24 de marzo de 2018
Así llegó a la Sociedad Rural para cerrar un trato con el
presidente, José López Galán.
-Don José, vengo a alquilar un stand para la exposición
-¿Qué exposición?
-La de este año.
-No, si no se hace este año.
-¿Y por qué no se hace don José?
-Porque no hay quien la organice.
-¿Cómo que no hay quien la haga? No puede ser.
-¿Y por qué no la hacés vos?
Casi por azar, el hombre que había ido a contratar un puesto
en una feria que no se iba a hacer, terminó al frente de la organización de
Expotan. "Ese primer año hicimos una buena feria con 25 expositores pero
aún no le habíamos puesto ni el nombre que después sería histórico",
explica el empresario y reconoce que "el tema me agarró de sorpresa, era
joven, tenía mucho empuje y acepté el desafío sin pensarlo demasiado, junto a
Repetto y Zumárraga. O sea que fui a alquilar un stand y terminé armando la
feria".
La base hasta entonces era una feria muy enfocada en la
ganadería, con muestras de varias razas de animales, pero no tenía apertura a
otros rubros de la economía local. Así, la primera muestra con la organización
de Martínez Goya incluyó otras ofertas y la gente respondió. "Fue muy
linda esa exposición, el público estaba ávido de propuestas, las exposiciones
son un medio muy eficaz porque se puede probar el producto con los cinco
sentidos, en todas sus dimensiones". La adición de 25 comercios de la
ciudad a esa primera feria marcó un punto de quiebre con lo que se venía
haciendo y elevó las expectativas de todos, organizadores, comerciantes y
empresarios y público asistente.
Tras el suceso de ese debut era imposible para los
organizadores dar marcha atrás. Se propusieron sostenerla al año siguiente y también
hacerla crecer. En el camino quedaron primero Repetto y Zumárraga más tarde.
Pero Martínez Goya había encontrado su destino en el mundo de los negocios y
Expotan fue su vida durante más de tres décadas, hasta que la grave crisis del
nuevo siglo marcó el final de la feria en el año 2002.
"En los setenta crecimos muy de golpe.
Me acuerdo como si fuera hoy el reto que me pegó Eduardo Macaya porque había demorado dos horas para llegar a la
feria por la fila de autos que iba desde el Hogar de Varones hasta la entrada
de la Sociedad Rural. '¿Cómo no previste
organizar el tránsito?'. De eso que me dijo don Eduardo Macaya nunca me voy
a olvidar, son cosas que sirven para mejorar".
En esos 32 años Expotan se consolidó y su creador ganó
experiencia en el rubro, al punto de expandirse a la zona. "Las primeras
exposiciones del ave de raza en Rauch las organicé yo", asegura con cierto
orgullo en relación a una feria que logró instalarse con el correr de los años
y aún se lleva adelante con éxito.
Lo hacía por negocios pero, sobre todo, porque sabía que
había encontrado aquello a lo que se dedicaría con inmenso placer la mayor
parte de su carrera comercial y empresarial. "Yo iba a cuanta feria había,
a las más grandes del país y también al exterior. Iba porque me encantaba y
también para mejorar, para aprender más y aplicarlo a Expotan".
El próximo paso lo marcó la mayor participación del comercio
y la aparición del sector industrial, que en esa época era muy fuerte. De
hecho, a comienzos de los '70 se creó la Asociación de la Pequeña y Mediana
Industria de Tandil (APYMIT, hoy Asociación de la Pequeña y Mediana Empresa o
APYMET), que tendría una fuerte vinculación con Expotan. "Con Alberto
Porreca, que era el presidente, trabajamos en común y empezamos a tener muchas
industrias en la muestra con el auge de la metalúrgica".
Román cuenta que exponían las canteras, cuyo complejo
industrial también era muy fuerte en esos años. Risueño, comenta que
"hasta llegué a traer una fábrica de chinches". Sí. De chinches. De
las que se usan para pegar papeles en una pizarra de corcho, por ejemplo.
"¿Y qué mostraban? Chinches, claro, de distintos colores, no era muy
atractivo para la vista pero demostraba que la Expotan era un lugar en el que
había que estar para vincularse con potenciales clientes y hacer negocios. O
sea, qué mejor publicidad para nosotros que los demás comerciantes y
empresarios vieran que había un stand con chinches. Porque era como reconocer
que si está uno que vende chinches, vos también tenías que estar. Ese año me
miré al espejo y me dije que si había llevado una fábrica de chinches a una
exposición, pues podía llevar cualquier cosa".
