NOTA DE TAPA

Recuperadas en resistencia

27/10/2018

Las cooperativas Impopar y Cerámica Blanca enfrentan la crisis económica como si fuera una pelea épica. Con los mismos altos costos y caída de ventas que la industria tradicional pero sin otra espalda para aguantar el cimbronazo que la de los propios obreros. Tesón, sueños y temores de 40 hombres y mujeres que lucharon para sostener las fuentes de trabajo y hoy dan pelea para no bajar la persiana.

por
Marcelo Bettini

A las seis de la mañana comienzan a llegar automóviles a la planta ubicada en la esquina de Calle 1 y Circunvalación Sur del Parque Industrial. Carteles colorados con letras blancas indican el nombre de cada empresa, antecedido por un número de orden. El primero es de la cooperativa 'Industrias Metalúrgicas Populares Argentinas' (IMPOPAR). El portón de metal y alambre para ingreso vehicular está abierto y así se quedará hasta más o menos las 14, cuando culmine la jornada laboral. También la puerta para acceso de peatones, a la izquierda de una suerte de garita de seguridad que hace mucho tiempo dejó de usarse y hoy es una cáscara vacía que exhibe en lo alto un cartel identificador de la cooperativa, una dirección de correo electrónico y un número de teléfono que conserva el antiguo prefijo 0293.

Diez pasos hacia adentro está la planta fabril propiamente dicha, donde un puñado de hombres y mujeres se parte el lomo durante las ocho horas que dura el único turno de trabajo de la fábrica de calefactores. Los pocos obreros parecen hormigas que se desdibujan en la inmensidad del enorme galpón cuyas instalaciones podrían acomodar a más de un centenar de almas por turno. Pero son unos veinte los que sostienen esta fábrica recuperada que hoy pugna por subsistir, como tantas otras pequeñas y medianas empresas, cooperativas o no.

Todo está dominado por el señorío de la penumbra. Las luces apagadas, a excepción de lugares puntuales donde se desarrolla alguna actividad y resulta indispensable, hablan de la escasa actividad y del altísimo costo de las tarifas de energía. "La última boleta de luz fue de $50 mil. Estamos sobreviviendo y peleando para no desaparecer, porque la caída de ventas es tremenda", dicen mientras inician las tareas del día en una oficina de la planta alta a la que se accede por una escalera de cemento ubicada a la derecha de la entrada. Abajo, en la nave principal, hay algunos operarios ensimismados en su rutina de guillotinas, prensas, plegadoras y balancines. Los más se ocupan de alguna pieza de los calefactores, mientras otros pocos avanzan con dos nuevos aparatos que -esperan- les ayudarán a sostenerse en los duros meses que vendrán. Un termotanque que diseñaron con el apoyo del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) y una cocina muy bonita, ambos con la marca Inpopar. Antes de salir al mercado deben contar con la aprobación del Instituto del Gas Argentino (IGA).

"Con estos dos productos buscamos romper la estacionalidad y fabricarlos antes de fin de año", dice el presidente del consejo de administración, Rodolfo Mascetti. 

Es que a partir de agosto se frena la venta de calefactores. Y a la estacionalidad del producto que fabrican hay que agregarle que "el país va para atrás".

Los trámites ante el IGA tienen un costo de unos $40 mil, pero en las condiciones actuales de la cooperativa es una suma difícil de juntar sin que eso signifique desvestir un santo para vestir a otro.  "Le pedimos ayuda al Municipio pero nos contestaron que es imposible, que hicieron el presupuesto para el año con un dólar a $19 y tienen un desbalance muy grande por la devaluación", se resigna Mascetti, sabedor del impacto que tiene en la economía la subida de la moneda estadounidense. 

-EDDT: Imaginemos una hipótesis lúdica, un juego. Usted puede cambiar una variable de la coyuntura, pero sólo una. No puede elegir las tarifas, la demanda, el contexto general... solo una cosa.

-Mascetti: Ni lo dudo, si tuviera ese poder lo que cambiaría es el precio del dólar. Nosotros compramos la materia prima en dólares y al contado y tenemos que vender en pesos y con financiación, eso nos está matando.

Se refiere principalmente a la chapa que emplean para sus calefactores TB 2000, 3000 y 5000; chapa negra doble decapada del 22 para los frentes y una chapa electro cincada que usan en las cámaras de combustión porque resiste mejor los procesos de corrosión. 

Esas planchas de metal son el primer paso en el proceso de fabricación de los calefactores que hicieron conocida en todo el país a la marca de Tandil. Son el primer material que ingresa a la fábrica cuando se abre el portón que da inicio a la línea de montaje.

Desde que entran los materiales en bruto por la cinta transportadora hasta que llegan a la 'calesita' de control de calidad hay un proceso minucioso.

