NOTA DE TAPA

La mejor obra de todas

15/07/2018

Desde su inauguración el 21de junio de 2008 el Hospital de Niños atendió a un millón de pacientes. Historia de una promesa convertida en obsesión insomne y de la pirueta del destino que la hizo posible.

por
Marcelo Bettini

"Para que los pueblos progresen debemos darles educación y salud, son preocupaciones que compartimos y nos han llevado a esta búsqueda de objetivos comunes.  Se ha dado una feliz coincidencia y quizá fue por saber quién era el doctor Lunghi, cómo estaba trabajando y cuáles eran sus ilusiones, que no eran las de él sino las del pueblo que representa". Corre junio de 2008, es sábado y hace frío. Jorge Blanco Villegas está en la sala de acceso del hospital pediátrico que le donó a Tandil para homenajear a su padre médico. La obra acaba de inaugurarse y el ex presidente de la Unión Industrial Argentina aportó los cuatro millones de dólares que demandó la obra civil. Recorre con satisfacción el edificio moderno y funcional que una década más tarde será reconocido en la provincia como un instituto modelo de atención pediátrica.

A su lado Miguel Lunghi sonríe con una felicidad transparente y completa que no repetirá durante su tiempo al frente de la comuna que administra desde diciembre de 2003. Su obra cúlmine se ha vuelto realidad. Atrás quedaron los reparos, las dudas, las dificultades e inconfesables gestiones en las sombras para boicotear el proyecto. "Yo soñé esto, pero ese sueño no se podría haber concretado sin Jorge Blanco Villegas. Tandil tiene un futuro inmenso para curar a todos los chicos en este hospital".

El sueño vuelto realidad había sido promesa. Así lo había plasmado cinco años antes el pediatra, durante la campaña electoral que lo llevó al gobierno por primera vez. Era una promesa fervorosa y sentida, pero también una moneda al aire en el marco de unas elecciones que Lunghi no creyó que ganaría.

 "Te digo la verdad, no pensaba que podía ganar. Estaban Néstor Kirchner y Felipe Solá en carrera; en Tandil pusieron una cantidad impresionante de plata para esa campaña de 2003 (su rival en la carrera por la intendencia era el también médico Mario Bracciale). Yo olía algo positivo en la calle aunque tenía las estadísticas en contra, sinceramente no pensé que iba a ganar. Pero gané. Y entonces tenía que cumplir la promesa que había hecho. Estuvimos dándole vueltas al tema, hicimos el proyecto, pero nos faltaba la plata".

El primer director del Hospital de Niños Dr. Debilio Blanco Villegas (HDBV) fue Héctor "cacho" Equiza. Había sido rival de Lunghi en la interna radical de 2003 pero este lo eligió para conducir su mejor obra. No fue una concesión graciosa, Equiza es un pediatra de referencia en la historia reciente y su designación prestigió y le dio solidez a una institución que apenas comenzaba a andar. "Durante muchísimos años los pediatras de Tandil soñamos con tener un servicio acorde a lo que era la ciudad en ese momento, que pudiera atender bien a la cantidad de pacientes que se veían en el antiguo servicio de pediatría que estaba muy constreñido en el Hospital Santamarina", dice Equiza, un junco de cabello blanco al que no parecen pasarle los años.

Otro que vivió el proceso con intensidad fue el ingeniero Mario Civalleri, en su función de secretario de Planeamiento y Obras Públicas: "Hay que reconocer que esta epopeya que se concretó en el año 2008 tuvo su origen mucho antes. Yo diría que el intendente Miguel Lunghi había puesto la semilla apenas iniciado su primer mandato. Se empezó a trabajar la idea desde el principio, primero con una alternativa de una escala tal que fuera el propio Municipio el que lo pudiera encarar".

Esa alternativa fue un diseño del arquitecto Jorge Álvarez Lunghi (f). "Con el búfalo elaboramos un proyecto muy lindo, todavía tengo las carpetas guardadas en casa, el problema era que no había fondos en el Municipio para seguir adelante", rememora Equiza.

