PERSONAJE DE LA CIUDAD

Las vueltas de Nico Mazza

10/11/2018

El Nico de San José, el actor, el vagoneta. El pibe del "Cerrito" que nunca pasó desapercibido. Siempre con alguna morisqueta, haciendo reír, en el centro de la escena. Instalado nuevamente en Tandil, después de un año de gira por Latinoamérica, nos sentamos -cerveza en mano- a recordar algunas locuras.

por
Mauro Carlucho

Entre los Mazza/Guerrero no había actores, ni músicos. Por lo menos en el parentesco cercano. Gente más bien ligada al agro y al laburo cuentapropista. Sus hermanos y primos, muchos de ellos profesionales. Pero entre toda esa parentela, de apellidos muy reconocidos en Tandil, aparece el Nico actor.

"Tengo el estigma de ser el primero de la familia. Por eso tengo que remarla el doble", dice riéndose de entrada, cuando degustamos la primer Tandilia helada. "A mi abuelo Tito Guerrero le gustaba recitar. Puede haber algo ahí. Pedo digamos que soy el primero, con todo lo que eso implica", agregó.

"Mi viejo Jorge es de padres italianos. Gente que vino de Italia a laburar. Primero se instalaron en Azucena y después se vinieron a Tandil. Por el lado de mi vieja, los Guerrero, siempre con el tema de la papa. Con épocas buenas y otras no tanto", cuenta mirando un poco para atrás.

Nico siempre fue igual, desde muy pequeño. También lo ayudó que fue el consentido de la familia. El tercero de tres hermanos con más de 10 años de diferencia.

La entrevista se interrumpe de a ratos. Pasa la gente y lo saluda. Nico les dice lo primero que se le cruza. No tiene mucho filtro. Hace reír al bartender. No para un minuto. Habla con todos. Siempre un chiste, un "canapé" a la pasada.

"Con mis viejos siempre fue igual. Mi vieja me apañaba un poco más. Mi viejo es un tipo de otra generación. Diferente. Con mis hermanos tengo cosas distintas, pero hay algún código también", se siente muy cercano a la familia. Habla seguido de los hermanos. Al rato su madre lo llama al celular para ver si va a cenar.

"Vengo del barrio "el cerrito". Nací ahí y vivo ahí. En Santos Vega  39. De chico vivía todo el día en la calle (ahora también). A dos cuadras del cerro, cuando no había nada. Jugábamos al futbol en los baldíos y en la calle. A los 12 años me iba solo al club Independiente a ver la primera de futbol. Me metía en la cancha, puteaba, de todo. Hoy eso no se ve. Hay otros miedos, otros movimientos", recuerda.

Fue al Colegio san José y lo termino como pudo. Haciendo las cag... de todo pibe travieso. Ahí aparecen los amigos de la vida. Esos que siguen hasta hoy, junto a los del palo del teatro.

"Lo del teatro y esto de ser actor, empieza porque los demás me hinchaban para que vaya a anotarme. Es más creo que Sofía Lazarte me anotó en el club y me dijo empezas tal día. Ya las conocía de antes a Marcela (Juárez) y Alejandra (Casanovas), pero mi primer profe fue Pepo Sanzano. Ídolo y maestro de toda una generación de actores. Al principio me odiaba. Yo era insoportable, pesado. Pero después un maestro. Le dio muchísimo al teatro de Tandil", dijo sobre uno de sus grandes referentes.

Empujado por los demás, sin saber dónde se metía, encontró un oficio que le abrió muchísimas puertas.

"Eso era en el año 2001, la verdad que no tenía ni idea. Pero me fue gustando y hoy es algo que no puedo explicar. Al año siguiente me fui a Mar del Plata a estudiar derecho. Veía que se iban todos mis amigos después de la secundaria y yo me quería ir también. Entonces arranqué para Mar del Plata porque se iba Fermín, un gran amigo. Mi hermano había estudiado derecho, no sé. Fui a ver qué onda y no era, no funcionaba. Al primer cuatrimestre ya me estaba haciendo preguntas sobre que quería hacer. Ahí no más me cayó la ficha del teatro. Si me había gustado mucho, ¿Por qué no estudio teatro?".

