PERSONAJE DE LA SEMANA

Linda, libre y loca

20/06/2018

Entre la academia y la calle. De risa contagiosa y convicciones inquebrantables. Rodeada de amistades y en la lucha. Referente de nuestra Universidad, del colectivo feminista y el movimiento cannábico. Gisela Giamberardino es nuestro Personaje de la Semana.

por
Mauro Carlucho

Nació el 3 de septiembre de 1970 en Pedro Luro, un pueblito que "queda en la patita de la Provincia de Bs As. Entre el viento y el salitre. En febrero y marzo, época de cosecha, el viento huele a cebollas. Allí, al ladito del Río Colorado, se mezclan Ceferino Namuncurá, un fuerte de Rosas de la llamada campaña al desierto,  una obra inmensa que es un Colegio de Salesianos y un colegio de monjas, donde fui desde los 6 hasta las 12 años", relató a El Diario de Tandil con una prosa entre poética y risueña.

'Hay que endurecerse sin perder la ternura' decía El Che. Gisela es firme en sus convicciones, en cada discurso que da, muchas veces ante cientos de personas. Pero conserva esa sensibilidad y dulzura que por ejemplo la hacen hablar de su infancia de la siguiente manera: "Somos dos hermanos y yo soy la hermana menor. Me gusta recordar a la familia en un Citroen 3CV amarillo, por las rutas hacia el sur, o hacia Necochea de vacaciones". 'Patita' como la llaman en su pueblo, es amante de los gatos, fue su abuela Ofelia quién le enseñó "a disfutar de esos misterios con bigotes. Así como de las delicias de contar y escuchar historias. A mi papá le dicen Pato y toda la familia heredamos el sobrenombre. Asi que, en el pueblo, la gente dice 'voy a lo de los patos' en una maniobra que evita designarnos por ese apellido tan largo y tan tano.  Mi hermano y yo pasamos a ser 'el pato chico y la patita'. Con mi abuelo Antonio y mi abuela Juana, aprendí a jugar a la escoba debajo de una parra y a reirme de las malas palabras que decía el abuelo y que mi hermano repetía. En lo de mi abuela Ofelia disfrutaba de una hamaca debajo de una planta de lilas y de mirarla coser rítmicamente en su Singer a pedal. ".

Su papá trabajaba en el Banco Nación y su mamá en un banco cooperativo, "del cual la echaron en los 90 con los ajustes del menemismo".

Gisela es espontánea, charlatana y de risa fácil. Pero al parecer no siempre fue así: "Hasta los 9 años mas o menos fui muy muy tímida, no me gustaba hablar con la gente. Lo pasaba bien en el patio con los gatos y en las veredas".

Un día en la vida de Gisela, transcurre de reunión en reunión, de aquí para allá con sus convicciones a cuestas, y eso claramente tiene que ver en gran parte con aquella crianza: "Tengo muchos recuerdos de la vida 'en comunidad', creo que es algo que me enseñaron a disfrutar, sin explicármelo con palabras. Tanto mi mamá como mi papá estaban siempre en Comisiones, Cooperadoras, organizando rifas, ordenando mesas en un baile y llevando y trayendo cosas a un club social-deportivo, o cocinando el locro del 25 para juntar plata para algo".

