PERSONAJE DE LA SEMANA
24/09/2018
Daniel Perniola es el actual Presidente del Club Defensa de nuestra ciudad y reconocido hombre del fútbol local. Además lleva con orgullo su apellido, sinónimo de zinguería y amor por ese club barrial. Su historia está ligada a su padre José y a esa estrecha relación que nos une a los tandilenses con los clubes y demás instituciones intermedias como bibliotecas y sociedades de fomento.
por
Mauro Carlucho
Nació un 22 de agosto en calle Maipú, entre Avenida
Rivadavia y Alberdi, a pasitos de su segundo hogar: el Club Defensa.
El menor de tres hermanos, su mamá Elba y su papá
José. "A él lo recuerdo minuto a minuto. Falleció en 2012 dejándome lo más
valioso del mundo: la honestidad, el respeto y el trabajo. Y de verdad lo
compruebo, cuando a diario las personas me preguntan '¿que sos de José
Perniola?' y les respondo el hijo, vienen esas hermosas palabras que hacen
eternas a las grandes personas, 'qué buena persona fue tu papá'", nos
cuenta Daniel con lágrimas en los ojos, como casi siempre cuando habla de su
"viejo", gran referente del club. Y enorme laburante. Si se lo recuerda hasta
ya entradas muchas arrugas, con su
camisa y pantalón grafa azul sentadito en la puerta de su casa siempre buscando
algo para arreglar.
La infancia de Daniel está llena de fútbol, buenos
recuerdos y barrio. "Tuve muchos amigos, del barrio y del Colegio San José.
Un día que se solía repetir casi como un ritual inconsciente era levantarme, mi
mamá atendiéndome haciéndome la leche y peinándome, y sentir el timbre y saber
quién era, mi amigo 'cotoneo' y salir con la pelota para el Club Defensa o para
la canchita de atrás del Estadio San Martín mas conocida para muchos como la
'canchita del baby'. Y ahí empezaba el partido sin fin, le tiraba pelotazos al
arco y 'el coto' atajando, la dupla perfecta. Los días distintos eran los fines
de semana que se hacían los partidos barrios contra barrios y ahí salíamos con
'el coto' y otros amigos, sabiendo que mi amigo de cuerpo robusto me defendería
cuando se armaban las peleas que sucedían con los ánimos candentes entre los
pibes".
El apellido "Perniola" es sinónimo de zingueria en
Tandil. "Papá fue uno de los primeros zingueros de la ciudad. Empezó a
trabajar en un taller en Garibaldi y Colón con un hombre de apellido Guess. Era
muy chico, 13,14 años. Y de ahí en más cuando aprendió el oficio empezó a
trabajar solo. Él contaba siempre que antes se trabajaba el zinc, por eso
zinguería. Después se reemplazó por el galvanizado en los años '40,'50. Después
empezó a haber gente en el taller que cuando aprendieron de ahí salieron todos
los patrones de la gente que está trabajando ahora, o sea que la escuela la
tuvo papá".
El taller no era sólo un lugar de trabajo, "en
el taller se charlaba de fútbol, de San Lorenzo de Almagro. Yo los escuchaba
atento, con la pelota que era mi juguete por encima de todos. Empezaba a
patearla y la tiraba sobre las máquinas y los objetos del taller y ahí estaba
uno de los motivos por el cual me echaban".
Daniel es heredero de aquel oficio pues continuó
con el mandato familiar y se dedicó también a la zinguería. "Yo en el '93 me
fui a trabajar solo y ahí estoy aún en Marconi y Saavedra. O sea que llevamos
80 años o más de zinguería de generación en generación. Papá siempre decía que
antes se trabajaba distinto, que era mas artesanal. Aunque sigue siendo
artesanal, las máquinas que yo tengo eran las del patrón de él porque no cambió
mucho, no hay una máquina que estampe sola. Es un oficio que es bien oficio,
bien artesanal. Pero antes se trabajaba distinto, cambiaron las formas de
trabajo. Yo desde que aprendí a caminar andaba en el taller, como te contaba me
gustaba ir a jugar a la pelota ahí. Me crié entre la zinguería y todavía sigo
con eso".
