PERSONAJE DE LA SEMANA

Horacio Simón, un árbitro todo terreno

15/10/2018

Toda una vida en el deporte. Atletismo, fútbol y sobre todo rugby, donde fue jugador y hace 30 años que es árbitro y formador de jóvenes. Un tipo con muchas historias que entrelazan al colegio San José, el club Independiente y mucha gente querida de Tandil.

por
Mauro Carlucho

"Nací en Tandil. En el barrio de la calle Belgrano, entre 14 de julio y San Lorenzo. A las muy poquitas horas de vida, calculo, nos mudamos a Salta donde tuve mi primer documento, la cédula salteña. Jardín de infantes y los primeros años los hice ahí y luego vinimos a Tandil porque a mi viejo lo iban trasladando de ciudad en ciudad.  Pasamos por Santiago del Estero, Salta, La Rioja, Jujuy, etc. Mi viejo trabajaba en el Automóvil Club, asi que lo trasladaban permanentemente, hasta que deciden venir a Tandil. Pero como yo era medio insoportable,  me mandaron a vivir con mis abuelos que vivían ahí en la calle Belgrano. Practicamente vivía ahí y en lo de otra abuela que estaba en calle Yrigoyen. Tambien estuve un tiempo de pupilo en el Colegio San José. Te daras cuenta que no era muy fácil de llevar yo de chiquito y lamentablemente no me llevaba muy bien con mi viejo", se sinceró de entrada, ante ElDiarioDeTandil.

"Mis amigos eran los amigos de la calle Yrigoyen y de la calle Belgrano, más los del Colegio San José. Siempre fui de tener muchos amigos. Anécdotas chicas y anécdotas grandes. Estaban las idas a la quinta de los curas, donde escondíamos al fondo una lata con cigarrillos y fumábamos a escondidas de los curas. Las peleas en el patio del colegio. Yo era muy camorrero y peleador, siempre andaba a las piñas. El Colegio era distinto porque era todo de curas, entonces siempre vivía en penitencia, era muy difícil de llevar. Un día nos escapamos del colegio con Chicho Durazzo y el paisano, Artile se llamaba, en cuarto grado era, para correr el arco iris, y lo dejamos de correr en la plaza de las carretas, hasta allá nos fuimos corriendo. Los miércoles a la tarde era quinta San Gabriel, caminando, toda una aventura. Cruzaba la Plaza Independencia corriendo a fondo mientras estaban formando los alumnos en la calle y donde está ahora Rana Baris estaba el Diario Actividades, y un kiosko ventana, le compraba un atado de cigarrillos con las monedas que habíamos juntado, que nos alcanzaba para comprar un Derby, un cigarrillo horrible pero era para fumarlo en la quinta. Estamos hablando de cuarto, quinto grado. Y allá íbamos todos caminando a la quinta, y ahí teníamos en el fondo enterrada esa lata con los cigarrillos. Y los domingos nos llevaban al Cine Teatro Parroquial que hoy es el Teatro del Fuerte y ahí veíamos las películas y cuando estábamos en lo mejor de la película se cortaba y aparecía un letrero que decía continuará y era para seguirla el domingo que viene. Eran las famosas películas que estaba el fuerte de los soldados y por ahí se sentía el clarín que sonaba y aparecía la caballeriza y empezábamos a patear y volaba una tierra adentro que se tapaba la pantalla. Eran todas las diversiones, eramos mucho mas sanos, que se yo, pero bueno. Eso es una parte de mi vida que realmente fue muy revolucionaria, mis viajes con mis padres, mis abuelos que no me soportaban y me mandaban al colegio pupilo. Y tenía mi otra abuela, de calle Yrigoyen, que era nuestra genia, la genia de mi hermano y la mía, que nos desvivíamos por estar con ella, y ahi estaban los otros amigos del barrio, era ir a correr en bicicleta o jugar a los cowboys y a los indios en el arroyo, el arroyo blanco que pasaba ahi en chacabuco y 14 de julio. En esa época no había ciudad, había muy pocas casas, yo tenía una bicicleta vieja, lo que hoy sería todo terreno o bici cross, y corríamos entre las laderas del arroyo, y a la tarde jugábamos a la pelota, nos juntabamos en la puerta de la casa, estábamos los Manzuro, los Marino, los doctores Pastor, Parolari, y jugábamos al fútbol ahí en la calle y salía la vieja y decía '¡adentro todos, a dormir!' y todos adentro. Lo mismo me pasaba en Yrigoyen, estaban los Varela, los Pontaroli. Había tantos tantos amigos. Nos sacaban los abuelos del colegio, hacíamos los deberes y nos íbamos a jugar a la calle. Porque gurdábamos eso, guardábamos las amistades. Eramos muy fieles amigos. Otra anécdota que tengo de chico con un gran amigo, en una navidad, nos peleamos en la calle y me tiro con un sifón y me cortó los tendones del pie que fue el famoso mal accidente que estuve postrado 6 meses y despues en silla de ruedas y hoy sigo caminando normal y somos como hermanos nos queremos tanto, pero yo le digo que él me corto los tendones, no le digo ahora porque se enoja. Jugar al carnaval en la calle, mangueras y baldes. Y para las fiestas, los rompeportones, los triángulitos, que poníamos en las salidas de agua de las casas y volaban. Las carreras de autitos en el cordón de la vereda, comprábamos los autitos de plástico que simulaban ser los de Turismo Carretera y les poníamos algo que conseguíamos en las farmacias o en la Clínica Chacabuco y macilla para que estén pesados y corríamos por el cordón de la vereda. Y, una cosa que era una locura, nos íbamos hasta el ferrocarril, juntábamos los tornillos de los durmientes y después íbamos a la farmacia y comprábamos clorato y potasio lo poníamos en la tuerca y lo tirábamos contra el cordón y eso era una joda, la exploción era como un tiro. Esa es la infancia. Todas historias de barrio. Yo considero que soy un tipo de barrio, me crié en la calle, vivía con los curas y me escapaba", dijo entre risas, hablando de una época maravillosa en su infancia. Simón nos habla de un Tandil distinto al actual.