El gobernador Felipe Solá le había ofrecido un crédito de $2 millones al Municipio para desarrollar la obra, pero los fondos no eran suficientes. "No podíamos poner ni las puertas con esa plata", se sincera el intendente una década después.

Cuando el asunto parecía haber llegado a un callejón sin salida un hecho fortuito torció el destino. Así lo cuenta Civalleri: "Entonces ocurrió lo que hoy ya es una suerte de leyenda, ese encuentro de Miguel con don Jorge Blanco Villegas donde este le propone hacerse cargo del costo de la obra".

Distintos actores reconstruyen aquella circunstancia en la que se alinearon los planetas por una causa noble que no podía prosperar. Era el año 2004  y en el patio del hospital central se conmemoraban 100 años del fallecimiento de Ramón Santamarina. Entre los invitados estaba Jorge Blanco Villegas. Ligia Laplace, concejal del oficialismo por ese entonces, vio pasar al empresario; se le acercó y le dijo que quería presentarle al intendente, a quien evidentemente el fundador de Philco no había reconocido. "Sí, por favor, lo quiero conocer, me dijeron que algunos radicales están haciendo las cosas bien en Tandil", respondió el hombre de cabello blanco.

El pediatra que trabaja de intendente tiene fresco aquel primer encuentro. "Me dijo que quería hacer algo en memoria de su padre, ?dígame que necesita y yo lo hago?. Yo pensaba todos los días en el Hospital de Niños, tenía el proyecto en la cabeza pero no había fondos para semejante obra". Lunghi sonríe y cambia el tono, como quien cuenta una última jugada a plata o mierda: "Mire, yo quiero hacer un hospital de niños".

Y el destino sirvió un póker de ases de los que no se repiten jamás: Blanco Villegas le preguntó si tenía los planos y le anticipó que en unos días iría al despacho principal del Palacio Municipal para evaluar el proyecto.

El jefe de gobierno asegura que Jorge "era una persona muy buena, también muy seria y protocolar". En esa tesitura, pocos días después apareció por la sede del gobierno pidiendo una audiencia con el intendente. Estábamos en una reunión de trabajo, entra mi secretaria Delia Gauna y me dice que estaba Blanco Villegas pidiendo una audiencia, les dije a todos que se tiraran por la ventana, que vaciaran el despacho, pero don Jorge no quería entrar, quería una audiencia como cualquier ciudadano que va a ver al intendente. ¡Yo quería que entrara para mostrarle el proyecto, que no se me fuera!".

Finalmente pudo mostrarle los planos. "La verdad que no le gustó para nada el proyecto. Me preguntó si podía analizarlo con sus arquitectos, que yo le dijera qué sectores necesitaba".

Un par de reuniones después y modificado el proyecto original por sus arquitectos, Blanco Villegas le confirmó a Miguel Lunghi que donaría los fondos para construir el centro pediátrico. Desembolsaría más de 4 millones de pesos (con un dólar a $3).

"Ellos lo rehicieron todo al proyecto. Lo único que les pedí que agregaran era el espacio para la terapia intensiva, porque en ese momento la ciudad no estaba en escala para tenerla pero en el futuro iba a ser necesaria". Al final del camino el presupuesto total de la infraestructura sería de $12 millones.

Entre tanto, Blanco Villegas demostró un nivel de compromiso que excedía largamente la donación del dinero ya que se puso al hombro la supervisión total.

Lunghi apunta algunos detalles que revelan una personalidad detallista al punto de la obsesión: "Te diría que el arquitecto fue él. Estuvo en cada detalle, contrató una decoradora para las habitaciones, eligió los colores y lo he visto caminar descalzo para verificar que las uniones del piso fueran perfectas y no hubiera dientes o algún punto desparejo. Hacía abrir las cajas de cerámicos y revisar uno por uno los bordes".