Siempre con don de buena gente Daniel recuerda con
mucho cariño a aquellas personas que forjaron su oficio, "como Daniel Avila
y Miguel Vittone que tiempo más tarde me ayudarían y trabajarían en mi taller
de zinguería. Ya no están y valoro el haber transitado tiempo que me formó como
profesional. Al taller iba mucha gente y se charlaba mucho, de fútbol y
vivencias. Hoy con el paso del tiempo me doy cuenta lo que significó para mí,
lo afortunado que fui de haber conocido y escuchado a toda esa gente. No me
quiero olvidar de Chalo Tapia, Manuel Peralta Vinasco y Sandunvide Rasquela.
Mis maestros fueron mi viejo y mis hermanos Kelo y Rubén".
Pero no todo en la vida es trabajo. Para nuestro
personaje un grandísimo lugar lo ocupa el fútbol. "Es todo para mí. Me
encanta compartir cosas con gente que en la semana no los ves y hablás de otras
cosas no sólo de trabajo y familia. Desde chico jugué, a los 2,3 años mis
hermanos me llevaban a la canchita y ahora tengo cuarenta y largos y juego con
las mismas ganas. El fútbol me alejó de un montón de cosas feas que podría haber
encontrado en el camino, que nunca las elegí para mi vida, siempre opté por el deporte,
la vida sana y la gente linda".
Daniel Perniola tuvo una extensa trayectoria detrás
del balón. "A jugar empecé en el Deportivo San José cuando iba al colegio.
Ahí hice todas las infantiles. Después llegué a inferiores y me pasé al Club
Defensa en el 89 que ese año se desafilió. A los 18 años pasé a Gimnasia y
Esgrima donde jugué 12 años, del 90 al 2003 que me fui a San José. En el 92 nos
fuimos al descenso. Y volvimos y en el 93 salimos campeones cuando jugaba
Camoranesi, Abad, el Pato Gárate, un equipazo. Y en el 96 volvimos a salir
campeones. Asi que fui partícipe de los dos torneos que Gimnasia ganó. A San
José fui un año a retirarme y Solimanto me hizo jugar 10 años más así que dejé
de jugar al fútbol a los 42 años. Y después dirigí la Primera de Deportivo y
ahora juego fútbol Senior con Boca de La Base".
El Club Defensa entre sus grandes amores
Daniel hoy es presidente del club. Pero antes y
desde siempre es un enamorado de una institución que es parte de su genética: "Al
Club Defensa voy desde antes de caminar, desde que era bebé. Papá fue dirigente
toda la vida y lo primero que hizo fue llevarme al club. Tengo fotos que con un
año o dos era la mascota del equipo, con la camiseta y una pelota en el medio
del estadio, entraba con los equipos del club. Cuando me fui haciendo más
grande vivía un montón de cosas en el club. Los corsos que se hacían en la
Avenida Rivadavia, los chicos del barrio nos dedicábamos a pintar los focos, a
pasar los banderines por las sogas, a alcanzar los baldes con engrudo para que
pegar el rey momo. A la tarde vendíamos las mesas para el baile de la noche que
había tres pistas, el salón arriba, el otro donde está el buffet y el gimnasio.
Imaginate que era lleno total y nosotros preparábamos todo. Teníamos 10 años. Y
a la noche nos juntábamos en el club a escuchar música, comer sanguche de
milanesa y una coca. Tengo un millón de cuentos. Las anécdotas más lindas de mi
infancia fueron en el club. El club era un lugar social. Estaban las loterías,
no entraba un alma en el club y tenemos el gimnasio más grande de Tandil en
medidas. Ahí nos encargábamos de repartir los cartones, los porotos, las coca
colas, los sanguches. Después me hice grande, me dediqué al deporte y me alejé
un poco, papá siempre estuvo y yo estaba pero no todo el tiempo ni muy activo.
La edad te va llevando por otros lugares, la adolescencia, si queres encontrar
una novia el defensa no era el lugar indicado je je, porque no iban mujeres, éramos
la mayoría varones. Pero el club siempre con el mismo cariño para mí. El club
fue mi infancia, mi adolescencia aunque me alejé un poco, mi vida".