Luego, vuelve a hablar de su familia: "Mi abuelo era turco, vino de España herido de la guerra y andaba arrastrando la pata. Fue el primer santero que tuvo el Calvario. Primero andaba con la carreta vendiendo cosas, 'cambiando espejitos' como yo le decía y se enojaba ja ja. Y conoce allá en Los Toldos a mi abuela Elpidia que era de la tribu de Los Rivarola, era india. Eran 14 hermanos. Y el turco andaba con la carreta y se la llevó. La otra abuela mía, la adorada, que te cocinaba, era viuda. Angela Elena Calve. Una tana que la bajaron en el puerto cuando tenía 12 años y se vino en tren hasta De la Canal, y ahí la acobijó un sobrino. Una vieja divina. Hizo la primer casa que hubo en Yrigoyen, de Av. España para el lado de Del Valle. Esa casa la guardé yo toda la vida. La tana era una genia, te cocinaba, te malcriaba, una divina. Mantuvo cuatro hijos con una máquina de coser Singer. Cuando yo me casé en el '75 le confeccionó el vestido de novia a mi mujer, con 85 años". La casa de la que habla todavía sigue en pie, inmaculada sobre la histórica calle Yrigoyen, en medio de una sociedad  que no respeta estas casonas cargadas de recuerdo y valor simbólico, intangible agregaría.

