para ser autónomo en dos sentidos. Por un lado lleva baterías para unas seis horas de funcionamiento y está programado para tomar decisiones por sí mismo, como por ejemplo sortear obstáculos eligiendo la mejor ruta posible. Esto le otorga flexibilidad y calidad de navegación.

Como alternativa, el aparato -que tiene el tamaño aproximado de un delfín- es capaz de conectarse vía cordón umbilical con la superficie. "Para el uso de una cámara, por ejemplo, se necesita iluminación y eso requiere mucha energía, por lo que en esos casos es más conveniente la conexión por cable con una nave o plataforma en la superficie", ilustró el especialista.

Al tratarse de un dispositivo que permite la prospección submarina se lo considera una herramienta que puede aportar una cuota importante en la búsqueda de la soberanía energética. Iba a usarse para explorar la plataforma continental, es decir, la prolongación de la tierra firme por debajo del nivel del mar hasta el talud continental, un enorme escalón que existe mar adentro y separa la plataforma continental del fondo marino profundo.

La plataforma continental argentina, de una profundidad promedio de 250 metros, se extiende a lo largo de 2300 kilómetros desde el Río de la Plata hasta el sur de Tierra del Fuego, con un ancho promedio de 440 kilómetros y comprende un millón de kilómetros cuadrados, incluido el entorno de las islas Malvinas.

Ese sería el entorno de trabajo del Ictiobot 1000, que se preveía estuviera operativo durante el año 2017 pero fue alcanzado por una serie de recortes que le impidieron arribar a buen puerto.

 

UN LARGO RECORRIDO

En el año 2002 Acosta comenzó a obsesionarse con la posibilidad de desarrollar en Argentina un AUV (Autonomous underwater vehicle - vehículo submarino autónomo). Había sido invitado a participar de un proyecto europeo denominado Autotracker, un AUV para seguimiento de tuberías y cables sumergidos en el lecho marino. Debía ocuparse del módulo de navegación autónoma de ese vehículo submarino. "Ahí trabajé como programador y fue mi primer contacto con esto, pero dentro de un grupo de trabajo grande donde cada quien tenía una parte más específica".

El experto recuerda: "Una vez que regresé al país quedamos muy enganchados con tratar de armar todo el robot, no quedarnos solo con la parte de la programación, que fue lo que hicimos en Europa. En el año 2006 ganamos nuestro primer subsidio para empezar con la construcción de este tipo de vehículos. En 2012, nuestro prototipo, el Ictiobot, ganó el primer premio en el certamen Innovar, dentro de la categoría de robótica y esa fue la coronación de lo que parecía un sueño".

Cuando se refiere al desarrollo de Intelymec Acosta habla en plural, porque es cabeza de un equipo de trabajo que se compone de 12 personas, incluyendo becarios que están haciendo sus doctorados y pos doctorados. Hay ingenieros en sistemas, en mecánica, y en electromecánica, además de personal técnico. "Hubo que desarrollar y adaptar tecnología que en otros países se maneja hace tiempo pero que acá no las manejamos", apunta el ingeniero.

Sin ir más lejos, "el compartimento estanco del Ictiobot, o sea el contenedor de la parte electrónica, fue fabricado con fibra de vidrio reforzada por un ingeniero que se especializa en esa rama. Con ese casco se creó el primer prototipo de laboratorio y se llevaron a cabo las primeras pruebas".

Una característica distintiva y principal de estas máquinas de exploración submarina radica en su carencia de vínculo con la superficie, no hay control remoto ni cable de comando con otra nave desde la que se le impartan comandos. Como es imposible manejarlos a distancia estos vehículos son programados con técnicas de inteligencia artificial para cumplir la tarea programada, sortear eventuales obstáculos en el camino y regresar al punto indicado.

Tienen una misión que se programa de antemano y después el robot tiene que tomar decisiones en ese mundo real submarino, que es bastante perturbado y hostil, pero sin intervención humana. Por este motivo precisamente el ambiente submarino es muy propicio para la experimentación de técnicas de Inteligencia Artificial.

El Ictiobot de 2012 podía utilizarse -por ejemplo- para búsqueda, exploración, para obtener batimetrías (mapas del fondo subacuático), para mantenimiento preventivo de paredes de represas o seguridad subacuática. Era la punta de lanza de un desarrollo tecnológico que abría la puerta a nuevas posibilidades: "A medida que esta tecnología se hace menos costosa se empieza a utilizar para más tareas".