La dirigencia se fue dando de a poco: "me
invitaron a participar de las comisiones directivas y yo estaba en otra cosa, a
mí me gusta mucho el deporte, otra vida social y no me podía enganchar. Si bien
prestaba el nombre para la comisión no era partícipe. Era como que había una
mesa chica y nosotros siempre confiamos en la gente que había. De más está
decir que gracias a ellos el club existe y está así. Y yo siempre les decía que
cuando dejara el fútbol yo me iba a meter de lleno en el club porque quería
devolverle al club todo lo que el club me había dado. Y se estiró un poco
porque dejé de jugar grande. Pasé por distintos cargos hasta que me ofrecieron
la presidencia que para mí es un orgullo".
Ser presidente lo encuentra con enormes desafíos y
sueños: "estamos construyendo un salón de usos múltiples, un salón de
fiestas arriba de la sede de 400 metros cuadrados. Esa losa en la que estamos
nosotros construyendo la hizo la comisión directiva que integraba mi papá en el
año 50 así que imaginate lo que es el club para mí. Sobre lo que él construyó,
nosotros levantamos. Revocamos el gimnasio que tiene 50 años y nunca lo habían
revocado, 500 mts. cuadrados. Pusimos los papeles al día. Y ahora los baños,
arreglamos el quincho y vamos por los dormís en la parte de arriba, para que el
club sea un club. Estamos muy bien representados con la gente de patín, de
handball. Se ha hecho una unión entre todos para que todo salga mejor, sea más
tranquilo y más próspero. Tenemos las funciones sociales, las bochas, y las
cosas que tiene un club de barrio. Pero te digo que el Club Defensa no es más
un club de barrio es un club de la ciudad, es de los pocos clubes que quedó con
esencia y que vamos por más. Vamos por todas las obras porque cambiamos la
ecuación. Nosotros entramos y agradecemos totalmente a todos los que pasaron
por el club y lo cuidaron de alguna u otro forma, algunos más y otros menos y
estamos totalmente agradecidos a los que dedicaron la vida al club. Nosotros
somos los encargados de cambiar la historia y en eso estamos. La gestión que
tenemos nosotros ahora estamos apuntando a que la gente vuelva al club, que no
sea un desprestigio ir al club, que sea una comunidad y que sea un gusto como
era antes".
El trabajo por el Club es casi una cuestión
personal para Daniel. En cada acción está el recuerdo de su padre y de su
hermano: "Una cosa que no puedo dejar de decirte es que cuando volví al club
no estaba ya mi hermano ni mi papá, y me costaba ir, me costaba entrar. Porque
eran dos lugares vacíos que yo no veía. Pero de a poquito me fui acostumbrando
y acomodando, fui dejando cosas que uno tiene que superar. Y a veces cuando
hacemos algo bien es como que ellos están conmigo y yo desde el corazón se lo
cuento a papá. No lo digo en voz alta porque van a decir que estoy loco y me
van a querer internar. Las cosas que se hacen mal porque también nos
equivocamos me dan vergüenza entonces no digo nada. Pero las cosas buenas en
voz baja se las cuento a papá porque se que él está conmigo en esto".
La familia siempre está, "mi señora Alejandra
Oliva y tres hijos, José Ignacio que es de San Lorenzo y estudia Educación Física,
tiene 20 años. Martina que está en 5º de secundario y es de Boca. Y Facundo que
tiene 14 y también está en el secundario que es de Independiente, o sea que en
mi casa hay democracia. De los tres el que mas me siento identificado es el más
chiquito, va al club todos los días, juega al fútbol, se toma su coca en la
cantina, da vueltas todo el tiempo ahí. Su pertenencia está ahí".
Durante toda la entrevista se escuchan detrás de la
voz de Daniel, los gritos de la cancha de bochas o las voces roncas de los
parroquianos del bar. Como la música que acompaña toda su vida. Daniel está
ahí, hoy presidente, como uno más, viendo cómo resolver las goteras de los
baños y dándole forma a los sueños que seguirán forjando la historia de una
institución que es parte de la identidad de Tandil: "Que más querés que te
cuente. Mirá. Es difícil ser de Defensa pero vale la pena serlo".
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