PERSONAJE DE LA SEMANA
21/11/2017
El caso de Sergio Núñez trascendió desde el barrio de Villa Italia hacia todo el país. Su historia tiene que ver con una transformación profunda: convertir el dolor y la frustración en una buena acción. Conozcamos un poco más de este constructor de profesión, titiritero de vocación y bicicletero de ocasión.
por
Mauro Carlucho
Nuestro amigo tenía una vida sin sobresaltos. Junto a
Micaela, su compañera de toda la vida, criaban una familia hermosa. Sin estridencias
ni grandes ausencias. Como decíamos previamente, Sergio trabaja en la
construcción, pero tiene una historia muy linda como titiritero. Hasta fue
galardonado con la distinción Eduardo Olivero, por su trayectoria social en las
escuelas e instituciones benéficas.
Todo marchaba normal hasta una noche de mayo. Su hijo mayor
fue emboscado por otro grupo de pibes. Lo golpearon con saña, hasta dejarlo
inconsciente. Imaginen la sensación de su padre cuando lo fue a buscar. Tirado
en la calle. Ensangrentado. Sintió rabia. Los quería matar.
Pero las horas fueron pasando. Siguió de cerca la evolución
de su hijo en el hospital. Hasta que un día hubo un cambio. Si vengaba el
ataque a su hijo, su vida se iba a transformar en un calvario. Si los
denunciaba y los trataba con indiferencia, el calvario estaría en el horizonte
de esos pibes sin rumbo. Pero había una tercera posibilidad. Tratar de
acercarse a ellos y animarse a soñar con la paz.
"El odio o el rencor sólo profundizan la violencia",
sostienen a contracorriente de la oleada que aúlla el endurecimiento de las
penas.
Núñez salió a buscar a estos pibes y le puso la otra
mejilla. Intentó una y otra vez, hasta que lo escucharon. Los convenció de
buscar un futuro mejor a través de un oficio. De trabajar y de soñar juntos.
Así abrieron un taller de bicicletas que ya recorrió todo el país. Esta
historia llegó a la tele y a todos los diarios de alcance nacional.
En el patio trasero de su casa se amontonan maderas,
bicicletas, herramientas y muebles. Son el material de trabajo de los 15
adolescentes que se sumaron a la iniciativa, entre ellos algunos de los
agresores de su hijo. Muchos de los chicos vienen de familias desmembradas,
contextos de violencia y situación de calle.
"La idea es que los chicos aprendan un oficio y también
la cultura del trabajo. Vecinos nos fueron acercando bicis en desuso, otros nos
traen tarimas de madera. Y el dinero de lo que se vende se reparte entre los
niños que están en el taller", explica Sergio. Pero hay reglas: los que
formen parte del programa, no pueden involucrarse en conflictos con la ley,
tienen que ir a la escuela y no deben faltar a las capacitaciones.
Cerca de las 5 de la tarde, un grupo de adolescentes llega
en sus bicicletas, entra al jardín de los Núñez e inmediatamente toman
herramientas y se ponen manos a la obra.
"Les damos contención. Estos chicos cambiaron
mucho", le dijo Sergio al diario La Nación en un reportaje de página
completa.
Tampoco piensen que esto es milagroso o de un día para otro.
Los pibes luchan todo el tiempo contra las tentaciones y las provocaciones de
un mundo sin tantos Sergios. Les cuesta permanecer en la escuela y cada tanto
necesitan el apoyo de los mayores. Pero ahí están Micaela y los demás.
Incluso vinieron de Unicef para conocer los alcances de un
proyecto sin precedentes. Uno de los temas de mayor discusión en los últimos
años es la disminución de la edad de punibilidad, pasarla de los 16 a los 14
años. Sin embargo, Sabrina Prieto, referente de Unicef, aseguró que los menores
que comenten delitos, componen un porcentaje muy bajo del total. Por lo que
considera que aún hay tiempo para trabajar. Ello se comprueba en la
bicicletería de Sergio, la cual alberga a un promedio de 15 chicos, que
trabajan y, al mismo tiempo, van a la escuela.
Al mismo tiempo, señaló que es un ejemplo de cómo
reivindicar los derechos de los chicos: de ir a la escuela, de estar
contenidos, de no estar encerrados; cuyo impacto se verá en sus vidas más
adelante. Es por ello que la visita, en la cual se entrevistó a Sergio y a la
gente que trabaja junto a él, pretende retomar y exponer su experiencia y ver
de qué manera ayudar a impulsar acciones similares.
"Agotemos los
recursos antes de bajar la edad de imputabilidad", solicitó y consideró que,
para evitar que los menores cometan delitos, sólo es necesario enseñar valores
y principios, al igual que aprender un oficio. Y enfatizó su postura frente a
la posibilidad de que los niños sean condenados y enviados a una cárcel: "No
van a solucionar el problema".
Estas ideas están enmarcadas dentro de la agrupación llamada
Víctimas por la Paz (VxP), un espacio promocionado por la Asociación
Pensamiento Penal (APP), que nuclea a personas que han sufrido hechos de
violencia de distinta intensidad y que "coinciden en que la solución a los
conflictos de esa índole no es el endurecimiento de la ley penal, la
restricción de derechos y libertades y el encarcelamiento indiscriminado".
"Víctimas por la Paz cree que la solución de estos
problemas pasa por la pacificación de la sociedad, por la disminución de los
niveles de violencia y por la búsqueda de los canales de convivencia e
integración", dice Mario Juliano, juez de Necochea, miembro de APP y uno
de los impulsores de este programa. "La acción de la organización no es
incompatible con la acción de la Justicia y con la imposición de sanciones de
carácter penal, justas y proporcionadas a los daños causados", señala el
magistrado.
Núñez abrazó la causa del Juez Juliano. "Tenemos que preguntarnos y ver de dónde vienen estos pibes. La mayoría de estos chicos no tiene una familia presente, el Estado los dejó en el camino y la sociedad no se hace cargo. Yo veo con profunda tristeza como los padres dejan solos a sus hijos. Quizás también me pasaba a mí con mis propios hijos. Hay que hablarles, estar cerca. Si están todo el día con celular o la computadora, ver en que andan. Interesarnos por sus temas. Tenemos que volver a inculcarles la cultura del trabajo. Después ellos tienen la respuesta. Un pibe apasionado es capaz de cualquier cosa", finalizó.
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