También amante del arte, a Gisela se la ve seguido en recitales, exposiciones, actividades culturales, cuando no en un mensaje de texto o charlando nomas, te tira una cita de Cortázar o Pizarnik, y eso también es fruto de aquella preciosa infancia: "En cuarto grado tuve paperas. Y para pasar esos días adentro, mi papá me regaló Viaje al Centro de la Tierra. Amé a Julio Verne y empecé a leer todo. Mi papá me hacía comentarle el libro en los 45 minutos que tienen los bancarios para comer. Después seguí con unos libros geniales que se llamaban Elige tu propia aventura. Me encantaba viajar leyendo". Y sigue al respecto de su naciente pasión por la literatura, haciendo referencia al contexto histórico de aquellos años 80: "En séptimo grado, ya había visto pasar trenes repletos de soldados hacia el sur, y en el pueblo había mucha tristeza por esos pibes vestidos de verde que tenían la edad de mis primos. Mas o menos en esa época leí mi primer García Marquez: El Coronel no tiene quien le escriba, que me prestó mi amigo Facundo. Seguí luego por la biblioteca de mi mamá con Cien años de Soledad y los que fui encontrando. En el pueblo no había librería, asi que mi vieja compraba a través de algo asi como Círculo de lectores. Me encantaba que llegaran esos paquetes por correo". En la misma línea suma anécdotas que hablan de esa mirada reflexiva y pensante que la caracteriza: "Entre Bahía Blanca y Viedma, es decir en casi 500 kilómetros Pedro Luro era el único pueblo en el que había cine. Cuando éramos chicos íbamos a ver las de Disney con la caja de maní con chocolate en mano. Mas tarde, fue ahí, a través de esa pantalla donde me dí cuenta de muchas cosas terribles de nuestro país, a partir del cine nacional de la post dictadura. Creo que fue lo mas fuerte de mi adolescencia, saberme en un pueblo anónimo y 'ver' el mundo, las relaciones entre la gente, otras cotidianeidades, otros arreglos familiares, la sexualidad, las vidas en la ciudad (para mí una intriga), otros mundos y otras palabras para nombrar las cosas, una estética que permitía cuerpos desnudos, secretos de familias, silencios, llantos, puteadas. En esa época gracias a mi amigo Joselo descrubrí a Pink Floyd. Teníamos un casette de video con The Wall, la mirábamos extasiados".

Su militancia es fruto de todo lo anterior sin lugar a dudas. Pero se acentúa en la escuela secundaria, cuando comienza a participar del centro de estudiantes, allá pasado el '83: "¡nos sentíamos en democracia! y la queríamos llevar a todas partes, a las aulas y a las familias". Siempre entrelazando de manera coherente sus convicciones con sus gustos culturales: "escuchábamos música del llamado rock nacional (que nos hacían descubrir nuestros hermanos mayores) y empezó a llegar la trova cubana y el folklore 'de protesta'. Otro infaltable de esas tardes apacibles del pueblo era Serrat. Para comprar casettes ¡había que aprovechar algún viaje a Bahía Blanca!. Conseguí los dos 'Adios Sui Generis ' e 'Instituciones' que se volvió mi preferido, en la casa empezaron a sonar Mercedes Sosa y Silvio Rodriguez, que se agregaron a gustos familiares anteriores, como la bossa nova (que escuchaba mi mamá y que mi hermano intentaba en la guitarra), a mí me interesaba más la palabra en español que los sonidos. Para cuando terminé el secundario en 1988, habían llegado a mi vida también Soriano y luego Cortázar, siempre por generosas recomendaciones, de otras y otros que como yo, necesitaban escapar al tedio del pueblo, al menos mentalmente".

En 1989 se inscribió en la Facultad de Ciencias Humanas, en la carrera de Trabajo Social, en donde fortaleció las curiosidades de militancia con las que venía, se formó y continuó ese camino en la  participación que se acentuó cada vez más, "Tuve docentes que compartían, sino en las clases, en los pasillos o en El Ideal, sus experiencias de militancias en organizaciones políticas de la resistencia, en la clandestinidad, durante la dictadura y nos llegaban ecos de sus vidas en el exilio. Gente muy formada teóricamente que también creo que nos transmitían el entusiasmo por la vida, por las posibilidades de lo colectivo, que ponían en el centro la política, que analizaban estado y política pública con cualquier comentario y aunque no estuvieran dando clases. Milité en una agrupación cercana al MAS de Zamora, los primeros años, leí a Trotski y versiones del trotskismo nacional como a Nahuel Moreno. Después participé de otra organización estudiantil y ahí ya estaba haciendo mi tesis de licenciatura, dedicada a entender la ley de plusvalía, leíamos los tres tomos de El Capital con algunos compañeros y compañeras y andaba en una bici blanca que me llevaba de un trabajo a otro. Llegué a tener tres trabajos, asi que me compré una Zanellita roja y me mudé a vivir sola. Lo que significó que por primera vez mis ingresos bastaban para lo que yo quería".