La profesional al frente de la obra no se olvida. "Recuerdo que la presión era muy grande, por un lado del intendente que quería terminarlo y por otra parte de Blanco Villegas, que era muy exigente. Una obra grande y con mucha presión", asegura la arquitecta Marta Vitullo. "La obra se hizo en tiempo récord de dos años con material de primera, miren el porcellanato que estamos pisando, lo trajeron de Alemania".

Terminada la obra surgió la necesidad de equipar el flamante edificio y el dilema de la falta de recursos locales para ese fin volvió e emerger. Mil empresarios de la ciudad recibieron una carta firmada por el pediatra en la que les solicitaba un aporte de $1000 para el mobiliario. "Respondieron setecientos y así juntamos $700 mil. Las computadoras, las camas, los sillones, los calefactores, en fin, todo eso lo puso el pueblo de Tandil para su hospital de niños y fue conmovedor".

Para que el edificio -ya amoblado - se convirtiera en el centro pediátrico que Lunghi había soñado faltaba un último detalle, y no era de importancia menor, había que lograr que la Provincia pusiera el equipamiento específico.

Daniel Scioli le había prometido al intendente que su gestión se haría cargo y lo cumplió. Lunghi cree que Blanco Villegas pudo haber empujado también esa gestión. "Me dijo que lo conocía al gobernador, creo que pudo haber intercedido aunque no estoy en condiciones de confirmarlo. También me acuerdo un detalle que años después cobra otra relevancia, en uno de los encuentros que tuvimos mano a mano me aseguró que su sobrino favorito -Mauricio Macri- iba a ser presidente de la nación". Ya fuera intuición o simple deseo, el mecenas que donó al pueblo de Tandil un hospital de niños tributo a su padre, no llegó a ver su vaticinio vuelto realidad; murió de cáncer a los 79 años en abril de 2011.

 

AMAZONAS

En diez años el Hospital de Niños atendió a un millón de pacientes de Tandil, aunque en los últimos años se fue incrementando la demanda de otras ciudades. Hoy el HDBV es considerado un faro en la medicina pediátrica en la región. Se llegó a eso por una concurrencia de factores. Un Estado que invierte grandes sumas de dinero en salud pública por el aporte de los vecinos, un equipo de profesionales comprometidos y unas instalaciones modernas con todo el equipamiento necesario.

Es verdad que son hombres los más mencionados en la historia detrás de la creación de una obra monumental. Pero el núcleo y el sostén son otra cosa. El hospital es un reino de amazonas. Aquí están la directora Marta Brea y su equipo de jefas de servicio. Claudia Prado (Guardia), Nancy Guerrero (Internación y Consultorios Externos) y Lorena Moreno (Terapia Intensiva).

La doctora Prado trabaja en el sistema público de salud desde 1999. En pediatría del Hospital Ramón Santamarina primero; en el Debilio Blanco Villegas desde su inauguración. "Nosotros queríamos un hospital de niños, en el Santamarina teníamos una sala muy pequeñita con trece camas nada más, que en invierno se llenaban enseguida y teníamos que repartir a los nenes en camas de otros servicios, teníamos chicos desparramados por todo el hospital". En la época de mayor demanda la internación oscilaba entre 40 y 50 pacientes, muy por encima de las 13 camas de pediatría, que funcionaba en lo que hoy es el servicio de Neonatología. Por eso afirma Prado que la apertura del hospital pediátrico "fue algo fantástico". En principio el Blanco Villegas se nutrió del equipo de pediatría del hospital general y rápidamente aumentó la planta de profesionales, en sintonía con el crecimiento de la demanda. Ese aumento incluye "a mucha gente que tiene obra social y elige traer a sus hijos al hospital de niños por la calidad del servicio". El HDBV es hoy el referente en medicina pediátrica, al punto de recibir pacientes que en principio ingresan en centros privados y son derivados por los médicos de esos nosocomios.

El material tecnológico es uno de los factores, pero en mayor medida lo es el conocimiento, la práctica y la evolución del equipo humanos. "Nosotros estamos en formación continua, de hecho, este año todos los médicos de la guardia del hospital estamos haciendo un curso en el Hospital Garrahan que dura dos años y habilita para rendir el título de Especialista en Emergencia Pediátrica".