La calesita aludida es un sinfín en forma de círculo al que entran los calefactores terminados para ser sometidos a una inspección punto por punto. "Cuando se detecta algún problema o un detalle de terminación, se le pone un cartelito que indica el motivo del rechazo y vuelve al sector que corresponda", apunta Mascetti.

Empezó a trabajar en marzo de 1983, cuando la fábrica estaba en la calle Machado, entre Alem y Paz. En la vereda derecha estaban las oficinas de administración y el sector de embalaje. Enfrente se fabricaban los calefactores. "Cruzábamos la calle llevando los aparatos terminados en un carro, para que los embalaran en sus cajas. En 1984 ya nos mudamos al Parque Industrial. En todo este tiempo hemos podido sostener la calidad de la marca, que se vende en todo el país, desde el norte hasta Ushuaia, donde tenemos que hacer trámites aduaneros como si los exportáramos a otro país".

Y hablando de exportación revela un proyecto de la Universidad Nacional del Centro para tratar de que Impopar pueda vender sus productos  fuera del país a partir de 2019. Entre los desafíos que implica ese proyecto hay algunos muy importantes de orden técnico, debido a que la presión del gas varía en algunos países. Antes de que se conformara la fábrica recuperada, la sociedad anónima vendió la marca Partner a Polonia. Pero los calefactores se apagaban. "Tuvo que viajar el ingeniero de la fábrica y se quedó allá hasta que logró hacer los ajustes necesarios para resolver el problema"

CON EME Y CON ENE

En la señalética del parque industrial, la entrada de la fábrica, el frente y hasta en la papelería Impopar lleva una 'm', pero en las cajas de los productos y en los calefactores es con 'n'; Inpopar. "La empresa recuperada es Impopar, pero la marca quedó con 'n', Inpopar, como era originalmente", explica Oscar Villar, empleado en su momento y cooperativista más tarde, a partir de la recuperación obrera de la fábrica.

"Hace quince años que estamos como una empresa recuperada con la forma de cooperativa. Quince años de lucha que se fueron volando, todas las cosas que hemos pasado y las experiencias vividas son un montón", le cuenta a El Diario de Tandil este hombre relativamente joven, alto y corpulento que viste overol de trabajo.

Villar maneja con precisión una máquina que asegura dos piezas del chasis del calefactor mientras va bordando una soldadura con un disco refrigerado por agua.

"Somos parte de la crisis del 2001. En los coletazos de aquellos acontecimientos a esa empresa, que era una sociedad anónima, la mandaron a la quiebra. Había dos opciones, o pedíamos un subsidio por desempleo o hacíamos lo que sabíamos, que era trabajar en la fábrica. Así decidimos hacer la cooperativa y es lo que estamos haciendo hoy en día, trabajando en una de las 400 empresas recuperadas de la Argentina".

En aquel momento eran unas 160 las empresas recuperadas en el país. Es una figura relativamente nueva que viene de los años '90, aunque ya había algunas en la década del '60, en los ingenios azucareros mayormente. 

"Cuando tenés un trabajo normal, por así decirlo, trabajás, vas a tu casa y volvés al día siguiente. Acá nos encontramos con un montón de cosas nuevas; teníamos que aprender a vender el producto, a administrar una empresa, hicimos, como quien dice, un curso acelerado en la práctica. En una empresa recuperada hay que hacer de todo", asegura Villar.

Entre las principales diferencias con una organización empresaria tradicional -además del reparto igualitario de pérdidas y ganancias- está la secuencia de toma de decisiones. Cada paso debe consultarse con los integrantes de la cooperativa. La adaptación fue bastante fluida porque una recuperada no nace de un día para otro sino como corolario de una crisis sostenida. Y esa situación hizo que tuvieran una práctica de asambleísmo y democracia interna desarrollada. "Fue porque habíamos tenido varios conflictos y hubo que resolverlos entre los compañeros. Para nosotros esa práctica de asambleas ya era normal y eso te va generando conocimientos, entre ellos, unos que sabían más de una cosa y otros de otra. Entonces conformamos un consejo de administración y así se toman  las decisiones, todos tenemos responsabilidades y ganamos lo mismo. Aún hoy esto es así, con asambleas que tienen los temas en un orden del día y así se decide qué camino tomar". Últimamente todas esas decisiones se toman entre la espada y la pared en un contexto de crisis económica que no muestra signos de amainar.

Pero estos cooperativistas no arrían el pabellón ante las dificultades. Y si de todo laberinto se sale por arriba, ellos buscan emerger encaramados a la innovación que viene dada por los nuevos productos (la cocina y el termotanque) y por las mejoras tecnológicas que fue necesario implementar como paso previo  a su producción en serie.