Su familia entendió inmediatamente que abogacía no era lo suyo, pero no cayó nada bien cuando dijo que quería estudiar teatro y ser actor.

"Se armó la batahola en casa. Mirá que mi vieja siempre me bancó en todas, pero ahí me quedé solo al principio. Fueron unos días, semanas, no sé. Después se aflojó todo y me anoté en la Unicen. Esa experiencia duró casi dos años. Sentía que eso era lo mío, pero la universidad no me iba. No me va lo académico. No me siento cómodo. Y no es que no me guste estudiar o leer. Porque he hecho muchos cursos y talleres que me pongo las pilas. Pero la Universidad no era para mí. Ahí aparecen mis hermanos bancándome otra vez y me voy a Buenos Aires para tomar clases con Augusto Fernández, un tipo que no lo conoce nadie, no sé. Otra de mis locuras. Pero bueno, al tiempo me cayó la ficha de que no era lo que yo quería y por medio de Milly Noriega llegó a Lito Cruz. Otro maestro con todas las letras. La verdad que estuvo buenísimo. Un groso mal. Generoso con todo el mundo. Humilde. Con él aprendí mucho. Hasta que un día nos rajó junto a otro amigo. No vengan más al taller, vayan a trabajar, salgan a la calle. Ahí empieza este lindo camino de autogestión que seguimos transitando", dice metiendo una pausa.

La formación la siguió haciendo en el escenario y en la calle. Tomando cursos de clown y herramientas que fue encontrando en el camino.

A la vuelta de Buenos Aires, en el año 2009, se forman Los Mabelos, junto a Nacho Anza y Mariano Rotolo.

"A mí me encanta Tandil, es la mejor ciudad para vivir. Pero también me gusta irme a la mierda, me gustó vivir en Buenos Aires y ni hablar de esas giras increíbles por Latinoamérica. Esa primera época de Los Mabelos fue increíble. Hay mucha química, somos amigos y hermanos", dijo sobre este recordado trío que volvió a las tablas este jueves, en La Fábrica, con un pequeño número y promete nuevo show reencuentro para fin de año.

A pesar de los constantes viajes, es como que nunca se va del todo. Siempre está volviendo. "Es que vivir acá está buenísimo. Tenemos todo lo que necesitamos en Tandil. Viajar tanto por Argentina y ahora después de una gira por 11 países, una valora lo que tiene. Ahora quiero estar un poco más tranquilo. Estoy empezando a hacer otras cosas. Siempre en paralelo con el teatro. Eso no se negocia. Pero también busco algo más, que me complemente, que me aporte algo", indicó.

La última gira, a que hace referencia, se refiere a un viaje realizado por toda Latinoamérica junto a Sebastián Irigaray y Manuela Mendez en la Compañía Pajarracos. Realizando más de 140 funciones en un año y trabajando frente a un público por lo demás diverso.

"Salimos sin mucha idea, más que las ganas de recorrer y llevar nuestra obra a otros lados. Otros amigos habían andado de gira por ahí y nos pasaron algunos datos, gente que vas conociendo y vas aprendiendo de cómo trabajar en otros países. Al final la experiencia fue increíble. Hicimos muchos contactos, dimos talleres, nos presentamos en festivales internacionales, conocimos gente hermosa y estuvimos en lugares que nunca imaginamos", contó.

"En México nos agarró el último terremoto, que fue todo una locura. Vivís cosas que no te imaginas, pero son historias increíbles. Fue un viaje alucinante, desde lo profesional y también por las vivencias", ponderó la experiencia.

Ahora busca pisar tierra firme en su ciudad. "Estoy más tranquilo", se pone serio. "Yo sé que el teatro va a estar siempre, pero quiero algo más. Se puede vivir del teatro si metes docencia. Armando talleres. Haciendo sala no. La gente va al teatro y hay más propuestas. Pero no alcanza. Además siempre me gustó andar por otros lados. No soy de los que se la pasa hablando de lo mismo. A mí me enriquece, también como actor, andar por otros lados, conocer gente de otros palos. Hablar boludeces y escuchar. Ver a los demás que hacen".

Por ahí anda la búsqueda de Nico Mazza. El mismo de siempre. El jodón, el amigo. El que siempre vuelve.

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