"Me gustaba la vida en y de la universidad, la política universitaria, ir a congresos, estar en la biblioteca, ir a los bailes y pasar horas hablando de autores. Organizar peñas, pintar carteles, viajar a las marchas a Buenos Aires". Gisela Giamberardino es una referente de nuestra Universidad, seguramente entre otras cosas porque la apasiona: "Me gusta muchísimo mi trabajo, soy fan de la educación pública y creo que el paso por la universidad te cambia la vida. Me gustan las y los estudiantes, entrar al aula me resulta esperanzador. Por eso ¡siempre es hora de que la universidad se vista de pueblo!" dijo a El Diario  de Tandil desde esa perspectiva ideológica que jamás  abandona, que lleva a todas partes.

Cuando se graduó decidió que quería seguir formándose, y se fué de Tandil un tiempo: "me recibí de Licenciada en Trabajo Social, y decidí irme, asi que nos pusimos a buscar becas para formación de Posgrado, y postulé a una beca y me pude ir a Italia a hacer un doctorado, a fines del 1999. Me fui con Pato que era mi pareja en ese momento y que es la mujer con la que fui creciendo porque estuvimos juntas desde mis 27 hasta mis 40 años. Vivimos en Trieste, que es una ciudad hermosa, en la frontera con la ex Yugoslavia, ciudad de Joyce, de Freud, de cafés austríacos, de mar y que tiene la particularidad de una experiencia de desmanicomialización, entonces ciudad también de Franco Basaglia. Trabajé en la Universitá di Trieste en el área de metodología y en la carrera de Trabajo Social, en Il comune (municipio) en políticas de contraste a la violencia urbana y doméstica, en una cooperativa de operadores sociales, con niñas y adolescentes sin familia, casi todas migrantes y en muchísimas ferias callejeras. Lo mejor: vender pashminas en una plaza en Venecia y después ir a comer pizza en medio de los gritos en dialecto véneto", dijo Gisela a El Diario de Tandil, siempre así, espontánea, genuina, académica y popular.

Por aquellos lados la militancia no paró, "cuando viví en Italia (hasta el 2008) voté a Rifondazione Comunista. Participé de manifestaciones anti G8, anti G20 y anti globalización".  De la misma manera conitinuaron sus diversas inquietudes: "participé de grupos de poetas esporádicamente,  estudié percusión africana y tocaba el djembé. Conocí y frecuenté comunidades autogestionadas, tipo la movida de Okupas en España, pero en la frontera entre Italia y Eslovenia. En esos espacios, la literatura anarquista me conmovió y las prácticas comunitarias, con sus fiestas, con su cuidado del ambiente y sus preparaciones colectivas de la comida, con la música de gitanos del este, con bailes colectivos. La mezcla de klezmer, con afro, con gypsi, con reggae, con tradicionales del este europeo y con canzonetta transmite una fuerza que emociona, los grupos de música nunca están definidos de antemano, se va sumando gente con instrumentos distintos, coros y voces. Es una apuesta a la vida en y con la diversidad de expresiones. Por supuesto que el vino, la grappa y el hashis y a veces los hongos, ayudan a la alegría y acompañan comidas tradicionales caseras. En esos encuentros, todo es festejado y todo es en abundancia. Muy esperanzador". Y continuó: "En Italia descubrí que me gustaba la semiótica, que me interesaba la lingüística y también que nunca dejaría de leer no sólo a Umberto Ecco, sino también a Tabucchi y a Alessandro Baricco. También pude compartir el goce de la cinematografía de Ferzan Ozpetec y de Gianni Moretti, supe que necesitaba la música de Viniccio Capossela y sin darme cuenta canté Bella Caio con el alma y el puño izquierdo en alto".