Nuestro "Personaje de la Semana" no guarda con alegría su relación con los libros. "No nos llevábamos nada bien, ellos querían que los lea y yo no quería ni mirarlos. Con mi viejo, por supuesto, la relación era espantosa. Yo era la tercera generación en el Colegio San José y mi hijo fue la cuarta. Y mi viejo había sido abanderado, yo era un delincuente que siempre estaba entre los peores de la clase. Pero bueno, terminé y dije, me independizo. Contra viento y marea, porque ellos querían que fuera médico o abogado y yo no quería saber nada. Así me conseguí mi primer trabajo, cuando todavía era menor. En el verano iba a la pileta del Club Independiente y como no trabajaba, mi tía que era maestra de la escuela Nº1 y fue directora de la escuela de Arroyo Seco, Elena Simón, y era la que me bancaba, ¿viste la tía que te banca?, me prestaba el auto. Y bueno, iba a la pileta del Club Independiente a natación también y un año sale en el diario el concurso de piletero y yo tenía 17 años, y estaba el señor Clement, que era el secretario del club y me presenté. Un señor muy educado, me dice que bueno, porque nadas muy bien, y que edad tenes me dijo, 18 le dije y me creyó. Y bueno entré a trabajar de piletero mintiendo je. Yo era muy querido en el club, me llevaba bien con todo el mundo. Llegábamos a tener 400 personas en la pileta. Me ayudaba un poco el señor Arzuaga, que era piletero conmigo y no sabía nadar je je. El tipo andaba con una caña en la mano por si se ahogaba alguno, entonces se las alcanzaba ja ja ja. Tenía tantos chicos que cerraba el trampolín poniéndome una silla y de ahi vigilaba todo", recordó.

Para esa epoca descubre su pasión por el rugby: "Mi amor por el rugby nace de gente como Cardona o Faimberg, a quienes veía con la pelota en el club. En la cancha del fondo. El club Independiente era otro, distinto al de hoy. Pasaba el arroyo por el medio y nosotros nos colgábamos como Tarzan del sauce llorón. Bueno, yo veia a esta gente, mayor que yo. Tambien estaba Carlos Iparraguirre, que se pasaban la pelota y la pateaban. Me acerqué a ver de que se trataba ese juego y me invitaron a participar. Me explicaron las reglas por arriba y así empecé. Después seguí jugando al rugby, pero también hacía otros deportes. En una época me metí de lleno en el fútbol. Estuvimos en el club Newery y en Figueroa con la dirección técnica. Pero engordé mucho. Estaba muy desarreglado. Comía y bebía mucho. Había mucha presion por ganar, ascender o salir campeones. Entonces lo fui a ver a este muchacho Popi Fernández al gimnasio, para que me de una mano. Yo hacía de todo. Corría una maratón o jugaba al fútbol el sábado y el domingo jugaba al rugby. Porque al rugby no lo largaba por nada. Juan Fernández me recomienda, antes que nada, dejar de fumar. Eso te va hacer engordar, me dice. Asi que tenía que entrenar el doble. Me invita a salir a correr y también me enganché. Así empecé corriendo La Tandilia y llegué hasta el triatlón".

Siempre con pasión, dando todo de si. Luego  de su etapa como piletero, fue pasando por distintas changas buscando esa esperada independencia: "La verdad que me costó mucho al principio. Carlitos Gastaldi me daba libros para vender, Rabitti me daba baterias. Siempre hacía cualquier cosa. Hasta vendía ropa interior femenina. Nada tenía que ver con nada. Hasta que agarré un trabajo estable en Metalúrgica y al mismo tiempo seguia con mis actividades deportivas. Todo esto hasta que tuve un accidente grave, de los tantos que tuve, y tuve que colgar los botines. Pero bueno, después faltaban arbitros y me vienen a  ver para que me sume y desde aquel año 1977 o 1978  que estoy a full y soy instructor oficial de la UAR, analista de videos. Siempre con la misma locura y pasión. De jóven también hice paracaidismo. Pero me quitaron la licencia por otra locura que hicimos en Azul. Con otro compañero veníamos jodiendo en el aire y caímos en cualquier lado. Hubo denuncias y  nos quitaron la licencia. Siempre más allá del límite. Pero tambien hice muy buenos amigos en el deporte y tuve muchos logros individuales y grupales".

A este "loco" por la musica vieja, como Creedence o los Beatles, no lo pone colorado admitir que "Yo siempre fui mas allá, por eso maltraté mucho mi cuerpo con golpes y accidentes graves. Amo a mi familia y es lo mas importante que tengo, pero me gustó vivir tan rapido y al límite. He hecho de todo y no me arrepiento de nada", contó el esposo de Mabel y padre de Laureano, Luciana y Carolina. "Ahora, con los nietos, perdí totalmente el control de la casa y la quinta. Para ver un partido de rugby, tengo que irme al patio y verlo por el celular. Fuera de broma, me encanta que seamos muchos y muy unidos. Somos una familia muy felíz", finalizó.

 

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