La emergencia más frecuente es el traumatismo de cráneo y la mayoría de estos casos se originan en el hogar. "La casa es el lugar más peligroso para el chico", afirma la especialista y señala que la cocina es donde se producen casos muy graves por la presencia de fuego, elementos cortantes y líquidos en ebullición. Pero no todos los casos que ingresan a la Guardia se pueden calificar de emergencia y por eso se comenzó a utilizar el triaje, un protocolo de intervención empleado en la medicina de emergencias y desastres que permite, a través de un método, la selección y clasificación de pacientes. "Los pacientes no ingresan por orden de llegada sino por prioridad de acuerdo a este estándar internacional", apunta Brea. En la práctica, el paciente es recibido por personal administrativo que toma nota del motivo de la consulta, luego un médico de guardia recorre la sala de espera y va evaluando a los pacientes para definir el orden de ingreso. El triaje (del francés triage, que significa clasificar, seleccionar) se fue aplicando gradualmente. "Primero la gente se quejaba porque esperaba mucho tiempo y otros pacientes que habían llegado después entraban primero, fuimos educando a las personas y hoy ya saben que se utiliza este protocolo", apunta la doctora Prado. Las emergencias -en el sentido estricto del término- no son evaluadas de esta forma sino que ingresan directamente por el sector de ambulancias y, por lo general, su primera escala es el Shock Room (Sala de Urgencias) que "está súper equipado".

Marta Brea asegura que el personal de emergencias está muy bien entrenado y sigue en capacitación permanente pues se trata de la primera línea de respuesta. Todos los casos graves entran a la Sala de Emergencias de la guardia, donde se estabiliza y evalúa, "luego pueden ir a Terapia Intensiva u otro sector, pero todo caso grave entra por la emergencias y por eso los médicos y enfermeros están muy bien preparados para estos casos en capacitaciones que cursan en el Hospital El Cruce y en Roemmers,  y siempre en equipo".

Otro signo de excelencia está dado por la interacción con los profesionales que hacen su período de práctica profesional. Los cinco médicos residentes, que aún no tienen el título de pediatra, "sí o sí están al lado de un médico de planta, nunca atienden solos y eso no se da en otros hospitales, acá el residente no es mano de obra, es alumno", asegura la doctora Brea, e indica que "en cada turno hay tres médicos de guardia, uno en emergencias, otro en consultorios y un tercero en internación, sumado a quien está al frente de Terapia Intensiva. Es decir que fuera de horario, siempre hay al menos cuatro pediatras en el hospital".

Prado remarca que, como Tandil es una ciudad de distancias cortas, "podés venir un domingo y te encontrás con diez pediatras porque pasan a ver pacientes o a cerciorarse de que todo esté en orden, o simplemente a saludar y si hay mucha demanda, ayudan. Nos ha pasado de avisar por el grupo de WhatsApp que está por entrar un accidente grave y vienen colegas que no están de turno, los especialistas y hasta la directora. Vienen todos. Hay un sentido de pertenencia muy fuerte".

El HDBV cuenta con cuatro camas en Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica (UTIP), lo que pone a Tandil por encima del número ideal de camas de acuerdo a los estudios que se utilizan en el mundo para evaluar la relación entre esas unidades y la población de una ciudad. "Hay dos estudios, uno chileno que indica que tiene que haber una cama de UTIP cada 30 mil niños menores de 15 años así que para una ciudad de 140 mil habitantes estamos mucho más que muy bien", afirma la jefa del servicio, Lorena Moreno. Por otra parte, "un estudio español dice que del total de camas en un hospital, entre el 4 y el 8 % tienen que ser de UTIP. Nosotros tenemos 50 camas en el Hospital de Niños, contando las cuatro de la terapia, así que estamos en una situación ideal, en el tope de las recomendaciones".