"Participaba de un grupo de mujeres lesbianas, que organizábamos movidas culturales con bastante presencia en la ciudad y en la región, que se llama Acquolina (que designa la saliva que se te hace en la boca cuando un sabor te gusta mucho) y de la que soy la socia nº 13. Creo que en esos encuentros, fiestas, comidas, bailes, jump de poesía, caminatas por la montaña y por los bosques, todas actividades que hacíamos casi semanalmente, fui entendiendo que ser lesbiana es una identidad política. Es mi elección, y no digo esto porque elijo ('como si pudiésemos elegir la lluvia que nos va a empapar' dice Cortázar) una mujer para compartir mi vida afectivo-sexual y con ello mi cotidianeidad, o porque estoy mas cómoda en un mundo 'al femenino' (con amigas mujeres, compañeras de militancias mujeres, colegas de trabajo mujeres), sino porque que éste ser lesbiana, me permite rechazar un sistema de opresión, que es el contrato heterosexual, con todas sus derivas, infinitas y taaaan naturalizadas. Dice una autora que adoro, Monique Wittig, refiriéndose al 'Contrato social' de Rousseau, que vivir en sociedad es vivir EN la heterosexualidad, una institución tan presente y tan invisible que las ciencias ni siquiera la estudian como institución. Eso le da un halo de eternidad, de que siempre fue así y de que será así. ¡Se me vuelve insoportable!. Desandar esas imposiciones sociales, me entusiasma, me da alegría, como las marchas o los recitales, te cargan y te liberan. Este andar sin ropas y por las márgenes de algunas ideas hegemónicas respecto del orden económico y del orden sexual, encuentra sentido (es decir, para asumirlo como identidad), sólo como y en actitud colectiva. Otra autora Teresa de Lauretis propone al sujeto lesbiana, como el único ser excéntrico (viviendo en la heteronormatividad, se desplaza de su centro, se vuelve no externo sino excéntrico) que puede estar y crear, un espacio epistemológico virtual?es decir entender, nombrar y explicar la vida, desde otro lugar. No entendamos un simplismo, no estoy diciendo que todas las lesbianas somos mas libres y nos cayeron todas las fichas, hablo de una posibilidad, una posibilidad que me seduce, y que yo quiero habitar y convidar".

Son muchas y varias las causas que la convocan, pero todas tienen que ver como ella misma expresa, "con la capacidad de autonomía de cada mujer u hombre y también claro, de quien no quiere ser nombrado en esta fatal dupla binaria. Hay un anónimo que cita Antonio Escohotado (un historiador de las drogas, contemporáneo) que dice 'mi cuerpo es un estado soberano, decido yo lo que entra y sale de él',  es una idea que contiene la noción de soberanía del cuerpo, de cómo vivir, de qué consumir, de cuándo reproducirme y hasta de cuándo morir. Toca los derechos no reproductivos, los derechos alimentarios, los consumos llamados 'problemáticos' y hasta la eutanasia. Todas luchas de estos tiempos, que deberemos dirimir en sociedad. Por eso me convoca la lucha por la despenalización del cultivo de marihuana así como la legalización del aborto. No creo en la falacia de la libertad individual, creo en la necesidad y la posibilidad de crear las condiciones sociales, culturales, económicas -de ir creándolas con discursos y con prácticas sociales concretas-  en las que la política pueda ser entendida como el bien común, alejado de abstracciones que uniformizan, que estereotipan tanto lo bueno como lo malo".

Cuando se habla de feminismo en Tandil su nombre es ineludible. Siempre dando cátedra, desde la academia y en las calles. Recientemente fue protagonista de la Campaña por la despenalización del aborto desarrollada en Tandil.

Después de vivir en otros lugares del mundo, volvió a la Argentina en el 2008. A Mendoza concretamente, donde trabajó en el Poder Judicial como Perito para la Corte de Justicia de la Provincia y militó en el sindicato de Judiciales. También se desempeñó en la penitenciaria, en el área de Educación y en una Maestría en la UNCuyo.

En 2010 volvió a Tandil y empezó a trabajar como docente interina en la Facultad de Ciencias Humanas. En 2015 concursó las cuatro materias que dicta actualmente.