 

A LAS LIGAS MAYORES

El premio Innovar 2012 en la categoría robótica puso al Ictiobot de la Unicen en el sonar de Y-TEC. Al conocer este trabajo, la empresa tecnológica conformada por YPF y el CONICET encargó la construcción de una versión más robusta, de carácter industrial, para explorar la plataforma continental argentina: el Ictiobot 1000. Este submarino autónomo sería capaz de sumergirse a mil metros de profundidad y se le podrían adosar instrumentos como videocámaras, sonares y detectores magnéticos. El Ictiobot fue declarado de Interés Provincial por la Cámara de Diputados bonaerense.

Como el AUV original construido en Intelymec estaba diseñado para trabajar en profundidades no mayores a 50 metros, "la solicitud de Y-TEC de alcanzar los mil metros nos obligó a dar un salto cuántico".

El grupo de investigadores tomó la decisión de adquirir de proveedores internacionales especializados el cuerpo estanco y los conectores subacuáticos apropiados, "porque los de nuestro prototipo no resistirían la presión a esas profundidades; también tuvimos que cambiar los motores porque al ir más profundo no solamente aumenta la presión sino que los campos magnéticos de los motores se comportan de otra manera".

El Dr. Acosta reflexiona en este punto sobre la exploración oceánica: "En cierto punto es equiparable a la exploración espacial, es un universo prácticamente desconocido que plantea innumerables retos".

 

PASARON COSAS

Con el convenio firmado y el Ictiobot original como modelo, la versión industrial para exploración profunda se puso en marcha. "Alcanzamos a hacer las compras de los insumos necesarios y ejecutar el proyecto hasta un 60 por ciento... y ahí pasaron cosas", recuerda el investigador parafraseando al presidente Mauricio Macri.

Con un recorte muy fuerte aplicado en el campo de la investigación, el proyecto quedó en suspenso. "Habrá quedado la carpeta en el cajón de algún burócrata que tenía orden de suprimir gastos". Por la razón que fuera, al Ictiobot 1000 lo sacaron del agua y lo metieron al freezer.

El ingeniero considera que lo que hizo el gobierno "es un error grave desde el punto de vista tecnológico, es preferible invertir un poco más y tenerlo operativo en el agua antes que tener los motores en un cajón juntando polvo".

La frustración es doble. Primero por el proyecto puntual en el que invirtieron muchos años y segundo "porque el rol del investigador es tratar de aportar nuestro conocimiento y habilidades para que el país pueda tener mayor independencia tecnológica".

Y aclara: "Esto no es solamente un postulado idealista sino la manera que tenemos los países de poder ejercer nuestra soberanía y mejorar incluso la balanza comercial, está claro que el negocio de Agentina no es exportar harina sino fideos, así es como ayuda la tecnología a modificar esto y lo tenemos que modificar nosotros, no va a venir nadie de afuera a hacerlo".

En este sentido es central la inversión y Acosta, al igual que la mayoría de sus colegas, entienden que el gobierno anterior invertía mucho más en ciencia y tecnología. "Eso es un hecho verificable, no una opinión. La sensación que tenemos todos es que veníamos en una locomotora ganando velocidad y de golpe nos frenaron. Eso es como el tema de la confianza, algo que se construye durante muchos años y en cinco minutos se destruye. La formación de recursos humanos y transferencia de tecnología toma años. Por ejemplo, un doctorado toma cinco años, pero en pocos meses de recortes de inversión estatal los grupos se desarman; no se puede mantener el equipamiento y quien se está formando en vez de pensar en crear una empresa de base tecnológica en el país y hacer un desarrollo nacional empieza a buscar trabajo afuera".

Con una mezcla de resignación y esperanza el ingeniero acota: "Los que somos un poco más viejos y cabezas duras apostamos a que esto sea solo un momento en la historia del país. Claro que hay momentos de tristeza porque están tirando por la borda años de desarrollo, pero tengo esperanza de que como sociedad vamos a ser capaces de salir de esta situación coyuntural y retomar el camino, quizá ponernos de acuerdo en las políticas de Estado para que la gente la pase mejor".

En el cierre reflexiona sobre lo que en el ambiente académico llaman desarrollo tecnológico. "Eso no tiene otra finalidad que un modelo de país en el que la gente tenga una vida lo suficientemente digna que le permita vivir en libertad y que no esté pensando cómo llegar a fin de mes y pagar las cuentas. Parecía como que lo estábamos consiguiendo pero nos dicen que no era cierto, que lo que estábamos viviendo era una mentira".

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