La terapia intensiva pediátrica -como todo el hospital- trabaja desde el mes de vida hasta los 15 años, "pero hemos tenido pacientes de 24 días que no venían de neonatología (que funciona en el hospital central) sino que tenían algún cuadro respiratorio". En el otro extremo reconocen pacientes de hasta 17 años, se trata de casos crónicos o con secuelas en los que, aunque haya pasado la edad que permite atender el hospital de niños, se forma un vínculo especial debido a la naturaleza del caso. Moreno, al igual que sus colegas, ama lo que hace. Se nota en la pasión que pone cuando relata cómo es un día cualquiera en la UTIP. Llegar ahí le insumió, además del grado de médica, la especialización en pediatría y otros tres años de formación como terapista pediátrica.

La jornada de la jefa de la Terapia Pediátrica comienza con el pase de guardia, que incluye un reporte de las últimas horas de los pacientes para monitorear la evolución. "Casi siempre marcamos objetivos diarios para el paciente, qué queremos lograr, cómo deseamos que pase tal medicación y qué buscamos evitar; después se hace un examen clínico, los análisis de laboratorio, ajustes de respirador, pedido de medicación a farmacia y coordinación de las acciones con Enfermería. A mediodía se termina el pase y queda el médico que ese día cubre la guardia de 24 horas de la UTIP. Siempre hay contacto por teléfono y trabajamos en equipo, eso es re importante, los enfermeros, el servicio de mucamas, de farmacia, rayos y laboratorio".

La jefa de Guardia asiente: "En los sectores más críticos el trabajo en equipo es fundamental, no se puede trabajar de otra manera".

Nancy Guerrero, quien está a la cabeza de Internación y de Consultorios Externos, profundiza el concepto del trabajo en equipo que mencionan sus compañeras y la propia directora del centro pediátrico: "Cada sector tiene un equipo que a la vez se ensambla con los demás grupos, porque los pacientes suelen circular por todo el hospital".

Como certifica Prado, "en el mismo día un paciente puede recorrer desde la Emergencia hasta la Terapia Intensiva". Y cuando se recupera pasa a Internación y luego continúa el seguimiento en consultorios externos.

"Eso tiene este hospital", opina la doctora Guerrero, "todavía el tamaño permite que los servicios no estén aislados y que los pacientes al circular se encuentren casi siempre con algún referente porque muchos médicos circulan por todos los servicios".

Brea agrega que "al paciente crítico lo conoce todo el hospital, con nombre y apellido, las trabajadoras sociales y las jefas de servicio los conocen en detalle y también a sus mamás, esos chicos son parte de este hospital y muchos son crónicos, por eso están acá hasta que les autorizan la internación domiciliaria, que lleva más tiempo si no tienen obra social".

Tanto compromiso puesto al servicio de una atención de primer nivel no alcanza cuando reciben alguna crítica por cuestiones que consideran menores. Como cuando hace poco una mamá se quejó en Facebook por la falta de agua caliente y el reclamo fue publicado por los medios de comunicación. "Son cosas que nos duelen porque le ponemos mucho a la atención de todos los pacientes y los medios a veces le dan entidad a temas realmente menores, pero no se toman el trabajo de ver qué tipo de hospital de niños tenemos en Tandil", coinciden las doctoras. Y Marta Brea explica que "con la cantidad de pacientes que se atienden a diario es normal que alguna cosa se rompa, como ocurrió con un termotanque en esa oportunidad, pero siempre se gestiona para arreglar los desperfectos lo más rápido posible y el Sistema Integrado de Salud nos responde".

Por otro lado, aseguran que el trato con los padres de los pacientes no siempre es sencillo. Ejemplifican con el caso de un hombre que llegó exaltado y amenazó a una doctora porque no podía ingresar a ver a un paciente. Estas desavenencias se deben a una restricción de visitas. Por cada paciente se permite que haya dos personas en forma permanente, generalmente la mamá y el papá, que a su vez son considerados parte del equipo terapéutico porque ayudan con la medicación y brindan contención afectiva, lo que redunda en una recuperación más eficaz. La contrapartida es que se vigila estrictamente el ingreso de visitas para que no haya superpoblación dentro de las habitaciones. "Hay que cumplir con las normas técnicas de control epidemiológico pero también evitar que los chicos se estresen", comenta Guerrero. "Cuando les explicamos a los visitantes lo entienden, de hecho, este hombre terminó pidiendo disculpas, pero el mal momento lo pasamos igual y cuesta mucha energía que preferimos ponerla en atender a los pacientes en vez de andar lidiando con la beligerancia de algunos adultos".