Apunta que como la feria caía en Semana Santa y la ciudad no
tenía el despliegue de actividades y ofertas de la actualidad, la gente colmaba
los espacios de las convocatorias que había, entre ellas, Expotan, que
rebalsaba de gente. "En esos años promocionábamos las Estampas en Expotan
y en el espectáculo repartían folletitos de la muestra. A veces, llegar a la
exposición era complicado porque había cuadras y cuadras de fila de autos para
llegar al predio".
"Antes no había plotters, se hacía todo
con pintura y de manera artesanal. Como siempre queríamos estar a la vanguardia
decidimos hacer letras corpóreas en tres dimensiones, pero no contamos con un
detalle... había que cortar las piezas de telgopor y no teníamos con qué
hacerlo de manera prolija, porque ese material no se corta con filo de hoja
sino con calor y una lámina muy fina y tensa. Me ayudó muchísimo el ingeniero
Roberto Fernández, fundador de Matelec, que me fabricó una herramienta de corte
con un alambre y una resistencia y así hicimos muchos stands con letras
corpóreas y fue una novedad porque no existía nada, íbamos inventando
todo"
Con la llegada al gobierno municipal de Julio Zanatelli la
muestra se volvió regional. Si bien el Estado no aportaba dinero, era la
primera vez que le daba apoyo institucional de importancia. El ingeniero Daniel
Xodo, secretario de Promoción y
Desarrollo, acompañaba a Martínez Goya a los municipios de la zona y eso
le abría muchas puertas. "Así fuimos abriendo la comercialización hasta
llegar a los consorcios regionales productivos que abarcaban varias
ciudades". En esa tónica de crecimiento, a fines de la década de 1980 la
Expotan alcanzó una marca indeleble al poner en muestra casi 240 puestos en una
ciudad con 100 mil habitantes, contra los 350 de la Exposición Rural de Palermo
del mismo año.
Cuando repasa el anecdotario de la feria y se conocen los
entretelones se cae en la cuenta de que el hombre es un pionero, porque abrió
camino en una actividad en la que estaba todo por hacer y él lo hizo. Sin
manuales ni hoja de ruta porque "no había experiencia de este tipo,
teníamos que ir aprendiendo y resolviendo problemas que se presentaban y que
nunca se nos ocurrió que tendríamos que solucionar".
Desde cuestiones económicas y meteorológicas hasta logística
e infraestructura a gran escala. Recuerda que la feria empezó a crecer y no se
podía garantizar el flujo suficiente de energía eléctrica hacia el predio de la
Sociedad Rural. "Tuvimos una reunión de urgencia a la que vino hasta el
presidente de la Usina y me acuerdo que la pared por la que bajaban los cables
¡estaba caliente, yo nunca había visto algo así! Ese año nos prestaron un grupo
electrógeno de la VI Brigada Aérea porque no había electricidad que aguantara,
y otras veces nos salvó el Ejército".
En su memoria hay imágenes muy nítidas de otros pioneros
como él. "Tengo recuerdo de gente excepcional que daba gusto verlos poner
el hombro y trabajar como uno más; Ramón Solanilla; don Emilio Cardona armando
él mismo el stand de su empresa al igual que don Severiano de Martínez
Escalada, era una cosa muy linda de ver. Y cada vez que surgía una necesidad
había un tandilero que nos sacaba de abajo del carro, como cuando nos quedaron
chicos los galpones y don Santiago Selvetti me ofreció chapas de Metalúrgica
Tandil y Giacomelli puso la estructura para armar un tinglado, obvio que
siempre trabajando contra el reloj".
Claro que no todos los años fueron espectaculares. Los hubo
buenos, regulares y malos. Desde 1970 a 2002 Martínez Goya atravesó dictaduras,
gobiernos democráticos, crisis institucionales, vientos de cola, inflaciones,
hiperinflaciones, buenas, malas y pésimas gestiones. "Las pasé todas, como
las pasamos todos los que vivimos acá durante ese período, pero gracias a Dios
pudimos mantenernos durante tres décadas, que no es poco".
Diez años después del cierre el empresario le cedió la marca
y los derechos de comercialización a Big Bang, la empresa de Ricardo Berlari,
que continúa el legado del pionero Martínez Goya. "Estoy contento porque
el tiempo me demuestra que no le erré a quien elegía para que siguiera el
camino trazado, están haciendo una buena exposición y la están mejorando en
cada edición".
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