Por medio del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación que conduce Carolina Stanley lograron un subsidio con el que instalaron una línea de lavado con puente grúa y la cabina para pintura epoxi, todo ello parte del proceso de enlosado que requieren los hornos de las cocinas y las calderas de los termotanques que fabricarán.

Esa nueva línea remata en un flamante horno de enlosado donde se introducen las piezas para que la pintura se adhiera. Los 800 grados Celsius hacen que la pintura epoxi vitrificada que se aplica en la cabina anterior conformen el enlosado. 

¿Fácil? Nada lo es en el universo de Impopar. "El horno estaba configurado con quemadores que generaban aire y llamas. Como el proceso de enlosado no es líquido sino con pintura vitrificada, esas partículas eran barridas por el aire durante el proceso de cocción y el enlosado quedaba con defectos", explica Ernesto Reclusa. Para resolverlo encamisaron los quemadores. "Así conseguimos que el horno funcione solamente por calor, sin que la circulación de aire afecte las terminaciones". 

"Tener nuestra propia cámara para enlosado nos pone en una posición competitiva buena porque el horno de estas características más cercano, hasta ahora, estaba en Mar del Plata", cuenta Villar. Y valora: "Sacar un producto nuevo de la cooperativa nos enorgullece".

Las emociones se mezclan. Está presente la nostalgia de los tiempos dorados y un dejo de tristeza porque saben que la planta podría trabajar al menos en dos turnos y que tiene capacidad instalada para centenares de trabajadores en vez de los escasos veinte que hoy la sostienen.

"Tenemos las mejores intenciones de ser un granito de arena en esta cuestión de la producción y de poder el día de mañana concretar que más compañeros integren la cooperativa. Eso es muy difícil cuando vemos la situación económica, ha habido una caída del consumo y de las ventas muy considerables", reflexionan.

"ESTA CRISIS ES PEOR QUE LA DE 2001"

Hay razones para comparar los temblores actuales con los del último gran terremoto nacional. Con mejor o peor intención, con buena o mala fe, las comparaciones con los sucesos de 2001 están presentes. 

Para Villar no hay dudas. "Esta crisis tiene características muy parecidas a la de 2001, yo creo que  la de ahora es más feroz porque el consumo se resintió más que en aquellos años".

Dice que no pierde la esperanza de que haya cambios pero reconoce que "esto no se trata de una cuestión de fe, son decisiones políticas que se están tomando, se le pide dinero al Fondo Monetario Internacional pero no sabemos dónde está, porque en la gente no repercuten esos fondos, no se usan para recuperar el consumo y que todos estemos un poquito mejor".

Igual que sus compañeros, sabe que "no es difícil para nosotros nomás sino para toda la industria, es imposible prosperar en este contexto a pesar de que estamos tratando de achicar todos los gastos". 

Insiste en que la única salida es un cambio de modelo que tenga a la producción como punto destacado. "No hay que darle vueltas, la única solución es política. Nosotros podemos aportar trabajo, tenemos toda la maquinaria, tenemos una línea para producir calefactores, termotanques y cocinas. ¿Cuánta gente podría entrar a Impopar? Tenemos capacidad para 200 personas. Ahora, falta lo que no está en nuestras manos, falta una política para que haya consumo en la población. Si hasta baja el consumo de leche, que es una de las cosas más básicas, imaginate si van a comprar calefactores, cocinas o termotanques. El Banco Central sale a poner dinero para frenar el dólar, y no lo frena y se sigue fugando dinero vaya uno a saber a las arcas de quién. El problema es económico y político. Porque el tema económico se debe resolver desde la política, los que gobiernan tienen que definir si es que quieren un país con industria nacional, que tenga consumo, que la gente pueda trabajar y no vivir solamente de planes sociales".

En Impopar siguen apostando por la producción nacional, para sostener las fuentes de trabajo, pero exhortan a la puesta en marcha de un proyecto de país que desarrolle la producción nacional.

"Tenemos claro que este no es el país que queremos para nosotros ni para nuestros hijos. Eso opinamos los trabajadores de este rubro,  quizá el sector primario, como el campo, opine lo contrario porque se está beneficiando mucho en esta situación", indican. 

"Nosotros no ganamos buenos salarios, tenemos que hacer changas a la tarde.  Si esta empresa fuera una unidad productiva tradicional, con un empresario que además de pagar sueldos y mantener la planta se llevara su ganancia, en este contexto ya estaría cerrada", asegura Villar.

Un modelo de producción y empleo es lo que reclaman, desesperados, los trabajadores de Impopar. "Ese es un modelo;  después está el modelo que tenemos ahora en marcha y que nos lleva a una crisis terrible y terminal".