En la actualidad las puertas para visitantes directamente se encuentran cerradas y hay un control de acceso estricto. "Tenemos terror de que nos roben un chico", lanza Brea, con un atisbo indisimulado de instinto materno. Además, la doctora Guerrero informa que buscan evitar el ingreso de adultos que hayan ejercido violencia sobre un menor internado, o que se crucen durante la visita parejas con graves conflictos y armen un escándalo, como ha pasado en alguna oportunidad.

Suelen reaccionar de forma negativa a estas restricciones quienes vienen de atenderse en el sector privado. "A los papás que vienen del sanatorio o de la clínica les cuesta mucho entender que aquí se trabaja así, es trabajoso hacerles entender pero cuando ven la calidad de la atención se hacen fanáticos de este hospital", agrega la responsable de Internación. Y su colega de Emergencias reconoce que "tenemos problemas cuando nos vemos obligadas a derivar porque la gente, cuando ve los otros hospitales de niños, se quiere volver a Tandil, pero no nos queda alternativa porque hay especialidades que no podemos brindar".

Resume la directora del HDBV: "Acá los padres se afianzan con el grupo de personas y además, la parte edilicia es agradable, por eso les resulta difícil marcharse, tanto por una derivación como cuando el paciente cumple los 15 años y debe buscar otro lugar para atenderse es un drama, los pacientes no se quieren ir".

 

NACIDA PARA APOYAR

La Fundación del Hospital de Niños Dr. Debilio Blanco Villegas nació junto con la institución que le da sentido. Su primera presidenta fue Eva Edjin, una docente jubilada que le dio tiempo, esfuerzo y hasta recursos personales a la función. Hoy, la sala de pacientes oncológicos lleva su nombre.

Marcelo Aba, el nuevo presidente, destaca: "Hay un grupo que ha venido trabajando con mucha fuerza y ganas y yo me sumé hace seis meses para dar un empujoncito más y tratar de sostener todo lo bueno que hace el Hospital de Niños por la ciudad".

Aba, también vicedecano de la Unicen, se encontró "con gente muy entusiasta que venía trabajando desde hace muchos años, como la vicepresidenta Leticia Saligari, y otros que se sumaron ahora. Siempre estamos buscando la posibilidad de organizar alguna actividad que genere fondos para volcar a la actividad principal de la fundación, que es apoyar al hospital". Ese apoyo es variado. Por un lado "tratamos de apoyar la capacitación permanente de los recursos humanos". Por el otro "aparecen cosas del mantenimiento diario como cambiar ventiladores o tapizar sillones, y cuando se puede acompañamos con equipamiento".

Aba menciona que el hospital es un edificio muy moderno, en perfectas condiciones, y que "nuestra meta es seguir apoyando para que se mantenga así y para que los médicos y enfermeros puedan seguir capacitándose".

Las acciones destacadas para la segunda mitad de 2018 son el lanzamiento de la rifa a beneficio del hospital, que viene dando muy buenos resultados desde hace varios años. Y el 16 noviembre será la cena aniversario, un evento de celebración pero que al mismo tiempo busca recaudar fondos.

"Es difícil comparar al Hospital de Niños de Tandil para calificarlo, porque no se puede encontrar uno parecido en su categoría. Tendríamos que ponerlo en una comparación con hospitales muy grandes como el Garrahan, por eso no es fácil calificarlo en comparación con otros centros pediátricos. Es un hospital moderno, con toda la inversión necesaria y si uno no conociera estos datos juraría que es un centro privado".

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