PERSONAJE DE LA CIUDAD
11/03/2019
Le seguimos el rastro a Ludovico Ots. Reconocido vecino del barrio La Estación y gloria del ciclismo serrano. Su nombre está en las calles; lo vemos en una pista de bicicletas, pintado en un mural, escrito en un diario y, también, caminando por Machado y Roca, como toda la vida.
por
Mauro Carlucho
Ludovico nació en el Tandil de 1930. Cuando la bicicleta era
el medio de transporte más utilizado por la "pibada" local. Por eso cada vez
que le preguntan cómo se dio su llegada al ciclismo, casi que no puede
explicarlo. "Todo el día andaba en
bicicleta", le dijo a El Eco hace unos cuantos años.
La historia cuenta que Ludovico, con apenas 12 o 13
años, era repartidor de la carnicería Anglada. Con su humilde
compañera iban de lado a lado llevando los pedidos y ayudando en lo que se
podía. También repartía diarios de tanto en tanto. Trabajos clásicos de aquella
época. Ots habla de los canillitas como
el gran semillero del ciclismo. A ese nivel llegaba la relación.
La competencia llegó en el año 1944, motivado por Juan Jarque, su bicicletero en aquel
tiempo. Su debut se dio casi en simultáneo con la fundación del Cicles Club, institución que lo
acompañó durante toda su carrera.
"Yo me entusiasmé enseguida. Con un permiso de mi mamá corrí
una carrera de primera categoría, ida y vuelta a Ayacucho. Esa fue la tercera
carrera de mi vida", contó sobre aquellas primeras experiencias. Con solo 14
años, los ciclistas recorrían grandes distancias en kilómetros. Había
competencias largas, de 250 a 280 kilómetros diarios.
Ots se tomó en serio el deporte. Se cuidaba, descansaba
bien, entrenaba fuerte. A la salida de la adolescencia había hecho una buena
carrera, con victorias y una vitrina importante de trofeos. Pero luego se vino
lo mejor. "Después empecé a ir a los Argentinos, a otra escala, con un compañero
que tuve de toda la vida, el gallego Ernesto López. Empezamos la campaña con él
y después fuimos a todos lados", contó hace algunos años en otra entrevista.
Nuestro "Personaje de la Semana" siempre fue todo un
detallista en la puesta a punto de la bicicleta. Como decíamos antes, se tomaba
en serio el deporte.
Cuando uno se mete de lleno en su historia, descubre que lo
apasionaba la bicicleta. Salir a andar todos los días. Incluso luego de dejar
de competir. Hasta hace muy poco se lo podía ver montado en su "corcel de dos
ruedas". Solía decir que tiene más de un millón de kilómetros recorridos. Ni
hablar de los "palos" y accidentes. Gajes de un oficio fascinante. "Como jubilado lo disfrutaba para matar el
tiempo y sentirme bien. Yo salgo a la ruta y voy viendo paisajes, aunque hay
que tener cuidado con el tráfico. Como dijo un campeón italiano, "ciclista que
no sufre, no es ciclista". Así que uno padece ese sufrimiento pero después está
lo lindo de que llega a su casa y ya pasó todo. Uno habla con la bicicleta sin
palabras", le dijo a El Eco horas antes a su homenaje en la Pista de Parque
Norte.
Sobre este gesto de la administración comunal, indicó que lo
tomó por sorpresa, pero agradeció el gesto. La pista fue fundamental para
consolidar la competencia en la ciudad y atraer a nuevos deportistas. Por supuesto que Ludovico fue uno de los
primeros en probar la pista allá por el año 2011. Luego, agradeció la palabra
de Miguel Lunghi y el trabajo del Cicles Club. "Es impresionante lo que trabajó esta institución y también hay que
destacar la palabra del intendente, aunque yo soy de otro palo, porque él
prometió hacer la pista de ciclismo y cumplió", agregó.
Sobre cómo se enteró de aquella instancia, dijo: "Me comentaron algunos vecinos que iban a
hacer la pista a mi nombre pero yo no sabía nada. Un día vino mi hijo al
mediodía a tomar mate y lo llamaban a cada rato por teléfono y me miraba, se
reía, y lo felicitaban y ahí me dijo que en el Concejo Deliberante por
unanimidad habían decidido ponerle a la pista mi nombre. Y no lo podía creer,
unos días después fui a ver cómo iba la pista y estaba Majolo y me preguntó: "¿venís
a tu casa?". Ahí se destapó toda la olla". Siempre ese tono cordial. De
hombre de barrio. Laburante de toda la vida. Ferroviario de corazón.
Ya habíamos dicho su pasado como carnicero y repartidor de
diario. También fue bicicletero, por supuesto (trabajo en lo de Brutti) y desde
el año 1955 trabajó como ferroviario. Tuvo un breve paso por La Plata, donde se
desempeñó en la Escuela Naval, como personal civil en el Pabellón de Deportes.
Allí corrió en representación del club Estudiantes. En Tandil, defendió los
colores de Ferro, Santamarina y el Tandil Cicles Club, entidad de la que además
fue dirigente.
"Me acuerdo de los
años, de las carreras, pero no llevo registros. Sé que en el año 1970 llegué a
las 100 carreras ganadas Por eso, ni los trofeos tengo: hace un tiempo agarré
una bolsa y los saqué a la calle. Ya no sabía dónde ponerlos. Después apareció
la otra categoría, la de veteranos. Consideraba un regalo poder estar
pedaleando (risas)", le contó a Leandro Vecino para la web del Barrio de la
Estación.
Según sus palabras, Alberto
Ferreyra fue "lo más grande que hubo" y el "Petiso" Solio Adamoli, un "gran ídolo popular". En su charla con
los amigos del Barrio de la Estación, contó una linda anécdota sobre la vieja
pista de tierra del club Ferro. "Corríamos
mucho ahí. Era bárbara. A profesionales de Europa los agarró la guerra en
Argentina y vinieron a correr a Tandil", contó Ludovico, y volvió a aparecer
Adamoli: "En Ferro, el 'Petiso' le ganó al subcampeón del mundo a nivel
profesional". Años atrás los ciclistas podían salir en la Revista El
Gráfico, un logro en sí para todo deportista. Se conoce toda la historia del
ciclismo nacional. Los grandes campeones, las diferencias entre cada
especialidad. También habla de las "ruedas anchas" cuando se refiere al furor
por el Mountain Bike. Su nieto está ligado al ciclismo y el atletismo. La
conexión con el deporte será eterna.
Ahora entendía quien
era ese hombre pintado en el paredón de Alsina al 1300. La obra de Dolores
Figueroa y Federico Pose rescató la imagen de un deportista popular. Con
arraigo en el barrio y en las calles que lo vieron pedalear.
Casi pisando los 90 años todavía sigue dando batalla.
Algunos días mejor y otros con viento en contra. Ludovico se sube a la bici y
sale despacio por el empedrado histórico. Siempre hay un saludo a la pasada. Un
grito de aliento. Un reconocimiento a su persona.
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