EL QUEMADOR, PIEZA CLAVE

La fabricación del quemador del calefactor es el proceso que requiere mayor precisión.  "El del TB 2000 (Tiro Balanceado de 2000 calorías) lo hacen en la tornería de Mariano Allende. Los del TB 3000 y TB 5000 los fabricamos en la planta del parque industrial", relata el presidente de la cooperativa Impopar. Primero se estampa en la prensa, ese es el formato del quemador. Luego vienen los procedimientos de refilado y plegado, hasta que está listo para la soldadora de punto. Entonces se le coloca un rejillado -que también fabrica Mariano Allende-, encastrado en la moldura y luego aplastado entre los pliegues hasta que el quemador queda plenamente formado como una cámara que no debe tener ninguna pérdida.

El hombre tiene una vida aquí. Conoció el esplendor de los turnos continuados, el sueldo a término, aguinaldo y vacaciones pagadas. También varias crisis, la caída y la resurrección cooperativa. La siente como propia. Quizá porque regó con su sangre esta planta cuando el 28 de octubre de 2009 a las 11.30 ofrendó cuatro dedos al balancín que los arrancó de su mano izquierda. Los médicos lograron reimplantarle el meñique y el índice.

LA HERMANA MENOR

La parcela nueve de la Calle 3 es el hogar de la segunda fábrica recuperada del Parque Industrial "Hermanos Bariffi". Cerámica Blanca abrió como cooperativa en el año 2011. "Nacimos tras la crisis de la empresa que comenzó a fines de 2009 por un mal manejo de los dueños de la fábrica, que en aquel tiempo habían cambiado la razón social tres veces. Hacían esos cambios para ir escapando de algunas obligaciones, pero nunca para mejorar", recuerda María de los Ángeles Aznar.

"El comienzo es cambio de mentalidad, dejar de ser un obrero que cumple horario y vuelve a la casa, acá tenés que llevar adelante la empresa. Fue difícil, son bravos los comienzos porque te encontrás con situaciones desconocidas", coincide con sus colegas de Impopar y, en realidad, con la mayoría de los trabajadores de fábricas recuperadas que atraviesas situaciones casi calcadas.

Aznar reconoce que tuvieron algo de suerte en el complejo proceso de conformación: "Recibimos mucho apoyo del Municipio. Pedro Espondaburu estaba en Desarrollo Local y él nos planteó la opción cooperativista, en paralelo, mientras nosotros íbamos a protestar, porque como la fábrica estaba en un predio municipal para nosotros el gobierno local era algo así como un empleador solidario y le íbamos a pedir que no nos dejara solos".

Hoy trabajan en Cerámica Blanca 18 personas. "Fabricamos vajilla doméstica; hacemos la línea de platos cuadrados; tenemos muchos diseños y colores y hacemos productos aptos para usar con microondas".

Cerámica Blanca sostiene pedidos para algunos clientes grandes pero "ha bajado muchísimo el nivel de ventas". Aseguran que "la gente tiene miedo de invertir y comprar; buscan mucho el precio y nosotros tratamos de competir ahí. Tenemos una docena de clientes mayoristas y después particulares. También gente que pinta o que imprime sobre vajilla blanca para regalos o para determinadas marcas".

Pero la disparada en el precio del dólar los complica. "Estamos asustados, nos perjudica muchísimo porque más del 90 por ciento de la materia prima está dolarizada, elementos refractarios de los hornos y el esmalte".

El tema del gas merece una explicación más detallada. Cerámica Blanca abona al proveedor, Natural Energy, una suma de alrededor de $50 mil mensuales. Pero el gas llega a través de la red de Camuzzi Gas Pampeana. Por ese transporte pagaba antes de los tarifazos unos $700. "Hoy ese monto es de $24 mil, que hay que sumarlo al consumo de gas en sí mismo. Hemos tratado de hacer gestiones, de reclamar, pero no tenemos manera de que nos consideren como cooperativa y nos den algún trato especial".

A los casi $75 mil de gas hay que agregar $20 mil de energía eléctrica. Con semejantes costos, además de otros gastos fijos, no llegan a cobrar $15 mil por mes de salario. "Todo lo que podríamos haber aumentado nuestro sueldo este año se nos fue para pagar luz, gas, teléfonos y seguros. Trabajamos todos los días y nos esforzamos mucho, pero no podemos levantar cabeza". 

Los integrantes de Cerámica Blanca repiten: "Esto asusta. Te levantás y no sabés lo que va a pasar. Llega fin de año, cuando debería moverse más por las regalerías y bazares pero sabemos que han cerrado muchos negocios. La gente tiene incertidumbre y miedo, es una cadena, encima lo nuestro no es una necesidad como pueden ser los alimentos así que lo que producimos es más dificultoso de vender en esta situación".

María de los Ángeles entiende que "el gobierno arrancó equivocadamente, fue todo muy de golpe y no sé si tiene vuelta atrás, porque lo que aumentó no va a bajar, ya lo que perdimos no va a volver. Somos todos más pobres y eso no se puede negar".

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