"En Tandil empecé a ver si había espacios que contemplaran o compartiesen algunas de mis preocupaciones.  Armamos el Grupo de estudios en Ciencia, Sociedad y Cultura -activo en la Facultad de Ciencias Humanas- en el cual nos interesa estudiar algo así como los regímenes sexo-genéricos en las distintas organizaciones/instituciones, aquellas de la sociedad civil, como también el Estado y sus políticas. Nos revela la idea de que la diferencia de género se torne, en esta sociedad, en desigualdades sociales concretas, entonces nos preocupa develar los mecanismos por los cuales eso sucede todo el tiempo y en todas las esferas de la vida social, aún cuando no nos damos cuenta (que es la mayoría de las veces). Eso nos abrió un horizonte que compartimos con las luchas de las disidencias sexuales y los movimientos de mujeres principalmente".

Gisela siempre esta rodeada de gente querida y a quienes no hay vez que no se les escape una sonrisa y mucho afecto cuando la mencionan. Nos habló de Paula Rodriguez, de Cristina 'la Pocha' Roteño, de Silvia Pagliaro, Silvina Cherbero, Claudia Cabrera, "y mucha otra gente con la cual nos seguimos buscando para pasarla bien. Por distintos motivos conocí o re-conocí gente que hoy es parte de mis reflexiones y andanzas, como Lili Gianatassio y también de mis festejos como les Pagliaro-Margueritte-Collová-Stelatto".

Es una de las caras visibles de la colectiva feminista, mixta y disidente Mala Junta, del Movimiento Popular Patria Grande, sobre lo cual se refirió fundamentalmente con mucho cariño: "son compañeres bellísimos y bellísimas, generosas e incansables. Y sobre todo es donde me gusta estar, por el modo de hacer política día a día, por las discusiones contextuales y porque no renunciamos a la utopía de una sociedad sin clases y sin patriarcado". Desde Mala Junta empezó a participar del Foro de Promoción y Protección de los Derechos de las Mujeres, que en sus propios términos  "es un espacio muy válido, surgido para monitorear política pública en relación a la situación de las mujeres, y que por mucho tiempo organizó la agenda feminista en la ciudad".

El abanico de iniciativas en las que se involucra  es amplísimo. En 2016 armó junto a Gustavo Ojeda, la Agrupación Tandil se Planta y organizaron la Primer Marcha Mundial de la Marihuana en Tandil. "Nos interesaba sobre todo empezar a desarticular el estigma que recae sobre los fumadores de marihuana, sobre todo los mas jóvenes. La primer charla fue en el Consejo Superior de la UNICEN, y se llenó. Eso derivó en que comenzó a ponerse en agenda el tema del Cannabis y sus usos en la sociedad tandilense, y empezamos a tener una demanda de información y de acciones, que nos sobrepasaba. Tiempo después se conforma Cannabis Medicinal Tandil, donde no participo directamente pero comparto todo su compromiso y sus ideas. En relación a este tema, hemos conformado desde la Secretaría de Extensión de la UNICEN y su Programa Equidad en Salud, la Mesa Interregional de Cannabis Medicinal, donde nos proponemos trabajar en el estudio, en la producción de conocimiento, así como en las posibilidades de reglamentaciones jurídicas, es decir en el diseño de política pública".

Sobre Tandil, dijo: "Si pienso en abstracto (o en concreto pero en sus grandes estructuras) me enoja, me empalaga una actitud soberbia y superficial. Si pienso en la cantidad de gente con la que compartimos buenos propósitos y buenas prácticas, la vuelvo a elegir como ciudad para vivir y para dar batallas, para encontrarme en cada vereda con cuatro amigues, para caminar pateando toronjas y para poder ir a tomar mate sin avisar. Para graffitear los 8M, hacer paro con las y los docentes, para putear cada vez que llueve y piso una baldosa floja y para saber que está quien quiero que esté. Hace tres años Tandil me había cansado, y escribí un grafitti que resumía mis esperanzas: 'Alas para volar y motivos para quedarme' y mas o menos en ese momento conocí a María, con quien comparto hoy el amor y las ganas de que el mundo pueda resumirse en "Para todos, todo. Para todos la luz'. Como Antonio Gramsci creo en el optimismo de la voluntad y en el pesimismo de la razón. Esa frase es la que me orienta y a la que recurro, como que me define", finalizó.

Multifacética y emprendedora. Comprometida y soñadora. Por más lindas, libres y locas en nuestra querida ciudad.

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